Por séptimo sexenio consecutivo, como lo vienen haciendo los priìstas, desde hace más de treinta años, con la acostumbrada parafernalia de los políticos anquilosados a la subcultura del pragmatismo ramplón, simulador de visiones reformistas y revolucionarias, con la asistencia de representantes de todos los poderes, desde gobernadores, diputados, senadores, hasta los militares, y acompañados de los eternos invitados, para atestiguar, aplaudir y deslumbrar a los incautos, representando a lo mas modosito de las elites académicas, intelectuales, de la cultura, empresariales, partidistas, fue presentado una vez mas en sociedad el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2013-2018, por su presidente Enrique Peña Nieto, que como si fuera un de esos motivadores personales que pululan en nuestra sociedad, dibuja el país que vivimos, con violencia, hambre, baja calidad de la enseñanza, insuficiente crecimiento económico y poca presencia en el mundo, para luego enfatizar sus grandes propuestas integradas en sus grandes y visionarios proyectos estratégicos que nuevamente nos ofrecen salir de las miserias que todos los planes anteriores nos han generado.
Congregados y congraciados en el Palacio Nacional los ponentes informaron y elogiaron los procesos de la supuesta construcción de consensos y los contenidos que según ellos “traza grandes objetivos, fija prioridades y acciones específicas, pero sobre todo, define políticas y reformas transformadoras’’, enfatizaron que fue producto de una amplia participación democrática, que según ellos integrò un ‘‘amplio proceso de consulta ciudadana’’, refiriendo que fueron 228 mil 949 contribuciones recibidas a través de cinco foros nacionales, siete foros especiales, 32 estatales, además de la consulta vía Internet y ventanillas físicas. Nada dicen de la acostumbrada partidización, corporativa, clientelar, además de la incondicional subordinación y acritcismo que caracteriza esos procesos de consulta, donde los actores deben de ceñirse al guion que las elites del poder ya han construido con sus gabinetes de expertos y los gastos millonarios con los consultores, que generaron por sus servicios; mucho menos informaran la ausente participación de los millones de servidores públicos, con sus expertos trabajadores, sus profesionistas y la gran experiencia del bregar a diario con los problemas y su procesamiento de soluciones en todos los ámbitos de los programas que por décadas han propuesto en sus planes de desarrollo. Lo que importa es simular que se está cumpliendo con la ley, nuestra constitución, que mandata la formalidad de entregar el Plan Nacional de Desarrollo (PND) seis meses después de haber tomado posesión, después ni siquiera cumplen con revisar y ajustar sus metas y programas, mucho menos no son objeto de sanción por sus irresponsabilidades en sus desempeños mediocres, aun con la libertad abusada de ellos mismos ponerse indicadores que no cumplen.
Este Plan de Desarrollo, desde el prólogo, que frasea “Un México donde cada quien pueda escribir su propia historia de éxito y sea feliz”, se proyectan las políticas públicas que serán subordinadas a los intereses ignominiosos del capitalismo neoliberal deshumanizante y depredador que mostrado está, sólo ha generado una sociedad donde prevalece la injusticia, la pobreza y graves desigualdades económicas, obstaculizando el desarrollo social y humano que los mexicanos nos merecemos, acorde con nuestras riquezas naturales, económicas, históricas, culturales y políticas que han estado inmersas por siglos en nuestra patria. Luego, luego se observan las imposiciones económicas y políticas de los organismos financieros internacionales desde el Fondo Monetario Internacional y sus instrumentos ejecutores, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, que hasta han impuesto sus indicadores, de los que se vanaglorió en su discurso de presentación de este plan, EPN.
Esa frase parece generada en los novedosos enfoques de la mercadotecnia, que refuerza el idiota individualismo, paradigmático del dios mercado de los capitalistas neoliberales, que cientos de sus beneficiarios económicos y políticos, con sus motivadores profesionales, por décadas han tratado de enajenarnos como el único camino hacia la felicidad y prosperidad exitosa; desdeñan las riquezas de la filosofía política, con sus ancestrales sabidurías, valores y principios que nos han legado los grandes personajes revolucionarios demócratas y humanistas, del pensar y el quehacer político a nivel mundial y de nuestro país. Reducen el éxito y la felicidad de las personas a sus capacidades individuales, proyectando su repugnancia al deber ser del estado en el desarrollo de las condiciones económicas, políticas y sociales mas optimas para lograr en los ciudadanos los máximos niveles de ese éxito y felicidad que parafrasean. No son ignorantes de las ciencias políticas básicas sino las rechazan porque el conocimiento científico es repugnante para integrarlo en sus conductas políticas perdidas en el pragmatismo y los usos del poder alienados y sin escrúpulos en beneficio de los oligarcas que les definen y mantienen como gobernantes y funcionarios. No dudo, que sea una frase, ni siquiera construida por EPN, sino aceptada por él en el marco de sus limitaciones políticas, intelectuales y cognoscitivas, que sus asesores y/o la empresa consultora contratada para la elaboración final de este documento, que les fue muy fácil venderle, muy ad hoc con su personalidad y formación política.
Luego sus aderezos: “es el resultado de un amplio ejercicio democrático”, “es la conclusión de las consultas ciudadanas”, “se trata de un plan realista, viable y claro” que “alcanzara un México en Paz”, donde prevalecerá el orden, la seguridad, la justicia, el respeto cabal a los derechos humanos; donde se lograra un “México Incluyente” que supere el hambre, revierta la pobreza, se logre una sociedad con igualdad de genero; insertando a su modo su simulada reforma educativa, que reducen a impulsar un “México con Educación de Calidad”, sin faltar sus promesas de acelerar el “crecimiento económico para construir un “México Prospero” y sus peroratas de convertirnos en una potencia económica emergente, finalmente ofrecen un “México con Responsabilidad Global”, solidario con el resto de las naciones, aportando lo mejor de sí en favor de las grandes causas de la humanidad.
En fin nuevamente nos ofrecen lograr la prosperidad o bienestar, crecer económicamente, sin crisis, ni devaluaciones, acabar con la pobreza, con la violencia, la inseguridad, logara mayor igualdad, aunque sea de genero, del desarrollo democrático y acabar con las lacras de la corrupción e injusticia, mejor lo diluyen al menos en este documento que presentaron.
Hasta los ciegos han visto y vivido sus desastrosos resultados de sus planes y programas de desarrollo, seis años más de sufrimiento y de lucha continua nos espera a los mexicanos y mexicanas de nuestra patria.