En las últimas dos semanas en el programa “Cambios”, en el canal 12 de T.V. de Multimedios y dirigido por el Arq. Héctor Benavides, tuvimos una mesa de dialogo donde participamos con el Dr. Jesús Zacarías, Secretario de Salud de Nuevo León, La Lic. Graciela Buchanan, Presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Lic. Lic. Minerva Martínez Garza Presidenta de la Comisión Estatal de los derechos humanos y el Dr. Teodoro Brosig, Presidente de la Asociación de Psiquiatría del Noreste sobre las causas y efectos de la violencia sobre la salud mental de nuestra sociedad, aunque básicamente fue centrado en el estrés postraumático logramos abordar el resto de las problemáticas inherentes como la conducta antisocial, los trastornos de las emociones y su impacto en el desempeño escolar, laboral y social de las victimas.
Mi intervención fue lamentándome de qué, como sociedad estemos nuevamente dirigiendo nuestra atención a las consecuencias sobre la salud, a los efectos de estos problemas, más que a las causas que fundamentan las acciones preventivas, necesarias para mejorar la salud mental y en consecuencia lograr un mejor desarrollo social y humano. Uno de los problemas psicosociales mas estudiados en los últimos lustros ha sido la violencia con un abordaje holístico, multifactorial, definiendo las causas, los tipos, los factores de riesgo que han derivado en múltiples recomendaciones y resoluciones de la Organización Mundial de la Salud para que todos los países del mundo adopten medidas preventivas y de atención a los problemas que provocan en el seno de nuestras sociedades.
Refería que tan sólo, en este mes, la OMS, en el marco del Día mundial de la salud con su lema “Invirtamos en salud mental”, nos proporcionaba datos que sirven a la reflexión por ejemplo, como el que países como el nuestro, considerado de mediano desarrollo, no invertimos mas de 30 centavos de dollar por habitante para atender la salud mental, cuando lo recomendable es invertir de 3 a 4 dollares por persona al año, lo cual significaría que tan sólo en Nuevo León se requerirían, considerando su población actual en 4, 650,000 un mínimo 14 millones de dollares, que equivalen a casi 200 millones de pesos en nuestra moneda. Otro dato interesante es que además de invertir poco en la salud mental, resulta que mas del 90% de ese presupuesto se gasta en la atención hospitalaria de las instituciones existentes para el tratamiento de trastornos psiquiátricos crónicos y agudos y sólo el 10% restante se utiliza en actividades de prevención y fomento de la salud mental de toda la población. Conclusión invertimos poco para la atención de la salud mental y lo hacemos mal con modelos de atención desfasados de la modernización que se ha integrado desde el siglo pasado con las reformas humanistas a los procesos de atención a la salud mental, integrados en la mayor parte de los países europeos, y algunos del continente americano como Canadá, USA, Argentina y Chile.
El Secretario de Salud de Nuevo León, el Dr. Jesús Zacarías, informaba que cuando inició hace dos años la presente administración de gobierno, se invertían anualmente un promedio de 36 millones de pesos y que actualmente la inversión se ha incrementado a 58 millones de pesos anuales, lo cual muestra la necesidad de invertir mas sobre la salud mental en nuestra sociedad. Informaba además el lugar privilegiado que tenemos en relación al numero de psiquiatras que existían en nuestro estado, en promedio uno por ocho mil habitantes, cuando la recomendación de la OMS, es de uno por quince mil habitantes. Monterrey y su zona metropolitana en los últimos lustros han sido privilegiados con una alta concentración de estos profesionistas, que conjuntamente con la zona metropolitana del Distrito Federal y Guadalajara logran concentrar el 70% del total de estos profesionistas en el país. En tanto se desconoce el numero de profesionistas psicólogos, psicoterapeutas, enfermeras y trabajadores sociales especialistas en psiquiatría imprescindibles para el abordaje multifactorial e interdisciplinario que se requiere para la atención a la salud mental de nuestras sociedades. Como lo referí en el artículo anterior sobre los profesionistas de la salud mental las realidades que prevalecen es de la proliferación de escuelas de psicología sin los controles adecuados y con planes de estudios desfasados de las necesidades actuales, con enfoques reduccionistas y sin controles en el ejercicio profesional clínico que realizan sus egresados, además del ausente interés de las facultades de enfermería y trabajo social de nuestras universidades e instituciones públicas para formar especialistas para la atención de los problemas de la salud mental en nuestra sociedad.
El hecho es que la violencia social de tipo colectivo que estamos viviendo se ha sumado a la espiral de los problemas que venía deteriorando nuestra salud mental. Desde le siglo pasado, cuando en los setentas se promovían la visión integral de los problemas de salud y estaba en auge el movimiento reformista contra la deshumanización de los procesos de atención al enfermo mental para acabar con el estigma de la enfermedad mental y sus aberrantes modelos manicomiales, no hemos podido lograr ni siquiera integrar los modernos procesos de atención en condiciones de internamiento o ambulatorios de los enfermos mentales; mucho menos hemos logrado avanzar en la disminución de la prevalencia de las enfermedades mentales que hoy obstaculizan el desarrollo humano y social de nuestra sociedad como la depresión, el trastorno bipolar, la ansiedad, el estrés, los trastornos alimentarios (anorexia, bulimia) y las conductas adictivas o de abuso de alcohol, drogas, al tabaco.
Tan sólo en Nuevo León hacia finales del siglo pasado nuestra sociedad se conmocionaba con las tragedias resultantes de la persistente violencia interpersonal como la violencia intrafamiliar con sus feminicidios, la violencia infantil, juvenil y escolar con el emergente bullyng que se sumaban al incremento de las defunciones por violencia que otro tipo de violencia, como la autoinfligida provocaba con su duplicación en la prevalencia, me refiero al suicidio y algunas de sus expresiones escondidas como en las defunciones derivadas de accidentes de vehículos acompañadas del abuso de alcohol que llegan a constituir una de las primeras causas de muerte en el grupo de edad mas productiva de 19 a 44 años. Tan sólo en el año de 1998 nos sorprendía la paradoja de que prevalecieron más suicidios (catorce al mes), en tanto se consumaban doce homicidios mensuales. Luego a principio de este siglo se ha sumado la violencia colectiva, así definida por la OMS, donde es usada como instrumento de dominio, para empoderarse con fines económicos o políticos, que en nuestro caso se trata de las redes delincuenciales con sus homicidios, secuestros y lesiones que han generado miles de víctimas en todo el país, Nuevo León ha llegado a ocupar uno de los vergonzantes primeros lugares de todo el país en este tipo de actos criminales, tan sólo en este año han existido mas de 1000 homicidios en nuestra sociedad donde antes prevalecían no mas de doscientos setenta homicidios anualmente. Así es como se han incrementado los trastornos derivados del estrés agudo y postraumático, los trastornos adaptativos y sus expresiones psicopatológicas que confieren la ansiedad, la depresión y otros trastornos emocionales y de la conducta.
Desde el 2001 al OMS en su informe de las situación de la violencia en el mundo hizo su llamado a que los gobiernos que visualizaran los problemas de la violencia desde la perspectiva de la salud pública, que ha demostrado su eficiencia en la atención de otros problemas en el mundo, no se trataba de restar importancia a su abordaje desde la perspectiva de las ciencias penales sino se hacía un llamado a realizar un abordaje holístico que requiere el análisis multifactorial del fenómeno y la interdisciplinaridad científica que se construye en el armonioso funcionamiento de las instituciones publicas y privadas para la prevención y atención eficiente y eficaz del problema de la violencia en nuestras sociedades, incluidos sus efectos sobre la salud mental. Lamentablemente estas resoluciones no han tenido el impacto necesario en nuestros gobernantes para el fomento de los cambios políticos y jurídicos que logren los aportes financieros suficientes para la atención de estos problemas. Necesitamos tan sólo en Nuevo león 200 millones de pesos anuales para mejorar la salud mental de nuestros habitantes, hoy sólo se destinan esos 58 millones; en tanto esta semana se anuncio por el gobernador de nuestro estado que utilizaran un fondo de 50 millones de pesos en un programa destinado a gastar ese recurso como premio a los denunciantes; ¿acaso no tendría mas impacto a coto, mediano y largo plazo utilizar estos recursos en el prevención y fomento de la salud mental de sus habitantes?, uno lo tiene claro y coincide con el desarrollo de las ciencias que la mayoría de los políticos son renuentes a integrar en sus decisiones. Con 200 millones de pesos anuales podemos construir cuando menos una red de servicios públicos para la atención primaria a la salud mental para todos lo neoleoneses logrando cultivar la simiente que sin duda lograría un gran avance en la lucha contra la violencia y sus consecuencias sobre la salud mental de nuestra población.
Mi intervención fue lamentándome de qué, como sociedad estemos nuevamente dirigiendo nuestra atención a las consecuencias sobre la salud, a los efectos de estos problemas, más que a las causas que fundamentan las acciones preventivas, necesarias para mejorar la salud mental y en consecuencia lograr un mejor desarrollo social y humano. Uno de los problemas psicosociales mas estudiados en los últimos lustros ha sido la violencia con un abordaje holístico, multifactorial, definiendo las causas, los tipos, los factores de riesgo que han derivado en múltiples recomendaciones y resoluciones de la Organización Mundial de la Salud para que todos los países del mundo adopten medidas preventivas y de atención a los problemas que provocan en el seno de nuestras sociedades.
Refería que tan sólo, en este mes, la OMS, en el marco del Día mundial de la salud con su lema “Invirtamos en salud mental”, nos proporcionaba datos que sirven a la reflexión por ejemplo, como el que países como el nuestro, considerado de mediano desarrollo, no invertimos mas de 30 centavos de dollar por habitante para atender la salud mental, cuando lo recomendable es invertir de 3 a 4 dollares por persona al año, lo cual significaría que tan sólo en Nuevo León se requerirían, considerando su población actual en 4, 650,000 un mínimo 14 millones de dollares, que equivalen a casi 200 millones de pesos en nuestra moneda. Otro dato interesante es que además de invertir poco en la salud mental, resulta que mas del 90% de ese presupuesto se gasta en la atención hospitalaria de las instituciones existentes para el tratamiento de trastornos psiquiátricos crónicos y agudos y sólo el 10% restante se utiliza en actividades de prevención y fomento de la salud mental de toda la población. Conclusión invertimos poco para la atención de la salud mental y lo hacemos mal con modelos de atención desfasados de la modernización que se ha integrado desde el siglo pasado con las reformas humanistas a los procesos de atención a la salud mental, integrados en la mayor parte de los países europeos, y algunos del continente americano como Canadá, USA, Argentina y Chile.
El Secretario de Salud de Nuevo León, el Dr. Jesús Zacarías, informaba que cuando inició hace dos años la presente administración de gobierno, se invertían anualmente un promedio de 36 millones de pesos y que actualmente la inversión se ha incrementado a 58 millones de pesos anuales, lo cual muestra la necesidad de invertir mas sobre la salud mental en nuestra sociedad. Informaba además el lugar privilegiado que tenemos en relación al numero de psiquiatras que existían en nuestro estado, en promedio uno por ocho mil habitantes, cuando la recomendación de la OMS, es de uno por quince mil habitantes. Monterrey y su zona metropolitana en los últimos lustros han sido privilegiados con una alta concentración de estos profesionistas, que conjuntamente con la zona metropolitana del Distrito Federal y Guadalajara logran concentrar el 70% del total de estos profesionistas en el país. En tanto se desconoce el numero de profesionistas psicólogos, psicoterapeutas, enfermeras y trabajadores sociales especialistas en psiquiatría imprescindibles para el abordaje multifactorial e interdisciplinario que se requiere para la atención a la salud mental de nuestras sociedades. Como lo referí en el artículo anterior sobre los profesionistas de la salud mental las realidades que prevalecen es de la proliferación de escuelas de psicología sin los controles adecuados y con planes de estudios desfasados de las necesidades actuales, con enfoques reduccionistas y sin controles en el ejercicio profesional clínico que realizan sus egresados, además del ausente interés de las facultades de enfermería y trabajo social de nuestras universidades e instituciones públicas para formar especialistas para la atención de los problemas de la salud mental en nuestra sociedad.
El hecho es que la violencia social de tipo colectivo que estamos viviendo se ha sumado a la espiral de los problemas que venía deteriorando nuestra salud mental. Desde le siglo pasado, cuando en los setentas se promovían la visión integral de los problemas de salud y estaba en auge el movimiento reformista contra la deshumanización de los procesos de atención al enfermo mental para acabar con el estigma de la enfermedad mental y sus aberrantes modelos manicomiales, no hemos podido lograr ni siquiera integrar los modernos procesos de atención en condiciones de internamiento o ambulatorios de los enfermos mentales; mucho menos hemos logrado avanzar en la disminución de la prevalencia de las enfermedades mentales que hoy obstaculizan el desarrollo humano y social de nuestra sociedad como la depresión, el trastorno bipolar, la ansiedad, el estrés, los trastornos alimentarios (anorexia, bulimia) y las conductas adictivas o de abuso de alcohol, drogas, al tabaco.
Tan sólo en Nuevo León hacia finales del siglo pasado nuestra sociedad se conmocionaba con las tragedias resultantes de la persistente violencia interpersonal como la violencia intrafamiliar con sus feminicidios, la violencia infantil, juvenil y escolar con el emergente bullyng que se sumaban al incremento de las defunciones por violencia que otro tipo de violencia, como la autoinfligida provocaba con su duplicación en la prevalencia, me refiero al suicidio y algunas de sus expresiones escondidas como en las defunciones derivadas de accidentes de vehículos acompañadas del abuso de alcohol que llegan a constituir una de las primeras causas de muerte en el grupo de edad mas productiva de 19 a 44 años. Tan sólo en el año de 1998 nos sorprendía la paradoja de que prevalecieron más suicidios (catorce al mes), en tanto se consumaban doce homicidios mensuales. Luego a principio de este siglo se ha sumado la violencia colectiva, así definida por la OMS, donde es usada como instrumento de dominio, para empoderarse con fines económicos o políticos, que en nuestro caso se trata de las redes delincuenciales con sus homicidios, secuestros y lesiones que han generado miles de víctimas en todo el país, Nuevo León ha llegado a ocupar uno de los vergonzantes primeros lugares de todo el país en este tipo de actos criminales, tan sólo en este año han existido mas de 1000 homicidios en nuestra sociedad donde antes prevalecían no mas de doscientos setenta homicidios anualmente. Así es como se han incrementado los trastornos derivados del estrés agudo y postraumático, los trastornos adaptativos y sus expresiones psicopatológicas que confieren la ansiedad, la depresión y otros trastornos emocionales y de la conducta.
Desde el 2001 al OMS en su informe de las situación de la violencia en el mundo hizo su llamado a que los gobiernos que visualizaran los problemas de la violencia desde la perspectiva de la salud pública, que ha demostrado su eficiencia en la atención de otros problemas en el mundo, no se trataba de restar importancia a su abordaje desde la perspectiva de las ciencias penales sino se hacía un llamado a realizar un abordaje holístico que requiere el análisis multifactorial del fenómeno y la interdisciplinaridad científica que se construye en el armonioso funcionamiento de las instituciones publicas y privadas para la prevención y atención eficiente y eficaz del problema de la violencia en nuestras sociedades, incluidos sus efectos sobre la salud mental. Lamentablemente estas resoluciones no han tenido el impacto necesario en nuestros gobernantes para el fomento de los cambios políticos y jurídicos que logren los aportes financieros suficientes para la atención de estos problemas. Necesitamos tan sólo en Nuevo león 200 millones de pesos anuales para mejorar la salud mental de nuestros habitantes, hoy sólo se destinan esos 58 millones; en tanto esta semana se anuncio por el gobernador de nuestro estado que utilizaran un fondo de 50 millones de pesos en un programa destinado a gastar ese recurso como premio a los denunciantes; ¿acaso no tendría mas impacto a coto, mediano y largo plazo utilizar estos recursos en el prevención y fomento de la salud mental de sus habitantes?, uno lo tiene claro y coincide con el desarrollo de las ciencias que la mayoría de los políticos son renuentes a integrar en sus decisiones. Con 200 millones de pesos anuales podemos construir cuando menos una red de servicios públicos para la atención primaria a la salud mental para todos lo neoleoneses logrando cultivar la simiente que sin duda lograría un gran avance en la lucha contra la violencia y sus consecuencias sobre la salud mental de nuestra población.
Insisto en que reflexionemos sobre lo reactivo que somos, perdiendo la visión integral sobre la atención de los problemas y por lo tanto no incorporamos los avances de las ciencias que permiten integrar los modelos de atención integral a estos problemas. En el caso de la atención a la violencia no se trata sólo de abordarlo bajo la perspectiva de las ciencias penales, criminológicas y de la conducta sino integrar los paradigmas de las neurociencias, la salud pública y las ciencias sociales en el análisis de este fenómeno en las propuestas de estrategias y acciones que permitan lograr su prevención y atención integral, lo cual requeriría el trabajo armónico e interdisciplinario de todas las instituciones públicas y privadas que desarrollan actividades en los diferentes ámbitos involucrados en el problema, fundamentalmente las de salud, educación, procuración de justicia, de seguridad pública, derechos humanos y del desarrollo social que existan en los tres niveles de gobierno de nuestras sociedades. Para lo cual se requieren gobernantes y funcionarios que incorporen los paradigmas de las ciencias mas allá del reduccionismo que los intereses partidistas y económicos imponen en sus desempeños y que los desvían de su imperativo funcionamiento como agentes para lograr los mas altos niveles del desarrollo humano y social de sus gobernados, es paradójico que existiendo esto ultimo como uno de los objetivos persistentes en sus retóricas y documentos de todas las organizaciones políticas, sociales y empresariales, la realidad los confronte con la necesidad de lograr la congruencia sin protagonismos y con respeto a la pluralidad social que nos integra.
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