El pasado domingo se celebró nuevamente como cada año el Día Mundial de la Salud Mental, acordado así por la OMS desde 1992 con el propósito de recordar a todos los países y sociedades del mundo la necesidad de reivindicar los derechos a la salud mental de los pacientes, luchar contra el estigma de las enfermedades mentales y atender este ámbito de la salud tan olvidado y atendido marginalmente en países como el nuestro donde prevalecen mínimos intereses en financiar los programas, desarrollar políticas y las reformas legislativas necesarias que permitan la protección y fomento de la salud mental de nuestra sociedad. El tema es mas relevante en estos momentos donde la violencia social prevalece con sus atrocidades y dramatismos cotidianos que sólo han estado beneficiando los intereses de los políticos y los medios de la comunicación incrementando inmoralmente sus mercadeos y sus ganancias económicas, sin importarles la salud mental de la poblacion. Así este año se conmemora este día bajo el lema "Sin salud mental no hay salud real" que pretende promover “un debate más franco en torno a los trastornos mentales y las inversiones en servicios de prevención y tratamiento”. Las autoridades de la OMS tratan de hacer énfasis en la necesidad de “hacer frente a los problemas de salud mental de las personas aquejadas de enfermedades crónicas”, atendiendo a que la salud física y la mental están directamente relacionadas.
En el marco de el desinterés de nuestras autoridades de salud, no resulta nada extraño que ni siquiera conmemoraran con algún acto institucional trascendente este día mundial de la salud mental, que en otras partes del mundo hizo que la mayoría de los países cuando menos reafirmaran su compromiso en la atención de la salud mental de sus habitantes. México sigue padeciendo de la ausencia de visión de los gobernantes y su sociedad en conjunto de la importancia de la salud mental en el desarrollo humano y social, tan es así que ni siquiera se han interesado en la importancia que el fomento de la salud mental desde el embarazo hasta las diferentes etapas del ciclo del desarrollo humano, tiene para lograr la disminución de la prevalencia en las conductas violentas, adictivas y antisociales que padecemos. Persiste el reduccionismo en la concepción de la salud en general, limitándolo a la visión de lo físico, sólo se esta enfermo si hay alteraciones físicas, las emociones, las conductas y el complejo funcionamiento de la mente no importan, mucho menos la expresión social del funcionamiento de la persona. Se sigue actuando en el marco de los daños a la esa salud física con costosos financiamientos en sus métodos diagnósticos y curativos y con una minima inversión en la atención a la prevención fomentando conductas saludables en todas las personas en sus diferentes etapas de desarrollo humano. Los grandes avances de la biología molecular y el conocimiento del genoma humano han servido mas para fortalecer este reduccionismo sobre la concepción de la salud a pesar de que los avances científicos generales siguen fortaleciendo esa concepción holística inherente a la definición oficial que sobre la salud acordaran los expertos de la Organización Mundial de la Salud en el siglo pasado: “El estado de completo bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedad o invalidez”. No se ha aceptado la relación íntima y bidireccional existente entre las patologías mentales y las físicas crónicas
Los servicios de salud mental del sector salud y privados siguen prevaleciendo sobre la atención de las enfermedades mentales demandantes en el marco de sus crisis agudas y la consecuente intranquilidad familiar y/o comunitaria con un modelo de atención curativo sustentado en privilegiar el uso de psicofármacos, disminuyendo la importancia de las psicoterapias y otras intervenciones psicosociales, así como los factores culturales y sociales inmersos; en le caso de las necesidades de internamiento persisten los modelos transgresores de los derechos del paciente atentando no solo sus derechos sino la dignidad del paciente, con ausencias de procesos de rehabilitación progresivas para la reinserción social del paciente. La influencia de la reforma a los procesos de atención psiquiátrica, tratando de acabar con el modelo manicomial deshumanizante, que prevaleció a finales del siglo pasado en el mundo, sigue sin lograr su integración en nuestro país, por ese desden que los gobiernos han tenido a modernizar la atención psiquiátrica; persisten instituciones que internan a los pacientes psiquiátricos en estas condiciones manicomiales y carcelarias, transgresores de los mínimos derechos humanos y civiles de los pacientes.
Así la prevención y fomento de la salud mental en nuestra sociedad se ausenta por la carencia de un plan de salud mental con sus respectivos programas que logren la operatividad plena en el marco de una red de servicios para la salud mental que logre la cobertura plena para todos los habitantes en los diferentes niveles de atención, con módulos integrados por equipos de salud mental en hospitales generales y de especialidades, en clínicas generales, centros de salud hasta la integración de centros de salud mental comunitarios que debieran ser el eje central del proceso de atención con el nuevo modelo de atención integral a la salud mental que en los países mas desarrollados les ha funcionado por sus exitosas intervenciones no sólo en la prevención y fomento de la salud mental sino en la rehabilitación exitosa de las enfermedades psiquiátricas de los pacientes contribuyendo a que sus sociedades sean menos estresantes, violentas y adictivas; generando además su contribución al desarrollo científico y académico de las ciencias de la conducta en el mundo.
Los políticos gobernantes al carecer de visión en el marco de la importancia de las políticas de salud mental, son sometidos a los referidos reduccionismos por sus funcionarios de salud quienes subordinados acríticamente se dedican a servir cumpliendo los mandatos y las decisiones correspondientes sobre las políticas en salud pública, contrarios a las sugerencias y propuestas de los expertos de los organismos internacionales de salud, entrampándose en simulaciones e incumplimientos que en ocasiones son absurdos, porque están sustentados en la ignorancia y los intereses políticos como sucede en las decisiones que han asumido para la atención del problema de la violencia en todas sus manifestaciones (social, familiar, escolar, comunitaria.) y en el emergente problemas de las adicciones a las drogas, el alcoholismo y el tabaquismo, creando programas desarticulados de las necesidades de la atención a la salud mental de la población en el marco de la prevención, el fomento y la protección en este ámbito, contribuyendo a la dispersión de esfuerzos y el uso inadecuado de los pocos recursos financieros que se invierten. Además de carecer de esta visión, los tres niveles de gobierno siguen con la incapacidad de unir o coordinar esfuerzos, evitando la duplicidad de acciones no sólo en las necesidades de la atención a la salud en general sino en estos problemas emergentes derivados de conductas poco saludables emergentes como el incremento de las adicciones, el alcoholismo, el tabaquismo, la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial, las enfermedades del corazón, respiratorias, el cáncer, las muertes por accidentes en vehículos automotores y los homicidios en el contexto de la violencia epidémica que estamos viviendo.
Otro de los reduccionismos justificantes del desinterés de los gobernantes y los políticos ha sido su creencia de que los problemas de salud mental, sus enfermedades, las adicciones y la violencia que padecemos derivan fundamentalmente de las crisis económicas y sus lacras de pobreza y desempleo, que sin duda son factores que contribuyen a la expresión de estos problemas pero ubicarlas como determinantes constituye un error al excluir el resto de los factores que determinan la salud mental de la población y sus integrantes como son los biológicos, culturales, psicológicos, ecológicos y sociales. La realidad que estamos enfrentando, los trabajadores de la salud mental, además de los problemas ya señalados, es el grave incremento de la prevalencia de los trastornos psiquiátricos como la depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar, la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos en el marco del estrés agudo y postraumático que las personas vivencian como victimas de la inseguridad y la violencia social; tan sólo las autoridades de salud señalan que actualmente el 30% del total de la población cursa con algún problema de salud mental que requiere atención medica. Estamos tan lejos de lograr la cobertura deseable de atención a estos problemas y mas de lograr eficiencia y eficacia en su prevención así como en la protección y fomento de la salud mental desde la infancia con los niños que mañana incrementaran esa prevalencia de trastornos psiquiátricos que hoy nos alarma y que sigue sin lograr el interés de los gobernantes de invertir.
En tanto los políticos que nos gobiernan y la sociedad en su conjunto no logre integrar la importancia de la salud mental en las personas, la familia y la comunidad seguiremos padeciendo estos problemas que obstaculizan el pleno desarrollo humano porque en ella se fundamenta el bienestar no sólo individual sino social y proporciona las bases fundamentales para el desarrollo de las potencialidades que definen sus competencias laborales y roles sociales
Quienes estamos inmersos y comprometidos en la lucha por la Salud Mental seguimos aspirando a que se concrete en nuestra población como el goce del grado máximo de salud que se puede lograr, como uno de los derechos fundamentales e inalienables del ser humano, sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica y social, como hace lustros lo conceptualizo el Comité de Salud Mental de la OMS.
En el marco de el desinterés de nuestras autoridades de salud, no resulta nada extraño que ni siquiera conmemoraran con algún acto institucional trascendente este día mundial de la salud mental, que en otras partes del mundo hizo que la mayoría de los países cuando menos reafirmaran su compromiso en la atención de la salud mental de sus habitantes. México sigue padeciendo de la ausencia de visión de los gobernantes y su sociedad en conjunto de la importancia de la salud mental en el desarrollo humano y social, tan es así que ni siquiera se han interesado en la importancia que el fomento de la salud mental desde el embarazo hasta las diferentes etapas del ciclo del desarrollo humano, tiene para lograr la disminución de la prevalencia en las conductas violentas, adictivas y antisociales que padecemos. Persiste el reduccionismo en la concepción de la salud en general, limitándolo a la visión de lo físico, sólo se esta enfermo si hay alteraciones físicas, las emociones, las conductas y el complejo funcionamiento de la mente no importan, mucho menos la expresión social del funcionamiento de la persona. Se sigue actuando en el marco de los daños a la esa salud física con costosos financiamientos en sus métodos diagnósticos y curativos y con una minima inversión en la atención a la prevención fomentando conductas saludables en todas las personas en sus diferentes etapas de desarrollo humano. Los grandes avances de la biología molecular y el conocimiento del genoma humano han servido mas para fortalecer este reduccionismo sobre la concepción de la salud a pesar de que los avances científicos generales siguen fortaleciendo esa concepción holística inherente a la definición oficial que sobre la salud acordaran los expertos de la Organización Mundial de la Salud en el siglo pasado: “El estado de completo bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedad o invalidez”. No se ha aceptado la relación íntima y bidireccional existente entre las patologías mentales y las físicas crónicas
Los servicios de salud mental del sector salud y privados siguen prevaleciendo sobre la atención de las enfermedades mentales demandantes en el marco de sus crisis agudas y la consecuente intranquilidad familiar y/o comunitaria con un modelo de atención curativo sustentado en privilegiar el uso de psicofármacos, disminuyendo la importancia de las psicoterapias y otras intervenciones psicosociales, así como los factores culturales y sociales inmersos; en le caso de las necesidades de internamiento persisten los modelos transgresores de los derechos del paciente atentando no solo sus derechos sino la dignidad del paciente, con ausencias de procesos de rehabilitación progresivas para la reinserción social del paciente. La influencia de la reforma a los procesos de atención psiquiátrica, tratando de acabar con el modelo manicomial deshumanizante, que prevaleció a finales del siglo pasado en el mundo, sigue sin lograr su integración en nuestro país, por ese desden que los gobiernos han tenido a modernizar la atención psiquiátrica; persisten instituciones que internan a los pacientes psiquiátricos en estas condiciones manicomiales y carcelarias, transgresores de los mínimos derechos humanos y civiles de los pacientes.
Así la prevención y fomento de la salud mental en nuestra sociedad se ausenta por la carencia de un plan de salud mental con sus respectivos programas que logren la operatividad plena en el marco de una red de servicios para la salud mental que logre la cobertura plena para todos los habitantes en los diferentes niveles de atención, con módulos integrados por equipos de salud mental en hospitales generales y de especialidades, en clínicas generales, centros de salud hasta la integración de centros de salud mental comunitarios que debieran ser el eje central del proceso de atención con el nuevo modelo de atención integral a la salud mental que en los países mas desarrollados les ha funcionado por sus exitosas intervenciones no sólo en la prevención y fomento de la salud mental sino en la rehabilitación exitosa de las enfermedades psiquiátricas de los pacientes contribuyendo a que sus sociedades sean menos estresantes, violentas y adictivas; generando además su contribución al desarrollo científico y académico de las ciencias de la conducta en el mundo.
Los políticos gobernantes al carecer de visión en el marco de la importancia de las políticas de salud mental, son sometidos a los referidos reduccionismos por sus funcionarios de salud quienes subordinados acríticamente se dedican a servir cumpliendo los mandatos y las decisiones correspondientes sobre las políticas en salud pública, contrarios a las sugerencias y propuestas de los expertos de los organismos internacionales de salud, entrampándose en simulaciones e incumplimientos que en ocasiones son absurdos, porque están sustentados en la ignorancia y los intereses políticos como sucede en las decisiones que han asumido para la atención del problema de la violencia en todas sus manifestaciones (social, familiar, escolar, comunitaria.) y en el emergente problemas de las adicciones a las drogas, el alcoholismo y el tabaquismo, creando programas desarticulados de las necesidades de la atención a la salud mental de la población en el marco de la prevención, el fomento y la protección en este ámbito, contribuyendo a la dispersión de esfuerzos y el uso inadecuado de los pocos recursos financieros que se invierten. Además de carecer de esta visión, los tres niveles de gobierno siguen con la incapacidad de unir o coordinar esfuerzos, evitando la duplicidad de acciones no sólo en las necesidades de la atención a la salud en general sino en estos problemas emergentes derivados de conductas poco saludables emergentes como el incremento de las adicciones, el alcoholismo, el tabaquismo, la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial, las enfermedades del corazón, respiratorias, el cáncer, las muertes por accidentes en vehículos automotores y los homicidios en el contexto de la violencia epidémica que estamos viviendo.
Otro de los reduccionismos justificantes del desinterés de los gobernantes y los políticos ha sido su creencia de que los problemas de salud mental, sus enfermedades, las adicciones y la violencia que padecemos derivan fundamentalmente de las crisis económicas y sus lacras de pobreza y desempleo, que sin duda son factores que contribuyen a la expresión de estos problemas pero ubicarlas como determinantes constituye un error al excluir el resto de los factores que determinan la salud mental de la población y sus integrantes como son los biológicos, culturales, psicológicos, ecológicos y sociales. La realidad que estamos enfrentando, los trabajadores de la salud mental, además de los problemas ya señalados, es el grave incremento de la prevalencia de los trastornos psiquiátricos como la depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar, la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos en el marco del estrés agudo y postraumático que las personas vivencian como victimas de la inseguridad y la violencia social; tan sólo las autoridades de salud señalan que actualmente el 30% del total de la población cursa con algún problema de salud mental que requiere atención medica. Estamos tan lejos de lograr la cobertura deseable de atención a estos problemas y mas de lograr eficiencia y eficacia en su prevención así como en la protección y fomento de la salud mental desde la infancia con los niños que mañana incrementaran esa prevalencia de trastornos psiquiátricos que hoy nos alarma y que sigue sin lograr el interés de los gobernantes de invertir.
En tanto los políticos que nos gobiernan y la sociedad en su conjunto no logre integrar la importancia de la salud mental en las personas, la familia y la comunidad seguiremos padeciendo estos problemas que obstaculizan el pleno desarrollo humano porque en ella se fundamenta el bienestar no sólo individual sino social y proporciona las bases fundamentales para el desarrollo de las potencialidades que definen sus competencias laborales y roles sociales
Quienes estamos inmersos y comprometidos en la lucha por la Salud Mental seguimos aspirando a que se concrete en nuestra población como el goce del grado máximo de salud que se puede lograr, como uno de los derechos fundamentales e inalienables del ser humano, sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica y social, como hace lustros lo conceptualizo el Comité de Salud Mental de la OMS.
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