viernes, 31 de enero de 2014

BIOCODIFICACION, UNA TERAPIA MAS..


Resulta que al solicitarme, una colega, mi opinión sobre la biocodificación e invitarme a algunos de los cursos que se están ofreciendo como novedosos, en nuestro país, para opciones en la intervención para la solución de problemas de salud mental,  como en las enfermedades crónicas, procedí a revisar lo que sus teóricos dicen en relación a la enfermedad. Sus autores sostienen que es un lenguaje del cuerpo que trata de transmitir los conflictos emocionales u estados en conflicto, que impiden a las personas vivir en armonía, así el diabético es un amargado que necesita de la dulzura que en la vida le generan los azucares; un melanoma es un cáncer que oculta lo que no quiere el paciente que se vea en la zona de la piel donde se localiza; el cáncer de acuerdo con su localización en el órgano afectado simboliza el conflicto emocional subyacente, por ejemplo el localizado en los senos con conflictos eróticos, el de útero con lo insatisfactorio sobre la vida reproductiva, el de estómago con el hambre crónica, el de colon con sus percepciones conflictuadas de ser un desecho, para ellos siempre estará un grave conflicto emocional, que actúa como shock, se extreman en asociar enfermedades de los glóbulos rojos, con las necesidades emocionales de “necesitar más aire” ante conflictos relacionales con alguno de los seres queridos, las personas tienen conflictos traumáticos que sufrieron o que ellos generaron y entonces la enfermedad expresa el matiz del conflicto.
Para conocer a los teóricos y promotores de esta escuela de “descodificación biológica” acudí a investigar lo existente en la inmensidad de la red de internet, revise numerosos artículos y material video gráfico, desde Enric Cobrera, Ryke Geerd Hamer, Anne Schutzenberger, Marc Fréchet  hasta Claude Sabbah, luego  retrocedí a mis tiempos de estudiante de medicina, en los setentas del siglo pasado, cuando estábamos al máximo de nuestra rebeldía y  de nuestras capacidades revolucionarias y transformadoras, donde proponíamos grandes reformas educativas en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) sobre todo en la enseñanza de las ciencias de la salud y especialmente en Medicina y Psicología, tratando de que superaran los paradigmas de las escuelas reduccionistas que impereban. Asocié, así la fortuna de haber conocido la mayoría de las teorías vigentes inmersas en los paradigmas conceptuales de la salud y de la enfermedad, en mi formación como médico, fuera de los currículos tradicionales que imperaban en las escuelas y facultades de medicina de nuestro país y en el mundo.  Así entonces, al analizar los contenidos de estos teóricos de la “biocodificación”, me remitieron al saber de Hans Selye, con sus grandes obras sobre el estrés, los estudios de Freud y los neofreudianos (Karen Horney, Erik Erikson, Erich Fromm, Frieda Fromm-Reichmann y Harry Stack Sullivan, entre los mas destacados) que establecieron los procesos psicodinámicos y las asociaciones simbólicas en las enfermedades, sin faltar las aportaciones de Carl Jung, sobre los arquetipos en que se insertan estos trastornos. Luego me vino el recuerdo de los maestros de antropología médica que me legaron  el conocimiento filosófico sobre  las corrientes humanistas y existencialistas y sus aportaciones al saber, sobre los pacientes, el estar enfermo y su impacto en el ser humano (Søren Kierkegaard, Martin Heidegger, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Martin Buber, Albert Camus, Edmund Husserl).
Así, desde entonces me quedó claro que la enfermedad como respuesta física debe ser estudiada en forma integral, holística, y que en algunos casos es determinante una situación estresante, a un conflicto, que ha sido vivido en soledad y que es emocionalmente desestabilizante y no tiene salida positiva posible o al menos la persona no lo ve. Personalmente he vivenciado “el milagro” curativo de enfermos en los cuales, enfocando esta intervención, se curan de enfermedades mortales como algunos tipos de canceres o enfermedades crónicas que padecían como incurables (gastritis, colitis, asmas, etc..). Luego la psiquiatría, la psicoterapia y el ejercicio que he hecho de ellas por 30 años me ha llevado a fortalecer ese saber, apoyando a solucionar en los pacientes, la restauración de su salud por los enfoques reduccionistas que predominan en el ejercicio de la medicina en nuestro país tanto en el ejercicio privado como en las instituciones públicas. 
Luego en síntesis lo que concluí, de estos estudiosos "científicos" o teóricos de la biodecodificación, es que se han apropiado de paradigmas existentes, los han actualizado de conformidad con los avances de las ciencias y sus propuestas, las aderezan con una magistral mercadotecnia y las hacen aparecer como panaceas milagrosas para mejorar la calidad existencial de nuestra humanidad; caen en el reduccionismo científico en sus enfoques: es muy cuestionable su afirmación sobre “el origen emocional de las enfermedades” y con el paso de los años se van a sumar a los cientos de procesos de intervención "terapéuticos", "milagrosos" o "transformadores" que han prevalecido en la historia moderna de nuestra humanidad, que en este momento ante la prevaleciente deshumanización inmersa en el ultraconsumismo mercantilista, con su perverso individualismo aniquilador del amor fraternal y solidario entre los seres humanos, donde se hace culto a la simulación, al conformismo y a la mentira, generan atractivos para una sociedad que esta sedienta de emociones, valores y rituales que le permitan soluciones a sus problemas humanos, como las enfermedades.
Siempre he tenido claro que la salud y la enfermedad tienen niveles de integración, que van desde sus niveles de funcionamiento genético, molecular, celular, tisular, y fisiológicos de los diferentes aparatos y sistemas, hasta los mentales, emocionales, sociales, existenciales y/o espirituales, que están integrados en redes  y que estan sujetas a mecanismos de retroalimentación y que su estudio actual sigue sin superar enfoques reduccionistas, predominantemente biologistas y atrapados en las redes de los intereses mercantilistas de la medicina contemporánea. La experiencia del saber que compartí, con esta colega, en el seno de la academia sobre la especialidad en terapia sistémica, me fortaleció para evitar los paradigmas reduccionistas, en el estudio no sólo de los problemas de salud mental, sino de las enfermedades y he tratado de  mantener una sana dosis de escepticismo ante las novedades.
Estoy convencido que la duda razonable es uno de los manantiales en la construcción del saber, espero que cultivemos el escepticismo, como estrategia para contribuir a los máximos niveles de desarrollo no sólo de las ciencias sino de nuestra humanidad, sobre todo hoy, más que nunca, que esta facilitado por las tecnologías de la información que se han sumado a las clásicas bibliotecas de nuestras generaciones.
 
 

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