Tres, han sido los principales indicadores que se han
utilizado, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), como determinantes del nivel de desarrollo humano
de nuestros países: tener una vida larga
y saludable, adquirir conocimientos y disfrutar de un nivel de vida digno. La
primera es la dimensión de la salud, que se evalúa según la esperanza de vida al
nacer, la segunda, corresponde a la
educación y se mide por los años promedio de escolaridad de los adultos de 25
años o más y por los años esperados de escolaridad de los niños en edad escolar
y por último, la dimensión del nivel de vida se mide conforme al Ingreso
Nacional Bruto (INB) per cápita. El Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) presentó el Índice de Desarrollo Humano de la Organización de
las Naciones Unidas 2016 (HDI, por sus siglas en inglés), en el que ubicó a
México en el lugar 77 de 188 naciones, con una cifra de 0.762, descendiendo 3
lugares en los últimos años. En América estamos muy por debajo de Argentina,
Chile, Uruguay, USA, ubicados en los
primeros 50 lugares, luego si se descontara el índice de desigualdad, se
tendría una cifra de 0.587, lo que bajaría a México hasta la posición 89, una
pérdida de 12 lugares.En 1990 México ocupó el escalón número 38 en esta
materia, con un índice de 0.876 (mientras más cercano a uno, mayor desarrollo);
para 2016 había caído al peldaño 77 (con un índice de 0.762); esto es, un
desplome de 39 posiciones en el periodo.
De conformidad con estos indicadores tenemos una Esperanza de
vida de 77 años, en el rubro de escolaridad un promedio de 13 años., en el tema
económico, según el organismo mundial, nuestro país aumentó 34.9% entre 1990 y
2015 en el PIB nominal es de 10,714 dólares per cápita. Así a pesar de que
hemos sido una de las economías que ha ocupado el décimo lugar, por sus
recursos, en el mundo, hoy somos la 13ª, somos además la 1.ª economía más
grande de Hispanoamérica, la 2.ª de América Latina y la 3.ª economía (PPA) de
mayor tamaño de toda América, solo después de la de los Estados Unidos y la de
Brasil; seguimos siendo un país inmerso en la desigualdad, la pobreza y la mala
salud, con indicadores de mortalidad materna elevados, donde por cada 100 mil
nacimientos 38 mujeres mueren por causas relacionadas con el embarazo, y por
cada mil alumbramientos 62.8% fueron de madres adolescentes, ni que decir de la
inseguridad con la violencia social permanente y las lacras de homicidios,
feminicidios y secuestros que nos colocan como uno de los países más violentos
en el mundo.
El hecho es que la inversión en el denominado “capital
humano”, donde prevalezcan el suministro de recursos financieros y materiales
que fortalezcan la educación, el incremento del saber, del conocer, no sólo
relacionados con los desempeños técnicos o profesionales de las personas,
también los destinados a la prevención y fomento de la salud y lograr abatir la
precarización económica, mejorando los ingresos salariales de los trabajadores,
sigue siendo desdeñado por la mayoría de los empresarios, obstaculizando el
logro de los más altos niveles de desarrollo humano y social en México.
Es tan grave el problema que en el próximo día mundial de la
salud mental, que celebraremos el 10 de octubre el lema que ha sido decidido por
el comité organizador de la OMS es “Salud Mental en los Centros de Trabajo”,
donde los daños sobre la salud física, mental y emocional, día tras día son
vivenciados por quienes trabajamos en las diferentes instituciones y
empresas, por funcionarios públicos y
privados que están inmersos en no cultivar la felicidad y el bienestar de los
demás, lejos de sentir la alegría, que causa el compartir y no el acumular y el
explotar, que lamentablemente está inmerso en sus formas de ser, donde lo
importante es la productividad y las ganancias económicas en su endiosado
mercado y el hiperconsumismo que el neoliberalismo les exige, no importa cómo,
aunque sea enfermando y matando a las personas, como en más de cuarenta años
hemos sido testigos de las tragedias y sufrimientos de los pacientes que
atendemos.
A pesar de que la guerra fría ya no existe, el futuro de
nuestro desarrollo humano sigue obnubilado por las resistencias de los grandes,
medianos y pequeños empresarios, a integrar en sus círculos virtuosos, la
necesidad de lograr los más altos niveles de desarrollo humano y social de
nuestros países, donde logremos eliminar las lacras del pobreza y lograr
un desarrollo sostenible, justo y pacífico.