Continuando con el análisis y la reflexión acerca de la situación de los jóvenes mexicanos en el marco de las áreas prioritarias comprendidas en el Programa de Acción Mundial para los Jóvenes aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas seguimos con el tema de la educación donde las oportunidades educativas para los jóvenes siguen siendo obstaculizadas por pésimas coberturas educativas del gobierno que no ha logrado pasar del 30% en cobertura para la educación superior en México como recientemente lo declaro El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro Robles, estamos cuatro puntos por debajo del promedio en América Latina y el Caribe, y alrededor de 20 puntos por debajo de Islas Vírgenes, Argentina, Chile, Uruguay o Venezuela. Con base en el último reporte de la UNESCO sobre tasas de cobertura seguimos lejos de la República de Corea que tiene a 95 por ciento de su población juvenil con estudios universitarios, seguida de Finlandia con 94; Grecia, “que con todos sus problemas económicos” tiene 91; Estados Unidos con 82, y Dinamarca y Nueva Zelanda con 80. En el caso de México, Narro Robles desglosó que el Distrito Federal tiene más de 55 por ciento de cobertura en educación superior, la más grande del país, cerca de 20 puntos arriba de Nuevo León y tres veces y media más que las entidades que tienen el mayor rezago, como pueden ser Chiapas y Quintana Roo. Por otra parte de acuerdo con datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el país hay 2.4 millones de jóvenes en edad de cursar el bachillerato pero no lo hacen, y 7.5 millones no siguen estudios profesionales, la Subsecretaría de Educación Superior, de esa misma dependencia, establece que en 2009 egresaron 430 mil, de los cuales 14 por ciento, esto es, más de 60 mil, están sin empleo. En el nivel medio superior, subraya por su parte el subsecretario de ese ramo Miguel Székely, hay 900 mil egresados al año, de los cuales sólo 50 por ciento continúan la enseñanza superior. Otro 25 por ciento ingresan al mercado laboral, y el restante 25 por ciento no estudia ni trabajan. Frente a ello, dice Aurora Loyo Brambila, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, las perspectivas de los jóvenes han cambiado necesariamente. Muchos “saben que van a vivir con precariedad, que no van a tener empleo fijo, una fuente de trabajo con garantías sociales y, por ello, estabilidad y recursos para acceder a ciertos satisfactores”, añade. Según los datos del Consejo Nacional de Población (Conapo), en México hay 30, 500,189 jóvenes de entre 15 y 29 años. 14 millones de jóvenes de entre 13 y los 24 años no van a la escuela.En cuanto a la escolaridad de los jóvenes de 15 a 24 años, se estima que sólo 6.3 por ciento no ha concluido la primaria y prácticamente uno de cada tres declaró no haber terminado la secundaria. Entre los adolescentes (15 a 19 años) el 94.5 por ciento ha concluido la escuela primaria, mientras que para el siguiente grupo de edades (jóvenes de 20 a 24 años) este porcentaje disminuye a 92.7. Para muchos jóvenes la educación no tiene sentido, pues no les garantiza acceder a mínimos de bienestar. Siete millones de ellos, conocidos como ninis porque “ni estudian ni trabajan”, son blanco potencial de la ilegalidad. Ante ese panorama, se ha gestado entre la juventud un fenómeno de desesperanza y frustración, pero también de malestar social, que de acuerdo con expertos ya deja sentir sus efectos. La gravedad de la repercusión de las pésimas políticas educativas del gobierno hacen que cerca de 1.5 millones de analfabetos mayores de 30 años viven en zonas urbanas del país, lo que representa 25 por ciento de los 5.8 millones de mexicanos que no saben leer ni escribir, reconoció Juan de Dios Castro Muñoz, director del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos. Indicó que ciudades como Guadalajara, el DF y Tijuana, así como diversos municipios del estado de México y Baja California Sur, concentran “una parte considerable de esta población”. Afirmando cínicamente que los habitantes de localidades urbanas con más de 30 años de edad que no saben leer ni escribir son “resultado de un proceso de migración doméstica, es decir, se trata de población que por razones socioeconómicas abandona sus lugares de origen como Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, y más tarde se asienta en las principales ciudades del país”; cuando la realidad es contundente: son producto del fracaso educativo del gobierno en los niños y jóvenes. A lo largo de tres décadas, la tecnocracia neoliberal imperante ha llevado el sistema de educación pública a grados de desastre, lo prueba el mal desempeño de la gran mayoría de los aspirantes a ingresar en los centros de educación superior del Estado, y ha construido un país en el que los jóvenes pobres no tienen otros horizontes de desarrollo personal que la economía informal, la emigración, la delincuencia o, en el mejor de los casos, la incorporación a trabajos mal pagados, inciertos, inseguros, insalubres y carentes de perspectivas de superación. Como parte de la implantación deliberada del modelo político-económico que impera, la convivencia social ha sido suplantada por la ley de la selva de la competencia feroz, los derechos han sido sustituidos por “oportunidades” y la beneficencia privada ha remplazado a casi todas las instituciones de solidaridad y de redistribución de la riqueza.
Por eso se explica la pobreza extrema que prevalece en el país: 14.9 millones de hombres y mujeres jóvenes se encuentran en pobreza, 3.3 millones en pobreza extrema y 12.1 millones son vulnerables por carencias sociales, 3.3 millones de jóvenes, de acuerdo a las investigaciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Las entidades con mayor porcentaje de jóvenes en condición de pobreza multidimensional son Chiapas con 75.8%, Guerrero con 67.4% y Puebla con un 61.6%. Este organismo subrayó que de 12.1 millones de jóvenes, 1.5 millones son vulnerables por ingreso y 6.2 millones no son considerados pobres multidimensionales ni vulnerables por ingreso o carencias sociales. Esa información se estima con base en la metodología oficial para la medición multidimensional de la pobreza en México, con información obtenida hasta el año 2008 de la población joven considerada entre los 12 y 29 años de edad. Los jóvenes en pobreza tienen en promedio 1.9 carencias sociales, de las cuales 18.1% tenían rezago educativo; 44.7 no contaban con acceso a los servicios de salud; 68% no tenían acceso a la seguridad social; 18.1 presentaban carencia en la calidad y en los espacios en la vivienda. Mientras que 19.1 por ciento no tenían acceso a los servicios básicos en la vivienda, y 22 por ciento por acceso a la alimentación.
Por otra parte de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) los jóvenes mexicanos no dejan de incrementar su presencia en las filas del desempleo y los trabajos peor pagados. Para este año ya representan 53 por ciento de la población desocupada y cuatro de cada diez con fuente laboral ganan menos de dos salarios mínimos. 7 millones de hombres y mujeres de entre 14 y 29 años, la cuarta parte de la población joven del país, están desempleados o tienen sueldos por debajo de los 115 pesos diarios. De este grupo, uno de cada cinco cuenta con estudios de bachillerato y universitarios. Los jóvenes desocupados ascienden a 1.3 millones, mientras aquellos con empleos donde se les paga de menos de un salario mínimo hasta dos ascienden a 5.7 millones, precisa la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). De ellos, la tercera parte percibe “hasta un salario mínimo”, es decir 57 pesos o menos. La desocupación en dicho sector se ha disparado 26.8 por ciento en lo que va del sexenio, ya que en el primer trimestre del gobierno de Felipe Calderón los adolescentes y jóvenes sin trabajo sumaban un millón 41 mil 258, pero para el mismo periodo de 2010 llegaron a un millón 320 mil 564, lo que implica que en los tres últimos años perdieron 279 mil puestos de trabajo, 93 mil por año en promedio Según el INEGI la población desocupada en el país ascendió a 2 millones 458 mil 701 a principios de este año, lo que significa que más de la mitad son adolescentes y jóvenes: 378 mil menores de 20 años y 942 mil de entre 20 y 29. En cuanto a los jóvenes con empleo, las cifras oficiales contabilizan 14 millones 86 mil 294, casi la tercera parte de los 43.6 millones de mexicanos que laboran.
En este 2010 los jóvenes mexicanos están muy lejos de alcanzar los objetivos y metas del Programa de Acción en el ámbito de su bienestar que permita lograr la cobertura de atención universal de sus necesidades de salud, minimizar la prevalencía de la morbilidad y la mortalidad en materia de accidentes, suicidios, homicidios y la salud reproductiva, incluidas las infecciones de transmisión sexual entre los jóvenes, reducir a la mitad los casos de VIH/SIDA y comenzar a invertir la propagación del VIH/SIDA entre los jóvenes, reducir en un 50% la proporción de los jóvenes, especialmente de las jóvenes, que viven en la pobreza y se enfrentan a otras formas de vulnerabilidad social y económica. También será difícil eliminar el uso indebido de estupefacientes por los jóvenes, asegurando que los jóvenes tengan acceso oportuno a los programas de tratamiento del uso indebido de estupefacientes y de su rehabilitación; aplicación de las medidas dirigidas a interrumpir el abastecimiento de drogas a los jóvenes, reducir en dos tercios la proporción de jóvenes que consumen alcohol, tabaco u otras sustancias nocivas, formular y aplicar legislación a fin de eliminar la comercialización de alcohol y tabaco a los menores de 21 años. La situación socioeconómica, cultural y política que vivimos haran difícil que en el ámbito de la justicia juvenil se reduzca la participación de los jóvenes en actividades delictivas, que reciben además más enseñanzas y capacitación profesional como parte de su rehabilitación, asegurar que el cumplimiento de la ley, los sistemas judiciales y los servicios de rehabilitación sean seguros, justos y promuevan el bienestar de los jóvenes. La sociedad insegura y violenta que padecemos impedirán avanzar en la promoción de la igualdad entre los géneros que logre eliminar la violencia contra las niñas y las jóvenes, será necesario fomentar una cultura y un entorno de paz entre los jóvenes con actividades de esparcimiento de fácil acceso, proteger los derechos de todos los jóvenes, especialmente las jóvenes, al esparcimiento y mejorar las oportunidades para que ejerzan ese derecho de forma constructiva y segura acabar con todas las formas de explotación de los jóvenes a través del trabajo. La ausente inversión eficaz del estado hará difícil promover el reconocimiento nacional del valor del acceso de los jóvenes al entretenimiento, el arte, la cultura y los deportes para 2015, asegurar que todas las escuelas incorporen el arte, la cultura y las actividades deportivas en sus programas de estudios y dediquen como mínimo tres horas por semana a esas actividades. Si seguimos obstaculizando la construcción de una sociedad democrática no lograremos la participación plena y efectiva de los jóvenes en la vida de la sociedad y en los procesos de adopción de decisiones para el 2015 donde los jóvenes tengan oportunidades formales a través de sus organizaciones, y de esta forma contribuyan a todo el proceso de adopción de decisiones a nivel local, municipal y nacional. Por último sin superación de la pobreza y el financiamiento adecuado no estaremos en posibilidad de lograr el acceso universal de los jóvenes a un nivel básico de las Tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), mucho menos asegurar que para 2015 todos los jóvenes, incluidos los que viven en zonas rurales, los que viven en la pobreza, los indígenas, los discapacitados y otros jóvenes marginados tengan acceso a Internet en un radio de 1,5 kilómetros de su lugar de residencia como se establecido una de las metas de este programa.
Es vergonzoso que en nuestra juventud mexicana prevalezcan las tragedias de la pobreza, drogas, alcoholismo, malnutrición, desempleo, falta de fuentes seguras de trabajo, empleos mal pagados, las actitudes criminalizadoras, la mala salud sexual y reproductiva, su alta mortandad por accidentes, homicidios y suicidios, las dificultades en el acceso al sistema de salud, así como a la educación, actividades artísticas, culturales, deportivas y de esparcimiento. Más que foros y frivolidades de los festejos oficiales necesitamos que los políticos y los gobernantes dirijan sus esfuerzos a lograr el financiamiento necesario para la solución de estas tragedias.
Por eso se explica la pobreza extrema que prevalece en el país: 14.9 millones de hombres y mujeres jóvenes se encuentran en pobreza, 3.3 millones en pobreza extrema y 12.1 millones son vulnerables por carencias sociales, 3.3 millones de jóvenes, de acuerdo a las investigaciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Las entidades con mayor porcentaje de jóvenes en condición de pobreza multidimensional son Chiapas con 75.8%, Guerrero con 67.4% y Puebla con un 61.6%. Este organismo subrayó que de 12.1 millones de jóvenes, 1.5 millones son vulnerables por ingreso y 6.2 millones no son considerados pobres multidimensionales ni vulnerables por ingreso o carencias sociales. Esa información se estima con base en la metodología oficial para la medición multidimensional de la pobreza en México, con información obtenida hasta el año 2008 de la población joven considerada entre los 12 y 29 años de edad. Los jóvenes en pobreza tienen en promedio 1.9 carencias sociales, de las cuales 18.1% tenían rezago educativo; 44.7 no contaban con acceso a los servicios de salud; 68% no tenían acceso a la seguridad social; 18.1 presentaban carencia en la calidad y en los espacios en la vivienda. Mientras que 19.1 por ciento no tenían acceso a los servicios básicos en la vivienda, y 22 por ciento por acceso a la alimentación.
Por otra parte de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) los jóvenes mexicanos no dejan de incrementar su presencia en las filas del desempleo y los trabajos peor pagados. Para este año ya representan 53 por ciento de la población desocupada y cuatro de cada diez con fuente laboral ganan menos de dos salarios mínimos. 7 millones de hombres y mujeres de entre 14 y 29 años, la cuarta parte de la población joven del país, están desempleados o tienen sueldos por debajo de los 115 pesos diarios. De este grupo, uno de cada cinco cuenta con estudios de bachillerato y universitarios. Los jóvenes desocupados ascienden a 1.3 millones, mientras aquellos con empleos donde se les paga de menos de un salario mínimo hasta dos ascienden a 5.7 millones, precisa la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). De ellos, la tercera parte percibe “hasta un salario mínimo”, es decir 57 pesos o menos. La desocupación en dicho sector se ha disparado 26.8 por ciento en lo que va del sexenio, ya que en el primer trimestre del gobierno de Felipe Calderón los adolescentes y jóvenes sin trabajo sumaban un millón 41 mil 258, pero para el mismo periodo de 2010 llegaron a un millón 320 mil 564, lo que implica que en los tres últimos años perdieron 279 mil puestos de trabajo, 93 mil por año en promedio Según el INEGI la población desocupada en el país ascendió a 2 millones 458 mil 701 a principios de este año, lo que significa que más de la mitad son adolescentes y jóvenes: 378 mil menores de 20 años y 942 mil de entre 20 y 29. En cuanto a los jóvenes con empleo, las cifras oficiales contabilizan 14 millones 86 mil 294, casi la tercera parte de los 43.6 millones de mexicanos que laboran.
En este 2010 los jóvenes mexicanos están muy lejos de alcanzar los objetivos y metas del Programa de Acción en el ámbito de su bienestar que permita lograr la cobertura de atención universal de sus necesidades de salud, minimizar la prevalencía de la morbilidad y la mortalidad en materia de accidentes, suicidios, homicidios y la salud reproductiva, incluidas las infecciones de transmisión sexual entre los jóvenes, reducir a la mitad los casos de VIH/SIDA y comenzar a invertir la propagación del VIH/SIDA entre los jóvenes, reducir en un 50% la proporción de los jóvenes, especialmente de las jóvenes, que viven en la pobreza y se enfrentan a otras formas de vulnerabilidad social y económica. También será difícil eliminar el uso indebido de estupefacientes por los jóvenes, asegurando que los jóvenes tengan acceso oportuno a los programas de tratamiento del uso indebido de estupefacientes y de su rehabilitación; aplicación de las medidas dirigidas a interrumpir el abastecimiento de drogas a los jóvenes, reducir en dos tercios la proporción de jóvenes que consumen alcohol, tabaco u otras sustancias nocivas, formular y aplicar legislación a fin de eliminar la comercialización de alcohol y tabaco a los menores de 21 años. La situación socioeconómica, cultural y política que vivimos haran difícil que en el ámbito de la justicia juvenil se reduzca la participación de los jóvenes en actividades delictivas, que reciben además más enseñanzas y capacitación profesional como parte de su rehabilitación, asegurar que el cumplimiento de la ley, los sistemas judiciales y los servicios de rehabilitación sean seguros, justos y promuevan el bienestar de los jóvenes. La sociedad insegura y violenta que padecemos impedirán avanzar en la promoción de la igualdad entre los géneros que logre eliminar la violencia contra las niñas y las jóvenes, será necesario fomentar una cultura y un entorno de paz entre los jóvenes con actividades de esparcimiento de fácil acceso, proteger los derechos de todos los jóvenes, especialmente las jóvenes, al esparcimiento y mejorar las oportunidades para que ejerzan ese derecho de forma constructiva y segura acabar con todas las formas de explotación de los jóvenes a través del trabajo. La ausente inversión eficaz del estado hará difícil promover el reconocimiento nacional del valor del acceso de los jóvenes al entretenimiento, el arte, la cultura y los deportes para 2015, asegurar que todas las escuelas incorporen el arte, la cultura y las actividades deportivas en sus programas de estudios y dediquen como mínimo tres horas por semana a esas actividades. Si seguimos obstaculizando la construcción de una sociedad democrática no lograremos la participación plena y efectiva de los jóvenes en la vida de la sociedad y en los procesos de adopción de decisiones para el 2015 donde los jóvenes tengan oportunidades formales a través de sus organizaciones, y de esta forma contribuyan a todo el proceso de adopción de decisiones a nivel local, municipal y nacional. Por último sin superación de la pobreza y el financiamiento adecuado no estaremos en posibilidad de lograr el acceso universal de los jóvenes a un nivel básico de las Tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), mucho menos asegurar que para 2015 todos los jóvenes, incluidos los que viven en zonas rurales, los que viven en la pobreza, los indígenas, los discapacitados y otros jóvenes marginados tengan acceso a Internet en un radio de 1,5 kilómetros de su lugar de residencia como se establecido una de las metas de este programa.
Es vergonzoso que en nuestra juventud mexicana prevalezcan las tragedias de la pobreza, drogas, alcoholismo, malnutrición, desempleo, falta de fuentes seguras de trabajo, empleos mal pagados, las actitudes criminalizadoras, la mala salud sexual y reproductiva, su alta mortandad por accidentes, homicidios y suicidios, las dificultades en el acceso al sistema de salud, así como a la educación, actividades artísticas, culturales, deportivas y de esparcimiento. Más que foros y frivolidades de los festejos oficiales necesitamos que los políticos y los gobernantes dirijan sus esfuerzos a lograr el financiamiento necesario para la solución de estas tragedias.
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