viernes, 14 de octubre de 2011

LA SALUD MENTAL Y SUS PROFESIONISTAS.

En el marco del día mundial de la salud mental que se celebró el pasado 10 de octubre, cuyo lema para este año es “Invirtamos en Salud Mental”, que trata de motivar a los gobiernos para que asignen suficientes recursos financieros y humanos para la atención de la salud mental de nuestra sociedad, se impone la reflexión sobre la situación que guardan los profesionistas de la salud mental en nuestro país, ante el incremento de los problemas psicosociales como las adicciones, el alcoholismo, el bulliyng, mobbing, las conductas antisociales con sus lacras de violencia; la violencia intrafamiliar, los homicidios y el suicidio, además de los trastornos psiquiátricos como la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático, el trastorno bipolar, entre otros, que demandan la atención de servicios especializados.
El número de profesionistas que se encuentran disponibles para la atención de trastornos mentales en México, no es suficiente para atender satisfactoriamente las necesidades de la población, esto es más evidente en las poblaciones alejadas de los centros urbanos en los que se concentran los especialistas de la atención en salud mental: psiquiatras, psicólogos, psicoterapeutas, enfermeras y trabajadores sociales. En el país se cuenta con 2 psiquiatras por cada 100,000 habitantes, muy mal distribuidos, tan sólo el Distrito Federal concentra el 41% de los psiquiatras y psicólogos institucionales para la población abierta, le siguen las áreas metropolitanas de Guadalajara, Monterrey y Puebla que forman parte de los 7 estados que cuando menos tienen suficiencia de psiquiatras de uno por 100 mil habitantes, aunque con una distribución. En tanto en Campeche, Chihuahua, Quintana Roo y Zacatecas, la carencia de psiquiatras es casi absoluta. Otro aspecto a resaltar es que en las entidades federativas, estos profesionistas se concentran en las ciudades de mayor tamaño y desarrollo. Se recomienda un psiquiatra por 100,000 habitantes y solo siete estados de nuestro país lo cubren. Existen además solo .05 trabajadores sociales psiquiátricos y sólo .04 enfermeras psiquiátricas por cada 100,000 habitantes, también con esta distribución desigual en toda la Republica Mexicana. Resulta aberrante que en nuestro estado la Facultad de Enfermería de la UANL haya privilegiado la formación de especialistas en podología que en enfermería psiquiátrica y que la facultad de trabajo social siga sin integrar la formación de trabajadores sociales psiquiátricos.

Ante el incremento de la demanda de servicios para la salud mental, resulta que están proliferando escuelas formadoras de recursos profesionales como psicólogos y psicoterapeutas con la paradójica situación de la deficiencia cuantitativa, en la formación de especialistas necesarios de psiquiatría, que siguen prevaleciendo en un número muy bajo de conformidad con estas necesidades de nuestra sociedad. Las acciones para la formación de recursos especializados son insuficientes y las proyecciones al futuro son inciertas, ya que no se estará en posibilidad de cubrir con el mínimo de psiquiatras, psicólogos, enfermeras y trabajadores sociales que se requieren para cumplir con las necesidades de atención de la población. La realidad imperante gira en torno a la escasez de plazas de estos especialistas en las instituciones públicas y privadas que conforman el sistema nacional de salud porqué crónicamente han desdeñado invertir en la atención a la salud mental y cuando emergen problemas como el de las adicciones se ponen a triplicar o cuadriplicar el presupuesto dedicados a estos programas atrapándose en las visiones reduccionistas y reactivas de las políticas de salud, que a la larga son un fracaso y poco contribuyen a mejorar la salud mental de nuestra población. Una política de atención a los problemas de salud mental de nuestra población que siga enfatizando modelos curativos y no logre trascender mediante acciones de prevención y fomento de la salud mental siempre estará destinada al fracaso.

Los profesionistas de la salud mental han tenido una historia recurrente de organización colegiada ausente o disfuncional, en nuestra sociedad, que garantice la calidad en el ejercicio de estas profesiones y sus especialidades con el cumplimiento no sólo de las normas y leyes que rigen el ejercicio profesional sino además de los requisitos académicos indispensables que tienen características particulares tanto por los perfiles vocacionales y dinamismos de personalidad que se requieren como el riguroso cumplimiento de la ética profesional, cuyas transgresiones del pasado dogmatizaron a estos ámbitos profesionales de la salud.
La aberración más profunda y significativa se ejemplifica en la aceptación de profesionistas que no son egresados de algunas de las áreas las ciencias de la salud para capacitarlos en algunas de las psicoterapias, con contenidos en alguna de los cientos de técnicas existentes y lo que es mas peor con personas que tienen integrados trastornos psicológicos que les generan desviaciones y conductas perversas en el ejercicio de sus técnicas con los pacientes provocando no sólo la cronificación de sus problemas emocionales o conductuales y/o los trastornos psiquiátricos, sino además integrándose a la red de charlatanería con sus curanderos, yerberos y espiritistas que prolifera en nuestra sociedad.
La deficiente organización y del funcionamiento colegiado para el ejercicio profesional sobre la salud mental de psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas ha ocasionado además la marginación de estos especialistas en la definición de las políticas públicas, inherentes a la salud mental y psicosocial, pero sobre todo su valiosa participación en la solución a los problemas emergentes que se generan en el marco de la violencia, las adicciones y las conductas criminales que padecemos socialmente. La responsabilidad social de la psiquiatría y psicología se ausenta por omisión en el ejercicio del rol que le corresponde en la construcción del desarrollo social y humano de nuestra patria.
Las escuelas y facultades formadoras de psicólogos para la atención de los problemas de salud han seguido arrastrando el lastre de las influencias escolásticas que definen sus planes de estudios, que prevalecían en el siglo pasado, obstaculizando la necesaria formación integral que supere reduccionismos que siguen imperando en los modelos de atención del ejercicio público y privado de sus profesiones. Es lamentable que sus psicólogos egresados no dominen el conocimiento biológico, ecológico, psicológico, social, cultural y económico que proporciona las bases de la visión multifactorial de la salud mental, que desconozcan los sistemas de clasificación de las enfermedades mentales, las diferentes alternativas existentes en los modelos de atención para la rehabilitación de las enfermedades mentales y que sus destrezas y habilidades profesionales se limiten al uso de algunas técnicas de psicodiagnostico y psicoterapia sin controles científicos rigurosos que hacen predominar el empirismo que excluye el saludable escepticismo que alimenta la riqueza de los procesos de atención a la salud.

Tan sólo en nuestro estado de Nuevo León, existen 18 instituciones dedicadas a la formación de profesionistas para la salud mental, la mayor parte privadas, con registro de validez oficial de estudios en la Secretaría de Educación, 12 son escuelas de psicología donde prevalece un plan de estudios con un diseño curricular tradicional integrado por lo que denominan un tronco común con materias básicas y conforme avanza el estudiante a los semestres superiores se va integrando a las cátedras que definirán su actividad profesional en las áreas de la psicología que escogió y que pueden ser: general o clínica, laboral o infantil. Existen además 7 instituciones que brindan educación de postgrado en psicoterapia donde predominan los modelos psicoanalíticos, sistémicos y humanistas, 2 forman sobre la psicología de la salud y sólo los psiquiatras son formados como especialistas en el departamento de psiquiatría del Hospital Universitario de la UANL en el marco de formación del programa de educación de especialistas médicos de la SSA.

Si sumamos la ausente investigación científica no sólo básica, de tipo epidemiológico sino sobre la eficiencia y eficacia de los métodos de diagnostico y tratamiento que prevalecen en los diferentes ámbitos institucionales públicos y privados existentes sobre la salud mental, en nuestras sociedades, el panorama se vuelve sombrío, quedando sólo como referente, validador, la construcción de los diferentes paradigmas que definen los modelos de intervención diagnostica y terapéutica que sus autores hicieron en el marco de su contexto sociocultural, sus vastas experiencias y los distinguidos reconocimientos académico-científicos que han merecido por sus contribuciones al conocimiento científico en las ciencias de la conducta y la salud mental. En tanto los estudios de postgrados siguen sujetos a esos contextos escolásticos que poco impactan en la solución de los graves problemas de salud mental y psicosocial que padecemos y en el desarrollo científico local o regional sobre estos temas en nuestra sociedad. Lo único que han logrado es mantener sus acotados poderes integrados a grupos de profesionales atrapados en las redes de intereses laborales y mercantilistas que obstaculizan el desarrollo educativo critico, creativo, humanista y libertario de estos procesos formativos de recursos necesarios para que cumplan su papel en el desarrollo social y humano de nuestras sociedades.
De ahí que prevalezcan no sólo la ausente visión holística en sus actividades cotidianas sino la dispersión de esfuerzos, el ausente trabajo en equipo y lo mas aberrante: conductas discriminatorias como la de los psiquiatras que marginan y desdeñan el trabajo profesional de los psicólogos y de los psicoterapeutas o viceversa: de los psicólogos y psicoterapeutas que desdeñan las intervenciones biológicas que los psiquiatras realizan en el marco de sus procesos de atención a los trastornos psiquiátricos. Más aberrantes son esas pugnas eternas entre las diferentes corrientes, psicoanalistas, conductistas, sistémicos y humanistas que prevalecen en nuestro medio profesional, donde los saludables escepticismos son sustituidos por dogmas que nada contribuyen al desarrollo de las ciencias de la conducta.
Por otra parte hay que evitar las transgresiones de los derechos humanos y la dignidad de las personas que padecen algún trastorno psiquiátrico y denunciar el maltrato físico y sexual, las privaciones de la libertad, las detenciones arbitrarias de los pacientes, el colocarlos en condiciones serviles, de sumisión, obligarlos a trabajos forzados, descuidarlos en la atención sanitaria básica, someterlos a tratos crueles y degradantes, privarlos de oportunidades educativas y laborales, además del uso perverso del poder político, económico o religioso que abusan de los derechos humanos y civiles de algunos pacientes en el marco de sus intereses.

La psicología, la psiquiatría y la psicoterapia son humanistas por excelencia y requiere que los profesionistas que nos dedicamos a cualquiera de estos ámbitos en el proceso de atención a la salud mental enfrentemos la responsabilidad no sólo con una solidez ética profesional sino una formación y capacitación continua que integre los conocimientos científicos del desarrollo de las ciencias que definen la conducta humana, sólo así estaremos alejados de visiones reduccionistas que obstaculizan los modelos necesarios de atención integral para la salud mental y con ello la atención eficaz y eficiente de los problemas de salud mental que prevalecen en nuestra sociedad.

En tanto son humanistas no tienen cabida ningún tipo de mercantilismo atroz como el que ejercen charlatanes, como los sanadores o curanderos defraudadores que ejercen sin escrúpulos aprovechando la ignorancia y el ausente control de las autoridades sanitarias de nuestro país.

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