En este tiempo de la pandemia, la sociedad se conmociona ante las
conductas deshumanizantes, que van desde las posturas de los comerciantes al
considerarnos sólo consumidores, como clientes, como una oportunidad de
negocio, usando la mentira para vender productos milagros, contra el Covid-19,
hasta las conductas violentas que promueven contra el personal de salud, que ha
llegado hasta salvajismos, como los intentos de homicidio de enfermeras.
Resulta que el pasado martes, en Palacio Nacional, donde cotidianamente
se presenta el reporte más reciente del Covid-19 en la conferencia vespertina,
la compañera Fabiana Zepeda Arias, coordinadora del área de enfermería del IMSS,
se dirigió a quienes agreden al personal de salud y les refirió: “nosotros
podemos salvar sus vidas. Somos personas. Abandonamos nuestras casas, nuestras
familias, nuestra vida en los hospitales. Y es así, porque decidimos ser lo que
somos”, luego lamentó entre sollozos que “el uniforme de enfermera que viste
desde hace 27 años, ahora se lo tenga que quitar para no ser lastimada en la
calle. ¡No los vamos a infectar! Siéntanse tranquilos, déjennos cuidarlos,
dijo llorando”. Fabiana que tiene a su cargo 131 mil enfermeras y enfermeros
del IMSS en todo el país, recordó que a pesar del llamado de distintas
instituciones para evitar la discriminación y la agresión al personal de salud,
no han cesado. https://www.jornada.com.mx/2020/04/21/politica/007n1pol
Sus palabras deberían cimbrar la conciencia de todos y todas las
mexicanas, que deben contribuir a acabar con las múltiples conductas perversas
que han venido prevaleciendo, en esta etapa de la pandemia, alejadas de los
valores humanistas tradicionales básicos en todos los niveles, desde los
personajes más empoderados económica, política y religiosamente, hasta los
simples ciudadanos que siguen con posturas individualistas, desconfiados,
desempatizados, carentes del amor fraternal y solidario en tiempos de crisis.
Algunos se preguntan, cómo es que nos volvimos tan salvajes?, sin duda
fue cuando se impuso el pensamiento dominante del capitalismo salvaje en
nuestra sociedad contemporánea, con sus lacras de mercantilismo,
individualismo, hiperconsumo y la degradación de los valores humanistas,
llegando a la perversión de identificar la riqueza con dinero, donde la corrupción
se legitimo como estilo de vida, necesario para el éxito, encumbro las glorias
del ser humano en el tener, no en el ser, con la perversión de los motivos y
objetivos de la existencia humana.
La supremacía de sus poderes económicos y políticos en nuestros países, los
llevo a imponer sus modelos y paradigmas, con sus concepciones del bienestar y
desarrollo social y humano, marginando desde las ciencias hasta los análisis
éticos, filosóficos y axiológicos. Así, promovieron todas las formas de privatización,
lograron magistralmente modelar el cerebro humano con su neuromarketing,
dejamos de ser considerados siquiera como personas, pasamos a ser clientes, hasta
en los servicios públicos, en los deberes fundamentales de los estados, como el
derecho a la educación y la salud, donde hoy enfrentamos las consecuencias por
la falta de la infraestructura sanitaria mínima necesaria.
Fueron sus procesos educativos impuestos, los que llevaron a desarrollar
sistemas de creencias y aprendizajes inmersos en pensamientos y mentalidades
dirigidas al hedonismo que genera la satisfacción inmediata del placer, como
bien supremo, aniquilando el saber,
predominando el valor de cambio pragmático de los conocimientos, no del
pensar, menos del escepticismo, ni que decir de las ausencias de la ética y las
humanidades como bases formativas del ser humano, en todos los niveles
educativos. No sólo lograron que no avanzáramos en las coberturas de
escolaridad básica y la formación de oficios y profesiones, necesarios para
lograr los más altos grados de desarrollo social, sino además llegaron en sus mercantilismos
educativos, no sólo a degradar la formación integral que se requiere sino a
generar la adulación por los títulos nobiliarios, llegando a generar doctorados
y títulos subordinados a sus intereses mercantiles, el que paga manda, con insuficiencia
en conocimientos elementales, cultura básica y humanismo.
En la salud, se exhibe la barbarie que significa la consideración de los
seres humanos como entes físicos, consumidores, como clientes, como oportunidad
de negocio, y el condicionar servicios, equipos y medicamentos a las utilidades,
que por décadas hemos estado combatiendo invocando a la medicina social como
eje central de las políticas públicas de salud, obteniendo como respuesta de
los gobiernos, la represión, marginación y exclusión del sistema de salud. No
sólo no dejaron que se multiplicaran las escuelas formadoras de recursos técnicos
y profesionales de la salud, sino además reprimían todo intento de reformas en
los planes y programas de estudios, algunas como nuestra escuela de medicina del
Instituto de Ciencias de la Salud, en la década de los ochentas del siglo
pasado, fue eliminada por ser trinchera contra la educación mercantilista y
deshumanizante de la medicina que nos infesto ese capitalismo salvaje.
Así que generación, tras generación fue inmersa en insuficiencias afectivas,
cognoscitivas, intelectuales, psicomotoras, humanistas y éticas que facilitaron el predominio del
cerebro emocional, ese que logro el éxito del neuromarketing, sobre el
racional, con las lacras de la violencia y ese salvajismo de la ira de la
barbarie que hoy lamentamos, pero que nos llevara a repensar y construir las
bases de las profundas reformas que exige una nueva vida inmersa en los valores
humanistas que dejamos.