viernes, 27 de noviembre de 2015

TERRORISMO, FANATISMO Y SALUD MENTAL

El último consenso de la American Psychiatric Association, en el marco de elaboración de los criterios diagnósticos de los trastornos mentales, concluidos en el DSM-5, define al trastorno mental así: “un trastorno mental es un síndrome caracterizado por una alteración significativa del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportamiento de un individuo, que refleja una disfunción de los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo que subyacen en su función mental. Habitualmente los trastornos mentales, van asociados a un estrés significativo o discapacidad, ya sea social, laboral o de otras actividades importantes. Una respuesta predecible o culturalmente aceptable ante un estrés usual o una perdida, tal como la muerte de un ser querido, no constituye un trastorno mental. Un comportamiento socialmente anómalo (ya sea político, religioso o sexual y los conflictos existentes principalmente entre el individuo y la sociedad, no son trastornos mentales salvo que la anomalía o el conflicto se deban a una disfunción del individuo, como las descritas anteriormente.” (1)
 
Desde esta perspectiva los individuos fanáticos, en general, con sus diferencias evidentes, cristianas, judíos, musulmanes, nacionalistas, comunistas, fascistas y de todo tipo, no deben ser considerados como enfermos mentales, sólo si cursan con alguno de los trastornos psiquiátricos, como ha sido detectado en algunos líderes fanáticos (psicosis esquizofrénicas, estados paranoides, delirios, trastornos de personalidad). En los casos de los fanáticos terroristas, que integran la violencia como estrategia destructora de la vida humana a nombre de su causa sagrada, dogmatica y fundamentalista, sin tener alguno de estos trastornos psiquiátricos, no se puede decir que sean personas mentalmente sanas, son casos fronterizos del proceso diagnostico salud-enfermedad, donde se sigue enfrentando una gran debate de las ciencias de la conducta sobre la definición de criterios para asumir esta personalidad como patología psiquiátrica, sobre todo por las implicaciones judiciales, ya que un enfermo mental no es consciente de sus actos o su voluntad se altera, por sus enfermedad. Es el campo forense y judicial quien determina, según el dictamen psiquiátrico, si se le considera penalmente responsable, o de sí no era consciente de lo que hacía, como es el caso de la presencia de alucinaciones, teniendo un episodio psicótico, trastorno mental transitorio o demencial que provoca confusión, desorientación, deterioro de la memoria, etc, en el contexto del desarrollo del acto criminal.
 
Generalmente los fanáticos terroristas pueden tener problemas personales, en el seno de su personalidad, pero son conscientes de lo que desea, del objetivo que persiguen y del dolor que causan. Un “enfermo mental”, incapaz de pensar racionalmente, no tendría la frialdad y el autocontrol suficientes como para provocar acciones de tal envergadura, con tanta planificación y estructuración de una ideología determinada. Recodemos a la de muchos grupos terroristas que consideran que se les somete, que no tienen libertad, que les espera un mundo mejor más allá y por ello actúan poniendo bombas y asesinando. Buscan un aspecto de la realidad que les interesa (desempleo, inmigración, sometimiento, situación política, religiosa, etc.) y sobre esa creencia construyen su base y fortaleza para realizar y expresar lo que desean sin permitir la permeabilidad.

Desde mediados del siglo pasado, en el marco de los fanatismos de los regímenes fascistas y comunistas, algunos sociólogos y psicoanalistas, afirmaban que las conductas destructivas, donde prevalecía la devastación, las masacres y los holocaustos de las guerras, tenían su fundamento, entre otras cosas “en una personalidad patológica, contagiosa como la peste, y configurada por factores sociales y psicológicos que la convierten en vulnerable a la propaganda fascista”, como así lo afirmaba Theodor Adorno en su ensayo sobre la Personalidad Autoritaria (1950) donde los definía como “autoritario patológico” (2). Ya Wilhelm Reich en otro ensayo sobre “La psicología de masas del fascismo (1933), (3), planteaba que el fascismo era como la expresión política de las personas frustradas, el “pequeño hombre” reprimido dentro de una sociedad autoritaria. Luego Fromm, en su libro sobre el Miedo a la Libertad, destaca el carácter sadomasoquista de los dictadores mezclado con los rasgos narcisistas autoritarios (4). Desde entonces el fanatismo se ha investigado y se ha tratado de prefigurarlo como un trastorno de la personalidad, sin lograr un constructo definido de su personalidad patológica, aun con las evidencias de narcisismo, psicopatía y visión paranoica del mundo en los líderes fanáticos más extremistas que la humanidad ha tenido.

El uso político y religioso, de que fue objeto la psiquiatría en el siglo pasado, por los regímenes totalitarios, desde el nazifacismo y los diversos tipos de dictaduras comunistas y estados teocráticos, para enfrentar y reprimir a los opositores, sumado a la emergencia en el fomento del respeto a los derechos fundamentales humanos y sociales, ha llevado a grandes discusiones entre profesionistas y científicos de las neurociencias, para lograr definir estos comportamientos anómalos como enfermedad mental. El avance más trascendente fue cuando en el seno de la OMS se consenso definir la salud mental como la  “Capacidad del individuo, el grupo y el ambiente de interactuar el uno con el otro de forma tal, que se promueva el bienestar subjetivo, el óptimo desarrollo y el uso de las habilidades mentales (cognitivas, afectiva y relacionales), la adquisición de las metas individuales y colectivas en forma congruente con la justicia y la adquisición y preservación de las condiciones de equidad fundamental”, lo que refrendó que comportamientos como el de los fanáticos terroristas no evidenciarían cabalmente un trastorno psiquiátrico de la persona, pero si evidencian problemas en su salud mental.
Uno de los colegas investigadores hispanos, que más ha investigado, sobre la salud mental y el fanatismo es Alonso-Fernández F. (4) , quien ha concluido que el fanatismo es un  estado mental caracterizado por la adhesión tenaz y prolongada a ciertas creencias, donde sus ideas son absolutas, infalibles, eternas, ajenas a argumentos racionales, abominables del pensamiento lógico-racional, con intolerancia sistemática a los juicios y comportamientos discrepantes, vivenciados en su mundo fantaseado, mágico- religioso, con sus conductas marcadas por la afectividad en sus emociones irracionales, que en el fanático combativo sus ideales sobrevalorados son elevados a la categoría de dogma absoluto, con una gran carga afectiva que le hace deformar las experiencias y situaciones, lo que en psiquiatría se define como catatimia, generando Individuos de ánimo exaltado y preocupación enceguecedora hacía una determinada doctrina, que motiva un exceso de creencia en ella, con exclusión de cualquier otra y que causan acciones frenéticas en su defensa, donde su propia muerte los enaltece y les sirve de redención ante sus ídolos o su visión de la humanidad. Poseen, fragilidad del yo, tienen un “yo” muy débil, con un “súper yo”, muy rígido e inflexible en lo tocante a velar por los ideales del yo, aunque se desentiende de las inhibiciones morales, de los intereses altruistas y de las reacciones de culpabilidad.  

En relación a la estructura de personalidad, han sido descritas magistralmente, sus características, por A. Villarejo, Médico Forense del Instituto de Medicina Legal de Cádiz, en un ensayo publicado en Cuadernos de Medicina Forense, de España, publicado en la red http://scielo.isciii.es/scielo.php, donde concluye que es posible encontrar la mayoría de los siguientes rasgos en un importante número de personas fanáticas: 1. Autoimagen: combativa, donde la mayoría de los sujetos fanáticos se muestran egosintónicos y se ven a sí mismos como personas asertivas, arrogantes, altaneras, enérgicas y autoconfiadas, pero sinceros, fuertes y realistas y prefieren dar una imagen de dureza, falta de sentimientos, belicosa dominante y orientada al poder; 2. Estilo cognitivo: dogmático y dicotómico, con su rigidez y obstinación hacen que estos sujetos tiendan a mantener de forma pertinaz sus prejuicios y son incapaces de cambiar de opinión, mostrándose intransigentes con puntos de vista disidentes; 3. Su comportamiento observable es suspicaz/explosivo, donde Se comportan como los paranoides, con suspicacia extrema, con desconfianza hacia las intenciones de los demás que le hacen presentar actitudes defensivas y hostiles frente al mundo; 4. Tienen pobreza afectiva, son irascibles y con alta impulsividad, por lo que tienen predisposición a reaccionar con explosiones emocionales súbitas y bruscas de naturaleza inesperada e injustificada; 5. Su comportamiento interpersonal es extrapunitivo/sumiso, son despectivos y despreciativos, obtienen, al igual que los sádicos, satisfacción de la humillación, coacción e intimidación de los otros. Con ausencia de empatía para sensibilizarse con el sufrimiento ajeno y desprecio a la naturaleza humana no sienten, como los antisociales, remordimientos cuando generan daño en los otros, a quienes suelen ver como enemigos; 6. Prevalecen los mecanismos de defensa: racionalización /sublimación, racionalizan sus conductas intransigentes e impositivas en forma de indignación moral, asegurando que actúan “por el bien del otro o por el bien común” y justifican sus comportamientos combativos como reacción a un ataque de los otros. Subliman sus comportamientos agresivos y coactivos y sus creencias como imprescindibles para conseguir un fin social, religioso o político que servirá de redención de los demás o de la humanidad;  7. Sus representaciones objétales son perniciosas, donde la representación del mundo,  que se hace el fanático, es un lugar hostil que le ha producido multitud de frustraciones personales, originando un déficit de autoestima y de las que responsabiliza a los otros; y finalmente, 8. Las personas fanáticas tienen un Estado de ánimo/temperamento, irascibles, fácilmente irritables al ser contrariados sus postulados, no siendo infrecuente la hostilidad hacia los que no piensan como ellas. No comparten verdaderos sentimientos con los demás, tan sólo empatizan con sus correligionarios en los dogmas y creencias que les unen.
Los fanatismos son uno de los más grandes obstáculos no sólo para la salud mental, sino del desarrollo humano y social de nuestras sociedades, por su contribución a la intolerancia y la violencia destructiva  de la convivencia pacífica  en todo el mundo.

Bibliografía
1.     American Psychitric Association. Guía de Consulta de los Criterios Diagnósticos del DSM-5. Editorial Médica Panamericana. España
2.      Adorno,T.W.(1950). La Personalidad Autoritaria. Buenos Ai-res, Editorial Proyección, 1965.
3.      Reich,W.(1933): Psicología de masas del fascismo. Barcelona: Bru-guera, 1980.
4.      Fromm,E.(1941): El miedo a la libertad. Barcelona: Paidós, 2000.
5.      Alonso-Fernández. Fanáticos terroristas. Barcelona: Ed. Salvat Contemporánea 2002

viernes, 20 de noviembre de 2015

TERRORISMO: FANATISMOS, FUNDAMENTALISMOS Y DOGMATISMOS

Los más graves obstáculos del desarrollo humano y social de la humanidad, han sido las épocas de obscurantismo, que han impuesto en nuestra historia milenaria, los monarcas, gobernantes, oligarcas y dictadores,  empecinados en negar el conocimiento científico, emergentes en cada etapa de desarrollo histórico, con sus afluentes de cultura, racionalismo y tolerancia en las tomas de decisiones dirigidas a gobernar las sociedades. Sus estrategias y acciones, simple y llanamente someten la racionalidad, desbordando sus pasiones con la fuerza de sus emociones, impulsando toda su ira y agresividad  para exterminar a sus enemigos ideológicos del poder. Así vivimos la ignominiosa época medieval, más recientemente  el nazifascismo hitleriano y sus reproductoras dictaduras gobernantes que pulularon en todo el mundo, el siglo pasado.

Lo sucedido la semana pasada, en relación a los ataques terroristas en Paris, con las trágicas muertes y lesiones de decenas de ciudadanos, por presuntos integrantes del fundamentalismo musulmán, que han declarado su guerra santa pretendiendo integrar un califato como estado político, nos conmocionó, a quienes cultivamos el humanismo. Estas conductas son uno de los ejemplos del fanatismo religioso y político, que prevalecen en nuestro mundo y que amenazan permanente la paz y el desarrollo de nuestras sociedades. No deja de llamar la atención, esa declaración reactiva, ante estos hechos,  del presidente de Francia, François Hollande, que expresó: “no tendrían piedad contra los bárbaros”, inesperada, de un gobernante de este país,  considerado como generador  de las libertades, la tolerancia y las relaciones fraternales en la historia moderna de nuestra humanidad, dando un tufo fanático a sus posturas políticas, inmersas en sus intereses del modelo de sistema capitalista neoliberal dominante en nuestro mundo.
Así se define el fanático: “como aquella persona que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas”, unos y otros se integran en su definición, ambas con posturas violentas, que niegan los derechos fundamentales y el desarrollo humano, que en el último siglo se han estado cultivando y promoviendo por la mayor parte de los gobiernos del mundo, mas de los países más desarrollados, como Francia.

El fanatismo político, religioso y económico, conlleva una actitud o actividad proselitista hacía su causa, manifestada con pasión exagerada y tenaz, en defensa de sus ideas, prevalecen ideologías y un sistema de creencias inmersas en dogmatismos y fundamentalismos, que impiden análisis críticos, integración de categorías teóricas o doctrinales diversas, además de la discriminación sobre diferencias, emergiendo el autoritarismo, la intolerancia, la soberbia, con el desprecio de los demás que llega hasta el odio con sus lacras de violencia, que van hasta el exterminio físico de sus oponentes, sustentado en un racionalismo falaz de sus convicciones, que suprime la conciencia de la individualidad del fanático, con su acentuación de pertenencia a las causas “superiores” inmersas en la megalomanía doctrinal de sus sectas y facciones políticas o religiosas, que desvalorizan las sociedades que dicen combatir. La barbarie de los episodios sangrientos en los que los personeros del califato islámico han asesinado y torturado, como el de Paris, es un evento delirante que va más allá de cualquier racionalidad, donde su crueldad llega a extremosas obscenidades de sus acciones, que nos involucionan hasta las etapas más primitivas del desarrollo de nuestra humanidad.
Parafraseando a Hannah Arendt   “el problema de los que cínicamente promueven la violencia no es que sean fríos y que sean capaces de pensar lo impensable, sino que no piensan. Es decir, no pueden articular un análisis alrededor de categorías que van más allá de una razón tecnológica: la violencia es un espacio vacío.”(1). Los fundamentalismos y dogmatismos políticos y religiosos  han sido los afluentes de la intolerancia, pero también han alimentado las ambiciones  de dominación de los imperios, para satisfacer sus extensiones de dominio territorial con sus usos del poder dirigido a  la explotación rapaz de sus habitantes, del patrimonio nacional y los recursos naturales de los países dominados.

Se denomina fundamentalismo a la interpretación rígida, literal, que no da pie al análisis, interpretación o contextualización de los textos, sean políticos, religiosos,  económicos, científicos, con la aplicación estricta de sus contenidos, llegando a considerarse generalmente un determinado libro como poseedor de las verdades absolutas, como autoridad máxima según sea el ámbito de creencias. En tanto el dogmatismo es una postura filosófica que asume las proposiciones en un juicio asentadas como firmes y ciertas, como principio innegable, haciendo depender el pensamiento del ser, sin importar la realidad de las ideas, rechazando su cuestionamiento, de tal forma, que los dogmas, son inherentes al fundamentalismo y ambos constituyen las columnas de todos los tipos de fanatismos.
El fanatismo, como lo refiere Oz Amos, en su ensayo “contra el Fanatismo” (2), no sólo es consecuencia de doctrinas religiosas, como el islam, actualmente satanizado como una de las causas de las crisis en el mundo, por sus actos terroristas, como el de Paris, “sus orígenes son más viejos que el islam, cristianismo y el judaísmo, aun mas, es más viejo que cualquier estado, gobierno o sistema político”, siempre ha estado presente en la naturaleza humana oponiéndose al pragmatismo, al pluralismo y a la tolerancia. Por eso, en nuestra actual etapa de desarrollo histórico, el fanatismo representa una de las mayores amenazas para lograr la prevalencia del respeto los derechos humanos, que concretan las exigencias de dignidad, libertad e igualdad de todos los ciudadanos y ciudadanas y al mismo tiempo puedan crear condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos civiles y políticos, tanto como de sus derechos económicos, sociales y culturales.

El fanatismo por sí mismo no está considerado como una enfermedad mental, en ninguna de las clasificaciones que prevalecen a nivel mundial para este tipo de trastornos, desde el ICD-10, hasta el DSM-5, sólo está considerado en los códigos de otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica por los profesionistas de la salud; sin embargo el fanatismo, siendo un estado mental,  es un comportamiento socialmente anómalo, transgresor de la salud mental del fanático y de sus ambientes, sigue pendiente el debate internacional sobre este problema psicosocial desde la perspectiva de la salud mental y el desarrollo humano integral.   
Bibliografía
1. Hannah Arendt . “La Condición Humana“. Editorial Paidos.  España.
2. Oz Amos; “contra el Fanatismo”, Ediciones ciruela -2012. España
3.-American Psychitric Association. Guía de Consulta de los Criterios Diagnósticos del DSM-5. Editorial Médica Panamericana. España
 
 
 

sábado, 14 de noviembre de 2015

POLÍTICA, POLÍTICOS Y DESARROLLO HUMANO

En estos tiempos donde predomina la mentira como virtud de los exitosos políticos en todo el mundo, mas en los países subdesarrollados o de desarrollo medio, como el nuestro México, inmerso en la corrupción y la pobreza, es necesario reflexionar sobre el significado de la política, como actividad humana, en aras de actualizar el debate que permita contrarrestar la estrategia prevaleciente de descalificación de la política, los políticos y la integración del falso debate, para acabar con sus principales actores, los partidos políticos, sustituyéndolos por la ciudadanización del poder gubernamental. 

Son políticos que han llegado al extremo de transgredir el derecho fundamental libre de todo ciudadano para decidir su pertenencia a un partido político, como sucede en este momento en Nuevo León, donde el gobernador “independiente y ciudadano” Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón y sus principales funcionarios están exigiendo la renuncia a sus militancias partidistas a los burócratas, amenazando con sancionarlos hasta con suspensiones y ceses laborales, proyectando ignorancia y despotismo en los usos del poder, muy habituales en quienes recurren a descalificar a los políticos, sobre todo de los partidos con sus conceptos de “partidocracias, partidotiranias”. 

Muchos de ellos, desconocen el significado de la política, sabrán si acaso, que Aristóteles uso ese término en su obra, titulada justamente “Política” en el siglo V A.C, que esa palabra viene del griego politika, que es una derivación del término polis, que significa “civil, relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano” (1), iniciando así la construcción de todo una concepción filosófica de la política, con una guía central, lograr el bien común, ese, que como perorata expresan una y otra vez en sus posturas demagógicas los políticos en el poder. La mayoría desconoce que desde entonces las concepciones, sobre este término han evolucionado, tratando de superar paradigmas reduccionistas del saber, sobre esta actividad, que en la historia de la humanidad, se había manifestado en las luchas por el poder y la dominación territorial imperial en las culturas milenarias de los persas y los chinos, como lo ha referido el filosofo Enrique Dusell en sus estudios sobre filosofía e historia de la política (2).

Hoy la política es una actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos, donde se busca el poder, cuyos usos están determinados por los intereses económicos y políticos del grupo dominante, como así lo han enfatizado la mayor parte de los politólogos desde Maquiavelo (3), Max Weber (4), Carl Schmit (5), Maurice Duverger (6) hasta Sartori (7). En este milenio, yo agregaría que ese poder debería lograr un fin trascendente, que debe ser: alcanzar los máximos niveles de desarrollo humano y social de las personas, sin lo cual esta actividad seguirá siendo despreciable para la mayoría de los ciudadanos en nuestras sociedades. Por eso es fundamental integrar a la política como una ciencia, para gobernar, para estudiar el poder público, sustraído de la convivencia pública, del Estado o de sus instituciones, donde es fundamental la participación ciudadana al poseer la capacidad de distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para garantizar el bien común en la sociedad. Gramsci, expresó que el primer elemento, el pilar de la política, "es el que existen realmente gobernados y gobernantes, dirigentes y dirigidos. Toda la ciencia y el arte político se basa en este hecho primordial, irreductible”. (8) 

Pero también es necesario que la política integre el imperativo ético, como una disposición a obrar en una sociedad utilizando el poder público organizado para lograr objetivos provechosos para el grupo, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. (9) Finalmente, para conciliar intereses, se impone que en la política se domine el arte de la negociación con la intención de resolver o minimizar el choque entre los intereses encontrados que se producen dentro de una sociedad, subordinando el interés supremo del bienestar y la prosperidad de los habitantes en una nación. En MORENA nos enaltece el quehacer político, porque tenemos integrados estos conceptos, que como manantiales fluyen virtuosamente en nuestros principios, el estatuto y el programa político para lograr una nueva cultura política, superando las perversiones y desviaciones de los políticos corruptos, donde prevalecen el influyentismo, el corporativismo, el clientelismo, el faccionismo y el pragmatismo ramplón oportunista, y así recuperemos el imperativo de la Ética política, como la esencia del cambio democrático, que acabe con el régimen de oprobio que padecemos los mexicanos, para lograr nuestro principal objetivo: “Construir una sociedad libre, justa, solidaria, democrática y fraterna.” (10) 

Los políticos necesitamos, en nuestras conductas no seguir deformando estos conceptos fundamentales, debemos luchar contra el desprestigio de la actividad política, que como estrategia siguen fomentando las oligarquías dominantes del sistema capitalista neoliberal, que domina en el mundo, para aniquilar a los partidos políticos de izquierda o progresistas, metiéndonos en el falso debate de ciudadanos contra partidos. Bibliografías. 
1. Aristóteles. “Política”, editorial Gernika. 
2. Dusell, Enrique. “Política de la Liberación, Historia Mundial y Crítica” Editorial Trotta, Madrid. 
3. Maquiavelo, Nicholas. “El Príncipe”. Editorial Taurus, México. 
4. Weber, Max. “El Político y el Científico”, Ediciones Coyoacán, México 
5. Schmit, Carl. “El Concepto de lo Político”. Editorial Alianza, México. 
6. Duverger, Mauricio. “Los Partidos Políticos”. Ediciones del Fondo de Cultura Económica, México. 
7. Sartori, Giovanni. “La Política: Lógica y Método en las Ciencias Sociales”. Ediciones del Fondo de Cultura Económica, México. 
8. Gramsci, Antonio. “La Política y el Estado”. Editorial Península, Madrid. 
9. Villoro, Luis. “El poder y el valor. Fundamentos de una ética política” Ediciones del Fondo de Cultura Económica, México. 
10. Documentos Básicos de MORENA.

viernes, 6 de noviembre de 2015

MARIHUANA, LEGALIZANDO EL CONSUMO PERSONAL EN MEXICO

El tema distractor de esta semana en México, ha sido la decisión Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que de acuerdo a la nota periodística de la     Jornada, (http://www.jornada.unam.mx/2015/11/05/politica/003n1pol) “declaró la inconstitucionalidad de la ‘‘prohibición absoluta’’ del consumo de mariguana, al conceder un amparo –que beneficia exclusivamente a cuatro quejosos– para que consuman, siembren, cultiven, cosechen, preparen, posean y transporten la yerba para autoconsumo lúdico y recreativo”.

Rápidamente los políticos en el poder, desde el presidente,  Enrique Peña Nieto, su gabinete de seguridad y hasta su Secretaria de Salud, Mercedes Juan, reaccionaron tratando de imponer el mensaje: “el uso de la marihuana no se ha legalizado, tampoco autoriza su producción ni comercialización en México”, sin dejar de reforzar el mandato de la SCJN, que refuerza la necesidad del debate sobre la legalización del consumo personal de la marihuana. En tanto algunas de las personalidades del arte, la cultura, intelectuales y académicas, refrendaron sus posturas a favor de esta legalización, motivados por el beneplácito, por esta decisión de la SCJN, que como sociedad nos coloca en una etapa para el bien de  nuestro desarrollo social.
El manejo mediático de este tema, se integra a la distracción de los graves problemas nacionales, generadas por la corrupción, la desigualdad y sus lacras de pobreza, injusticia que han generado las “reformas estructurales” de este régimen peñanietista, que esta semana, vuelven a brillar con dos imposiciones de los politicos pripanistas: una de la Comisión de Seguridad Social de la Cámara de Diputados, que aprobó la iniciativa presidencial para sustituir el Fondo Nacional de Pensiones de los Trabajadores al Servicio del Estado (Pensionissste) por una administradora de fondos para el retiro (Afore) que operará con el esquema privado; luego  el Senado aprobó, con el voto de PRI, PAN y PVEM, otorgar la Medalla Belisario Domínguez 2015, al empresario Alberto Bailleres, uno de los cuatro hombres más ricos de México, cuya fortuna, la hecho, inmerso en las prácticas corruptas de los gobiernos pripanistas, traficando influencias, recibiendo prebendas de los funcionarios y protegiendo su impunidad contra las injusticias y depredaciones ambientales en sus empresas mineras, como dijo Andrés Manuel López Obrador “son tiempos de decadencia”. Premiar a un hombre que se enriqueció sin escrúpulos y con los abusos del poder, generador de pobrezas y conductas mercantilistas deshumanizantes, es la mayor afrenta a Belisario Domínguez, quien fue víctima mortal de esos abusos del poder de los gobernantes y cuya medalla se instauro para reconocer las luchas trascendentes de las y los mexicanos, contra esos usos del poder ignominioso, los pripanistas están elevando a categoría trascendente el abuso del poder de los ricos, acorde con las políticas rapaces del neoliberalismo, que cada día nos degrada mas en el mundo.    

El tema de despenalizar o descriminalizar el consumo de marihuana en México, desde hace una década, había venido posesionándose como uno de los debates necesarios, en el marco de la infame tragedia que los mexicanos padecemos de violencia, homicidios y desapariciones, por la guerra absurda que el estado y sus gobernantes han declarado contra la delincuencia organizada inmersa en el narcotráfico,  con sus estrategias de militarización y sus lacras de cientos de miles de muertos y tragedias como las de Ayotzinazapa ,Tlatotaya y San Fernando, además de la violación persistente a nuestros derechos humanos fundamentales. Resalta además según los datos estadísticos de la oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, que en los pasados tres años han sido detenidas 253 mil personas por delitos contra la salud, lo que representa 73 por ciento por cargos penales de posesión y consumo de mariguana en México.
El año pasado, asistí al 16 Congreso Internacional de Adicciones, celebrado en Cancún, organizado por los Centros de Integración Juvenil, uno de los organismos de la sociedad civil, que en México ha destacado por sus acciones preventivas, de investigación y atención a las adicciones, y con sorpresa observé la prevalencia de posturas en contra del uso medicinal, lúdico y recreativo, no sólo inmerso en los discursos de los funcionarios de la Secretaria de Salud, en los estados y del Consejo Nacional Contra las Adicciones, sino hasta de respetables académicos y científicos que casi fanatizaban “por sus conocimientos científicos”, inmersos en sus investigaciones, sobre las maldades y perversiones de esta droga, hasta existió una mesa promotora y receptora de apoyos contra la legalización de la marihuana, en los cuatro días que duro este congreso. No hubo el ambiente de libertad, tolerancia a la diversidad y a la pluralidad que se requiere en un congreso académico-científico, para tratar estos temas; este es el mismo ambiente que se reproduce en los diferentes ámbitos de los grupos conservadores.

Así, el debate abierto sobre este tema, que debe prevalecer en todos los ciudadanos, principalmente a los políticos, legisladores, intelectuales, académicos, científicos, profesionistas, y artistas, debe tener por objetivo la visión de este problema, como un problema de Salud Pública, dejando la prevaleciente perspectiva de un tema asociado a las ciencias penales,  como ya lo había referido en este blog. Sólo el paradigma de las ciencias de la salud pública ofrece una visión holística, integral sin reduccionismos reforzadores de prejuicios, más lejos de intereses políticos, sustentados en la mentira o la pseudo moralidad, de gobernantes como Jaime Rodríguez Calderón, el “Bronco”, quien declaró a la prensa,  sobre esta decisión de la SCJN, “esta situación es el principio de la perversión.” “No estoy de acuerdo, nunca estaré de acuerdo en que se tomen decisiones así, porque ése es el principio de la perversión total”, proyectando con todo esplendor, la moralidad que parafraseaba así, la Santa Inquisición, en los tiempos más obscuros de la historia de nuestra humanidad, para justificar sus atrocidades, inmersas en sus torturas y asesinatos de los pervertidos. En el consumo de drogas, como la marihuana,  son necesarias acciones de regulación sanitaria, prevención, atención y rehabilitación integral  que el estado debe garantizar, más que moralizar y criminalizar sobre sus problemas.
Los políticos y mas los gobernantes, deben de tener muy claro que una de las  responsabilidad del Estado es aplicar políticas que garanticen no sólo el derecho a la salud de las personas y la comunidad, sino del respeto cabal a los derechos humanos fundamentales, hoy muy transgredidos por el gobierno, que le ha merecido llamadas de atención hasta de la ONU.