Tengo más de cuarenta y cinco años, bregando en las luchas
políticas por lograr una sociedad plenamente democrática, inmersa en la
libertad, la justicia, la legalidad, la ética,
sin discriminación, respetuosa de de los derechos fundamentales,
sociales y humanos, sin las lacras de la pobreza y de las graves desigualdades
económicas, desde 1988 me integré a la lucha electoral en México, apoyando al FDN, luego
en el PT, el PRD y actualmente a MORENA, donde soy fundador y consejero Estatal
en Nuevo León.
En todo este tiempo, si algo he observado, recurrentemente,, es
como en los tiempos electorales existe la proclividad de los políticos de
mandar al carajo, desbordados en la ambición por los cargos a candidaturas y
las victorias electorales, los principios y valores fundamentales básicos no
sólo de los imperativos éticos, que definen nuestra trascendencia humana, en las
relaciones, sino en los que han integrado en sus ideologías, sobre todo de los
militantes de los partidos políticos y no se diga de los ciudadanos que se
enarbolan como independientes.
Desde 1990, He tenido la oportunidad y experiencia, de
integrarme en las operatividades de las dirigencias (Cúpulas) y órganos
partidistas, para participar activamente en los procesos de selección de
precandidatos y luego de los candidatos que nos representaran en la lucha
electoral, por los cargos de los diferentes niveles en Nuevo León, desde
gobernador, diputados locales, federales, alcaldes con sus planillas de
regidores y síndicos y en algunos casos senadores, hasta en algunos candidatos
a la presidencia de México.
Lo que debería ser un proceso ejemplar democrático, en el seno
de los partidos y la sociedad, donde los perfiles, conocimientos, capacidades y
experiencias para el buen desempeño, sean de conformidad con el cargo al que aspiran,
se sometan los candidatos al debate y a libre determinación de los electores,
lejos de las lacras del clientelismo político, de los sectarismos facciosos y
de las cooptaciones o subordinaciones económicas de sus decisiones, termina siendo reducidos a las nefastas imposiciones,
verticales, autoritarias inmersas en el pragmatismo fantasioso de las
motivaciones victoriosas y ambiciosas, desbordadas de los líderes de los
partidos, en cuyas contiendas son amenazados por el fantasma de no alcanzar los
porcentajes mínimos que les permitan mantener las prebendas económicas y políticas
del régimen en el poder, con sus cuotas plurinominales y los espacios de
operatividad para sus militantes.
Así, se da el espacio para que prevalezcan las mentiras, los
engaños, la simulación, las traiciones, la ausencia de escrúpulos, el pragmatismo
y sus violencias, con el denominado chapulineo y/o la imposición de personajes,
como candidatos, de las televisoras, con sus artistas, deportistas, periodistas,
sin faltar sus empresarios, lo que menos les importa son sus identidades ideológicas
con el partido que lo postula, menos su ignorancia de las propuestas de sus
programas políticos, eso sí, inmersos en el supuesto prejuiciado de que
representan una mayor alternativa de logros victoriosos en la votación para sus
partidos.
Son los tiempos donde prevalecen también la soberbia de los
arrogantes, ahora acrecentada con los candidatos independientes, que desbordan
no sólo sus narcisismos, considerándose lo mejor de los mejor, sino haciendo
gala de sus recursos personales, económicos y materiales que poseen, su currículo
ostentoso, así como sus presuntas popularidades y de las gentes que con su visión
patrimonialista dicen tener, esos que según ellos integran su capital político,
los que según ellos garantizaran su victoria electoral
En estos tiempos no constituye una sorpresa que lo mismo un panista,
sea postulado por el PRI o viceversa, ni como los perredistas están apoyando a
los panistas en sus candidaturas, o que distinguidos dirigentes en sus
partidos, renuncien y se postulen como independientes, sino el cinismo y la desvergüenza
de no reconocer lo evidente, de su ausencia de los mínimos valores morales de
la ética en sus conductas, fortaleciendo las desviaciones y perversiones de la política,
que son los principales factores de la desintegración de sociedades como la
nuestra, donde prevalece la corrupción, la inseguridad, la violencia y las
graves desigualdad sociales y económicas que padecemos.
La Revolución de 1910, sigue esperando que sus ideales de la
democracia, libertad, justicia y desarrollo social, siga
enalteciendo la política, dejando atrás las perversiones y desviaciones
fundamentales del quehacer político, que hoy prevalecen, transgrediendo letalmente la ética
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