domingo, 22 de marzo de 2020

VIVENCIANDO LA MUERTE DE MI ESPOSA

El miércoles 12 de marzo, del presente año, fui conmocionado por la muerte súbita de mi esposa Irma Aurelia Hernández Pérez, fue a la 13:20, cuando después de que le brindamos maniobras de resucitación cardiopulmonar, no logró responder y fue declarada su muerte, en el marco de la tragedia, tuvimos la fortuna de estar con ella mis dos hijos, los tres nietos y yo, que no sólo hicimos lo conducente, en estos casos, sino que nos permitió despedirnos de ella, en nuestro domicilio familiar, que por casi tres décadas ha sido nuestro hogar generador del bienestar y felicidad que tenemos. 

La primera persona en llegar circunstancialmente, casi al mediodía, fue nuestra hija Melanie, no tenía programado ir, estaba en su trabajo, cuando surgió la necesidad de acudir a tramitar a una oficina del ISSSTE, su cedula de afiliación como derechohabiente, para poder recibir los servicios médicos y prestaciones correspondientes, proceso que a las 11:19, intente aligerar, evitando los males de la burocracia, solicitándole a un compañero Rogelio Dávila, trabajador de las oficina centrales, quien consiguió un contacto, surgiendo  la necesidad de acudir, antes de las 14.00 horas, a esa oficina, motivo por el cual, acude a nuestro hogar, para dejar estacionado su vehículo y trasladarse en un taxi a ese lugar. Llega, son aproximadamente las 12:15, abre la puerta principal de la casa, sorprendida mi esposa la recibe, Melanie le informa lo que va a hacer, pide por teléfono un UBER, su mama le dice que no deje de dar de alta, en ese trámite a los nietos, sus hijos, cuando repentinamente Irma se desmaya, tiene dificultad para respirar, cae en su sillón reclinable, se sacude inconsciente, como ahogándose, eran las 12:21, se comunica telefónicamente conmigo, cuando yo manejaba, mi vehículo, en dirección a nuestra casa, angustiada, con gritos desesperados, me informa lo mal que estaba su mama, le doy la instrucción que estoy por llegar y que mientras solicite el auxilio a las EMME, Emergencias Médicas, son las 12:26, llego no siento pulso, escucho latido cardiaco muy débil y sin respiración de mi esposa, la acuesto en el piso, inicio masaje cardiaco y respiración boca a boca, le checo presión arterial apenas alcanzaba las cifras 70/37, se incorpora a apoyarme Fanny, una enfermera, novia de mi sobrino Hiram, seguimos con las maniobras, son las 12:50, llega la ambulancia con un paramédico y un médico internista urgenciólogo, le informo la condición médica critica de mi esposa, sus antecedentes de insuficiencia cardiaca grado 3 en control, con los medicamentos que consumía, sin diabetes, hipotiroidea en control y en tratamiento por síndrome radicular cervical por hernia de disco en C4 y C5, procede a colocar electrodos para monitoreo EKG, intubación endotraqueal, aplicación de venoclisis y fármacos cardio estimulantes, sigue con el masaje cardiaco y el balón de auxilio respiratorio, no responde, se aplana el registro electrocardiográfico me dice que ya nada se puede hacer, le digo que está bien, que ya no sigan las maniobras, siendo las 13:20 pm, dejan de hacerlas. 

El dolor emocional nos invade, mis Hijos, Ricky y Melanie, inconsolables juntos sufriendo este trance, algunos vecinos que estuvieron, nos consuelan, nos dan el pésame, la Sra. Lupita, vecina, a quien momentos antes, durante el tiempo que hacíamos las maniobras de RCP, le pedimos que se llevara a los nietos, que llegaban habitualmente de sus escuelas, a su hogar ubicado a tres casas de nuestra vivienda, para no exponerlos a la trágica escena, solo alcance a ver sus gritos angustiosos, con el llanto porque eran retirados de nuestra casa, sabían que la abuela estaba muy mal. Su padre Gualberto, llegó a apoyarnos y sólo alcance a decirle que fuera con ellos, diciéndole que sacara de mi auto, los alimentos que traía para que comieran con la abuela, que ella había escogido, la noche anterior y habíamos acordado que yo los llevaría, ese era el motivo por el cual me dirigía a nuestro hogar ese día.  

Colocamos el cuerpo de mi esposa en el sofá de la sala, lo cubrimos con la sabana guinda que a ella le gustaba, en tanto iniciábamos el proceso de los servicios funerarios, lo primero fue comunicarle a su médico cardiólogo tratante, el Dr. Juan Antonio Limón, quien sorprendido me cuestiona, le respondo e informo, con el habitual nudo en la garganta, solicitándole el llenado del correspondiente certificado de defunción, y que momentos antes le había solicitado al médico urgenciólogo de las EMME, quien se disculpó de no poder hacerlo por indicaciones de su empresa. Para lograr el certificado de defunción, primero tuve que acudir al Hospital Metropolitano, porque este es uno de los lugares que posee los formatos y pensé que se facilitaría más porque el Dr. Limón ahí labora, como médico especialista cardiólogo, además de mi desempeño como director del Centro Comunitario de Salud Mental, de la Secretaria de Salud, órgano rector del sistema de salud en Nuevo León. Llegó a la recepción del Hospital, son las 14;05 , solicito hablar con la subdirectora médica, explico el motivo, se me da el acceso, me presento con la secretaria, telefónicamente le informa a la subdirectora, le ordena que espere, pasan 20 minutos, y nada, le digo a la secretaria, la tragedia que estoy pasando, que el cuerpo de mi esposa me está esperando, justifica a su jefa, diciéndome que está muy ocupada con gente del sindicato, logra comunicarle mi situación, no me recibe y le da la orden que autoriza la entrega del formato, acompañándome amablemente a la estación de enfermería, donde nos lo otorgan. Son las 14:45, salgo rumbo al consultorio del Dr. Limón, para que haga el certificado de defunción, con cierta lentitud y apoyo que le brindo, llena los datos del formato, que finalmente firma y me entrega, en tanto, mi hijo Ricky, había procesado los trámites para los servicios funerarios en una la agencia Valle de la Paz, localizados en la zona municipal de San Nicolás de los Garza, donde esta nuestro hogar. 

Son pasadas las 15:30 horas, me dirijo a nuestro hogar, informo a la agencia funeraria, para que por favor, pasen a recoger el cuerpo de mi esposa y hacer su preparación, para iniciar la velación, me informan que es imposible, iniciar el día de hoy, por estar saturados de servicios, me proponen iniciar al día siguiente, jueves a partir de las 13:00 horas, así lo autorizo. Llego a mi casa, me informa mi hijo que le comunicaron telefónicamente, de los servicios funerarios, que tardarían de 30 a 50 minutos en acudir a hacer el levantamiento y traslado del cuerpo de mi esposa, ahí estoy ante el cuerpo inerte, colocado en el sofá de la sala, de mi amada esposa, por fin mi conciencia y emociones están al cien por ciento con ella, la abrazo, la beso, le reclamo haberse adelantado, le imploro perdón, lloro, sollozo, no siento la frialdad de su cuerpo, veo su rostro apacible, sin rictus del dolor, como dormida, en una de esas tantas facies, que le distinguían cuando dormía tranquila, feliz, en las camas que compartimos  por casi 50 años, intrusivos pensamientos de que estaba viva, me invadían, la realidad se impone, las promesas desbordan, amor eterno, hacer su voluntad, de esos pequeños y grandes deseos, en relación a nuestros hijos, nietos, nuestros familiares, sin faltar ese bregar en las luchas libertarias y contra las injusticias de nuestra sociedad, donde nos conocimos en 1973, que permitieron cultivar nuestras relaciones personales fraternales y solidarias, desbordando el amor con pasión, para luego integrar nuestro matrimonio y construir nuestra familia. 

Mis hijos, me consuelan, juntos abrazados, compartimos el doloroso momento, pregunto por los nietos, Isaac por Whats App, me había estado mensajeando preguntando como estaba la abuela, siguen con la vecina,  le doy instrucciones a mi hija Melanie, de que los traiga para iniciar el proceso de adaptación a la muerte de la abuela, llegan, con su padre Gualberto, me los entrega, los paso a la sala, les informo, los tres lloran, sollozan, los consolamos, les pido que se despidan de la abuela, les refrendo los compromisos que tenemos, todos armonizados con los deseos de Irma, quien desde su gestación en el seno materno de Melanie y luego en desde su nacimiento, había sido fundamental en su crianza, con esa cualidad cuasi madre, dadas las circunstancias socioeconómicas y psicosociales negativas que estuvieron inmersas en el ambiente familiar de sus padres. 

Son casi las 17:30 horas, llegan los servicios funerarios, para recoger y trasladar el cuerpo de mi esposa, hacen recepción de los objetos personales, vestuario y algunas reliquias religiosas, que engalanaran su ser durante la veneración, que le brindaremos al despedirnos familiares, amigos y compañeros de los diferentes ámbitos de nuestra vida, laboral, social y profesional. Una vez que se le coloca en el vehículo para su traslado, surge otro problema, me comunican que les han ordenado bajar el cuerpo, por haber encontrado un error en el llenado de la fecha de nacimiento del certificado de defunción, protesto, afronto al empleado que está dando la orden, le informo quien soy, medico, que laboro en la Secretaria de Salud, director del CECOSAM, le exijo que no sea cruel, que sea sensible, se trata de un error que puedo solucionar en las próximas horas, accede a trasladar el cuerpo y me condiciona a que para mañana jueves, antes de la 13:00 horas entregue el certificado de defunción subsanando el error. Ese día siguió el uso del tiempo, haciendo y atendiendo las múltiples comunicaciones inherentes a informar sobre los hechos, el lugar y el programa de actividades de los servicios funerarios, cuyo inicio fue postergado, me informaron  después de las 20:00 horas que no podrían iniciar a las 13:00 horas, que sería después de las 17:00, el servicio duraría 24 horas, para concluir el viernes, decidimos que terminaran a las 14:00 horas. Decidimos no informar a su madre, Gabriela Pérez, por estar enferma, convaleciente de una cardiopatía, que no resistiría la tragedia, más cuando hace unos días ella, Selma, otra de sus hijas, y mi esposa, habían decidido festejar juntas sus cumpleaños, que se darían el 23, 24 y 26 del presente mes de marzo. La noche, fue una de las más dolorosas y largas  en nuestras vidas. 

Por la mañana del jueves, a las 8 horas, inicie la gestión del certificado de defunción, amablemente se ofreció acudir al Hospital Metropolitano el compañero de trabajo en la SSA Francisco López. Nos comunicamos con el personal de la agencia funeraria, para recoger el certificado de defunción que provisionalmente se habían llevado, nos condiciono su entrega, uno de sus trabajadores tenía que ser el portador y acompañar en todo el proceso, de tal forma que acudiría al hospital con Francisco, para dejarlo y recibir el nuevo formato y una vez llenado y firmado por el Dr. Limón, él se lo llevaría a sus oficinas. Así se procedió, pero resultó que una vez estando en la oficina de gobierno del hospital, condicionaron la entrega del formato, sólo si acudía personalmente el Dr. Limón y ahí lo llenaba, finalmente así se hizo, lográndose antes del mediodía de ese jueves. 

Finalmente lográbamos velar a mi esposa, después de las cinco de la tarde del jueves, hasta las dos de la tarde del viernes, durante el velorio, tratamos de hacer medidas preventivas, por el estado de alerta de la pandemia universal de Coronavirus (COVID 19), que se iniciaba en la etapa 1 en nuestro país,  nuestro cientos de amigos, familiares, vecinos, compañeros trabajadores de la salud, políticos, funcionarios, algunos viajantes de otros estados, acudieron para mostrarnos su amor fraternal, dándonos consuelo, orando, rezando el Rosario, conversando, compartiendo emociones, pensamientos y recuerdos de nuestra amada esposa, todos al pie de su ataúd, engalanado con una foto sonriente plena, feliz, y su cuerpo con un vestido floreado, con tonos rosados, lilas y violetas, maquillada tenuemente, con sus aretes, medalla milagrosa, pulsera y un cristo, entre sus manos, que le había regalado y adquirido en 1999 en Santiago de Compostela, España, todo rodeado de cientos de flores, de acuerdo con sus deseos en vida, que rechazo expresamente los arreglos denominados coronas. 

El Viernes al terminar la misa de cuerpo presente, que el padre Lalo, amigo de la infancia de mi esposa y de nuestras familias, hizo, enalteciéndonos sus reflexiones, las lecturas del evangelio, las oraciones, con la participación de los familiares y amigos dirigidas a fortalecer la fe, la esperanza, experimentar el amor y el consuelo de Cristo en esos momentos difíciles. Procedí, como miembro de la familia a dirigir unas palabras en  memoria de nuestra amada madre, esposa e hija, haciendo una breve semblanza de su trayectoria, su legado existencial que nos deja y finalmente agradecí su asistencia a los servicios funerarios y de todas las muestras de amor fraternal y solidario que  nos dieron, dando por terminado los servicios funerarios, despidiéndonos del cuerpo de mi amada esposa, que fue posteriormente cremado y que hoy la tenemos nuevamente en casa, de acuerdo con su voluntad, es una disposición final y reverente de sus restos. QEPD.

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