Desde el siglo pasado en el marco del asentamiento de las luchas ideológicas, entre los partidarios del capitalismo y el socialismo comunista, se incrementaron las estrategias para debilitar las luchas de las izquierdas que después de sus avances revolucionarios en la extinta URSS y el resto de los países de Europa del este, en la Republica Popular China, Cuba y el desarrollo del socialismo democrático en los países Nórdicos, habían integrado millones de simpatizantes y militantes en el mundo que empezaron a organizarse y constituir una sería amenaza a sus sociedades capitalistas y antidemocráticas que ejercían formas autoritarias de gobierno con regimenes represores, genocidas, intolerantes contra todo tipo de oposición aun en sus manifestaciones de exigencias mínimas de justicia, libertad y democracia que reclamaban los partidarios del liberalismo que había emergido de la revolución francesa del siglo antepasado.
Nuestro país no fue la excepción y con el apoyo del intervencionismo de los países imperialistas del sistema capitalista, con la hegemonía de EU, fortalecieron primero una estrategia radical de exterminio a todas las expresiones de simpatía y activismo que se desarrollaran por las personas y organizaciones sobre las ideas socialistas y comunistas, llegando a provocar acciones que proyectaban delirios y fobias anticomunistas que las derechas elucubraban en todo conducta contra el gobernante, así se reprimía, encarcelaba y desaparecía a la disidencia, se elaboraban las famosas listas negras de personalidades de la ciencia, la academia, las artes y la política, sospechosas de esa militancia, algunos por simples hechos como expresar alguna simpatía por valores como el respeto a los derechos civiles, humanos, el medio ambiente y no se diga su simple simpatía por alguno de los planteamientos integrados en las ideas socialistas como el humanismo integrado a sus propuestas transformadoras del quehacer del estado. Las actividades doctrinarias inherentes a la construcción ideológica del marxismo y las experiencias derivadas del leninismo y el maoísmo, que de por si generaban conflictos insuperables entre los militantes de los partidos comunistas, fueron utilizadas para acrecentar divisiones y dispersar los esfuerzos en la anhelada unidad de la izquierda, era y es bien conocida las infiltraciones que los gobernantes hacían en los diferentes movimientos sociales y organizaciones, hoy bien documentada por las infiltraciones de agentes gubernamentales en las organizaciones que hoy consta en los archivos que han sido abiertos en las agencias gubernamentales de nuestro país y de E.U.
Al no prosperar su estrategia de exterminio y/o de cooptación que culmino con su feroz represión de los activistas de la izquierda, principalmente simpatizantes y militantes de los partidos comunistas y socialistas, en sus guerras sucias de extermino, iniciaron dos grandes estrategias: una que consistía en integrar esos movimientos opositores a la lucha electoral, que siempre les habían negado, haciéndolos vivir en la clandestinidad, para así espejearlos con la posibilidad de que lograran convertirse en poder gobernando en el marco de las leyes del sistema capitalista sin que pudieran rebasar los preceptos liberales de libertad, justicia y democracia ni atentar el poder y el modelo económico de las oligarquías dominantes. La experiencia de la apertura de los movimientos por los derechos civiles y humanos en EU les había dado un marco de referencia para desarrollar estrategias de mediación e integración al sistema gobernante en las luchas que la sociedad civil había logrado trascender. Paralelamente iniciaron la degradación del quehacer de los políticos que se integraban a la lucha político-electoral, corrompiendo sistemáticamente, principalmente a sus opositores demócratas de derechas, izquierdas, liberales, conservadores o doctrinarios socialistas y comunistas. En este proceso de construcción de la percepción corrupta de políticos y partidos, los gobernantes del sistema capitalista, además, acrecentaron el fortalecimiento del individualismo como estilo de vida. La segunda gran estrategia fue integrada en las actividades solidarias que no representaran amenazas en el quehacer político de su sistema capitalista, encuadrando las organizaciones no gubernamentales como estrategias de organización en las tareas del estado, a quienes desde su creación les crean una dependencia económica y regulan su operatividad, menoscabando sus objetivos, la autonomía y tratando de reducirlas a funciones gestoras y/o asistencialistas, que no se lograban solucionar en sus métodos de gobernabilidad y control social, inherentes a sus regimenes autoritarios con sus caretas humanistas, democráticas, de bienestar y prosperidad que no lograban trascender en sus programas. Se trataba además de crear espacios, fuera de la política pero ambivalentemente usarlos en la gobernabilidad, que enarbolaran demandas progresistas, banderas tradicionales de los movimientos sociales, que demandaba la izquierda en sus luchas integradas a las políticas humanistas y del desarrollo social como la defensa de los derechos humanos, civiles, sociales, hasta fiscales, la ecología, la educación, la salud, la equidad de genero, la diversidad sexual, servicios públicos, transporte, etc. , etc..,; en fin todo lo que particularmente emergía como problemas que el estado no resuelve en sus políticas públicas (atención al SIDA, mujeres victimas de violencia, alcoholismo, discapacidades físicas, vivienda, etc..), que se han convertido hasta la fecha como la mejor estrategia de dispersar y acotar la fuerza de los opositores sin la necesidad de que recurran a las organizaciones de movimientos sociales ni a los partidos políticos identificados como de izquierda.
La fiebre creada por el espejismo de la apertura democrática a la sociedad y la renovación moral del sistema, aunada a la crisis de los gobiernos socialistas y comunistas, del siglo pasado, llevo a severas crisis de identidad de muchos militantes adoctrinados en la izquierda, algunos aborrecieron su ideología, su militancia partidista, los que no lograron empoderarse en sus militancias partidistas, sobre todo en los emergentes partidos de izquierda satélites del partido gobernante, se sumergieron en la organización de ONGs, defensoras de la democracia, la legalidad y los derechos humano, otros a “organismos ciudadanos” integrados en funciones directivas de instituciones electorales, para la transparencia y la lucha por la corrupción en las administraciones de las instituciones públicas. Llego a engendrarse la absurda concepción, vigente hasta hoy, de que quienes militaban en algún partido político no tenían la misma calidad de ciudadanos y su presencia en cualquiera de sus escenarios estimulaba el “sospechesismo” de activismo nefasto político- partidista.
Así el desprestigio de la política y los políticos de partidos fue capitalizado para promover y fomentar su estrategia del “poder ciudadano”, simulando la despolitización partidista en las funciones de fiscalización ejercida por las contralorías, impartición de la justicia, elecciones, transparencia del gasto e integrando organismos descentralizados compuestos por ciudadanos en sus estructuras orgánicas, donde no se perdía el control y se lograba impresionar sobre la supuesta ciudadanización del poder público. En tanto la izquierda y sus actividades en partidos y en sus organizaciones sociales enfrentaban las sistemáticas seducciones corruptoras del acceso al acotado poder político y económico derivados del financiamiento, su integración a los puestos públicos y el mantenimiento de sus capacidades gestoras que el estado les facilitaba y que les permitía niveles de bienestar y prosperidad a sus dirigentes, inimaginables en el marco de su congruencia e integridad ideológica, generando una lógica conductual donde el pragmatismo y el clientelismo político se convertían así en necesarios para mantener no sólo sus nuevos estatus sino el supuesto crecimiento organizacional necesario para avanzar en la lucha por el poder público que el estado les espejeaba por la vía electoral. Las visiones ideológicas doctrinarias de los diferentes grupos y organizaciones de izquierda inmersas en estos estilos de trabajo que en el pasado generaban diferencias insuperables para lograr la unidad en la acción política pasaron a ser utilizadas para fundamentar sus desviaciones y perversiones del quehacer político en el supuesto transito revolucionario de su “misión” ideológica derivada de su doctrina.
En este contexto los diferentes distinguidos dirigentes que han trascendido en nuestra vida política nacional han bregado legitimando sus decisiones pragmáticas, anclados a las redes de los satisfactores que las oligarquías gobernantes han sistematizado espejeándolos en procesos electorales democráticos sin permitirles el acceso al poder, satisfaciendo, en algunos, hasta sus míseros intereses, que a cuenta gotas les proporcionan en el contexto de las multimillonarias riquezas de las oligarquías dominantes, producto de su gran poder explotador que ostentan, logrando acotarlos así en sus conductas otroras revolucionarias que han dejado hasta fuera de sus discursos políticos. Ahí están sus grandes avances en los gobiernos estatales y municipales que han conquistado en sus victorias electorales donde ni siquiera han logrado imponer modelos de desarrollo económico y social congruentes con sus programas políticos de sus partidos, con honrosas excepciones han trascendido por promover la democracia participativa y sus políticas sociales en educación, salud, atención a la tercera edad y otros grupos vulnerables, la austeridad en sus administraciones, la procuración de justicia y su lucha contra la corrupción.
De ahí las ignominiosas conductas políticas que se han venido incrementando en nuestros destacados dirigentes políticos de la izquierda que abonan a la dispersión, el encono y la desunión de la izquierda: abandono de sus tareas ideológicas, desarticulación con los movimientos sociales, inmersión en actividades político-electorales con prevalencia de conductas clientelares, pragmáticas, sectarias y oportunistas en las tareas partidarias, con sus alianzas espurias con los gobernantes panistas y priistas en elecciones, designación de candidatos de esos mismos partidos destacados por obscuros pasados represores contra la izquierda, verdaderos caciques en sus territorios que una vez que logran el poder no sólo se alejan del programa político pactado para su gobernabilidad sino hasta humillan a sus lacayos, el sometimiento a los poderes fácticos de la oligarquía, empresarios, medios de comunicación y la iglesia; lo mas terrible ha sido la integración de las conductas corruptas en el seno de su personalidad, a sus estilos de trabajo y en el funcionamiento de sus organizaciones.
Nada raro tiene que hoy que la izquierda siga cursando con una gran dispersión enfrentada, con conflictos insuperables, sin capacidad de lograr la unidad en la acción política que permita trascender en la estrategia de lograr el poder para iniciar el proceso de desmantelamiento de las estructuras políticas y económicas de este sistema capitalista deshumanizante y antidemocrático que han sido un obstáculo para transitar a la construcción de la sociedad democrática y socialista por la que hemos venido luchando millones de personas en nuestra patria y en el mundo.
Lograr la anhelada unidad de la izquierda es el imperativo categórico en México si queremos avanzar en la coyuntura actual evitando los espejismos que nos han deslumbrado para convertirnos en victimas de caza de la oligarquía dominante.
Nuestro país no fue la excepción y con el apoyo del intervencionismo de los países imperialistas del sistema capitalista, con la hegemonía de EU, fortalecieron primero una estrategia radical de exterminio a todas las expresiones de simpatía y activismo que se desarrollaran por las personas y organizaciones sobre las ideas socialistas y comunistas, llegando a provocar acciones que proyectaban delirios y fobias anticomunistas que las derechas elucubraban en todo conducta contra el gobernante, así se reprimía, encarcelaba y desaparecía a la disidencia, se elaboraban las famosas listas negras de personalidades de la ciencia, la academia, las artes y la política, sospechosas de esa militancia, algunos por simples hechos como expresar alguna simpatía por valores como el respeto a los derechos civiles, humanos, el medio ambiente y no se diga su simple simpatía por alguno de los planteamientos integrados en las ideas socialistas como el humanismo integrado a sus propuestas transformadoras del quehacer del estado. Las actividades doctrinarias inherentes a la construcción ideológica del marxismo y las experiencias derivadas del leninismo y el maoísmo, que de por si generaban conflictos insuperables entre los militantes de los partidos comunistas, fueron utilizadas para acrecentar divisiones y dispersar los esfuerzos en la anhelada unidad de la izquierda, era y es bien conocida las infiltraciones que los gobernantes hacían en los diferentes movimientos sociales y organizaciones, hoy bien documentada por las infiltraciones de agentes gubernamentales en las organizaciones que hoy consta en los archivos que han sido abiertos en las agencias gubernamentales de nuestro país y de E.U.
Al no prosperar su estrategia de exterminio y/o de cooptación que culmino con su feroz represión de los activistas de la izquierda, principalmente simpatizantes y militantes de los partidos comunistas y socialistas, en sus guerras sucias de extermino, iniciaron dos grandes estrategias: una que consistía en integrar esos movimientos opositores a la lucha electoral, que siempre les habían negado, haciéndolos vivir en la clandestinidad, para así espejearlos con la posibilidad de que lograran convertirse en poder gobernando en el marco de las leyes del sistema capitalista sin que pudieran rebasar los preceptos liberales de libertad, justicia y democracia ni atentar el poder y el modelo económico de las oligarquías dominantes. La experiencia de la apertura de los movimientos por los derechos civiles y humanos en EU les había dado un marco de referencia para desarrollar estrategias de mediación e integración al sistema gobernante en las luchas que la sociedad civil había logrado trascender. Paralelamente iniciaron la degradación del quehacer de los políticos que se integraban a la lucha político-electoral, corrompiendo sistemáticamente, principalmente a sus opositores demócratas de derechas, izquierdas, liberales, conservadores o doctrinarios socialistas y comunistas. En este proceso de construcción de la percepción corrupta de políticos y partidos, los gobernantes del sistema capitalista, además, acrecentaron el fortalecimiento del individualismo como estilo de vida. La segunda gran estrategia fue integrada en las actividades solidarias que no representaran amenazas en el quehacer político de su sistema capitalista, encuadrando las organizaciones no gubernamentales como estrategias de organización en las tareas del estado, a quienes desde su creación les crean una dependencia económica y regulan su operatividad, menoscabando sus objetivos, la autonomía y tratando de reducirlas a funciones gestoras y/o asistencialistas, que no se lograban solucionar en sus métodos de gobernabilidad y control social, inherentes a sus regimenes autoritarios con sus caretas humanistas, democráticas, de bienestar y prosperidad que no lograban trascender en sus programas. Se trataba además de crear espacios, fuera de la política pero ambivalentemente usarlos en la gobernabilidad, que enarbolaran demandas progresistas, banderas tradicionales de los movimientos sociales, que demandaba la izquierda en sus luchas integradas a las políticas humanistas y del desarrollo social como la defensa de los derechos humanos, civiles, sociales, hasta fiscales, la ecología, la educación, la salud, la equidad de genero, la diversidad sexual, servicios públicos, transporte, etc. , etc..,; en fin todo lo que particularmente emergía como problemas que el estado no resuelve en sus políticas públicas (atención al SIDA, mujeres victimas de violencia, alcoholismo, discapacidades físicas, vivienda, etc..), que se han convertido hasta la fecha como la mejor estrategia de dispersar y acotar la fuerza de los opositores sin la necesidad de que recurran a las organizaciones de movimientos sociales ni a los partidos políticos identificados como de izquierda.
La fiebre creada por el espejismo de la apertura democrática a la sociedad y la renovación moral del sistema, aunada a la crisis de los gobiernos socialistas y comunistas, del siglo pasado, llevo a severas crisis de identidad de muchos militantes adoctrinados en la izquierda, algunos aborrecieron su ideología, su militancia partidista, los que no lograron empoderarse en sus militancias partidistas, sobre todo en los emergentes partidos de izquierda satélites del partido gobernante, se sumergieron en la organización de ONGs, defensoras de la democracia, la legalidad y los derechos humano, otros a “organismos ciudadanos” integrados en funciones directivas de instituciones electorales, para la transparencia y la lucha por la corrupción en las administraciones de las instituciones públicas. Llego a engendrarse la absurda concepción, vigente hasta hoy, de que quienes militaban en algún partido político no tenían la misma calidad de ciudadanos y su presencia en cualquiera de sus escenarios estimulaba el “sospechesismo” de activismo nefasto político- partidista.
Así el desprestigio de la política y los políticos de partidos fue capitalizado para promover y fomentar su estrategia del “poder ciudadano”, simulando la despolitización partidista en las funciones de fiscalización ejercida por las contralorías, impartición de la justicia, elecciones, transparencia del gasto e integrando organismos descentralizados compuestos por ciudadanos en sus estructuras orgánicas, donde no se perdía el control y se lograba impresionar sobre la supuesta ciudadanización del poder público. En tanto la izquierda y sus actividades en partidos y en sus organizaciones sociales enfrentaban las sistemáticas seducciones corruptoras del acceso al acotado poder político y económico derivados del financiamiento, su integración a los puestos públicos y el mantenimiento de sus capacidades gestoras que el estado les facilitaba y que les permitía niveles de bienestar y prosperidad a sus dirigentes, inimaginables en el marco de su congruencia e integridad ideológica, generando una lógica conductual donde el pragmatismo y el clientelismo político se convertían así en necesarios para mantener no sólo sus nuevos estatus sino el supuesto crecimiento organizacional necesario para avanzar en la lucha por el poder público que el estado les espejeaba por la vía electoral. Las visiones ideológicas doctrinarias de los diferentes grupos y organizaciones de izquierda inmersas en estos estilos de trabajo que en el pasado generaban diferencias insuperables para lograr la unidad en la acción política pasaron a ser utilizadas para fundamentar sus desviaciones y perversiones del quehacer político en el supuesto transito revolucionario de su “misión” ideológica derivada de su doctrina.
En este contexto los diferentes distinguidos dirigentes que han trascendido en nuestra vida política nacional han bregado legitimando sus decisiones pragmáticas, anclados a las redes de los satisfactores que las oligarquías gobernantes han sistematizado espejeándolos en procesos electorales democráticos sin permitirles el acceso al poder, satisfaciendo, en algunos, hasta sus míseros intereses, que a cuenta gotas les proporcionan en el contexto de las multimillonarias riquezas de las oligarquías dominantes, producto de su gran poder explotador que ostentan, logrando acotarlos así en sus conductas otroras revolucionarias que han dejado hasta fuera de sus discursos políticos. Ahí están sus grandes avances en los gobiernos estatales y municipales que han conquistado en sus victorias electorales donde ni siquiera han logrado imponer modelos de desarrollo económico y social congruentes con sus programas políticos de sus partidos, con honrosas excepciones han trascendido por promover la democracia participativa y sus políticas sociales en educación, salud, atención a la tercera edad y otros grupos vulnerables, la austeridad en sus administraciones, la procuración de justicia y su lucha contra la corrupción.
De ahí las ignominiosas conductas políticas que se han venido incrementando en nuestros destacados dirigentes políticos de la izquierda que abonan a la dispersión, el encono y la desunión de la izquierda: abandono de sus tareas ideológicas, desarticulación con los movimientos sociales, inmersión en actividades político-electorales con prevalencia de conductas clientelares, pragmáticas, sectarias y oportunistas en las tareas partidarias, con sus alianzas espurias con los gobernantes panistas y priistas en elecciones, designación de candidatos de esos mismos partidos destacados por obscuros pasados represores contra la izquierda, verdaderos caciques en sus territorios que una vez que logran el poder no sólo se alejan del programa político pactado para su gobernabilidad sino hasta humillan a sus lacayos, el sometimiento a los poderes fácticos de la oligarquía, empresarios, medios de comunicación y la iglesia; lo mas terrible ha sido la integración de las conductas corruptas en el seno de su personalidad, a sus estilos de trabajo y en el funcionamiento de sus organizaciones.
Nada raro tiene que hoy que la izquierda siga cursando con una gran dispersión enfrentada, con conflictos insuperables, sin capacidad de lograr la unidad en la acción política que permita trascender en la estrategia de lograr el poder para iniciar el proceso de desmantelamiento de las estructuras políticas y económicas de este sistema capitalista deshumanizante y antidemocrático que han sido un obstáculo para transitar a la construcción de la sociedad democrática y socialista por la que hemos venido luchando millones de personas en nuestra patria y en el mundo.
Lograr la anhelada unidad de la izquierda es el imperativo categórico en México si queremos avanzar en la coyuntura actual evitando los espejismos que nos han deslumbrado para convertirnos en victimas de caza de la oligarquía dominante.
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