viernes, 14 de febrero de 2014

EL ACOSO LABORAL


Para Myriam, víctima del mobbing.

El Acoso laboral es uno de los graves problemas de salud ocupacional que generalmente afecta el estado emocional de las victimas llegando a generar enfermedades que debieran ser consideradas como profesionales, por estar derivadas del ejercicio del trabajo, situación que si bien ha sido aceptada al menos por las legislaciones de algunos países europeos, como Suecia, Francia, Italia, España y Gran Bretaña, también ha sido persistente la resistencia de empresarios y empleadores a reconocerla como tal; en el caso de nuestro país han sido tímidos los avances legislativos para lograr erradicar este problema que se estima afecta del 10 al 15% de los trabajadores en los países desarrollados, y en sociedades como la nuestra, esta prevalencia puede llegar a duplicarse, por la persistente impunidad que existe en la impartición de la justicia y las condiciones de explotación que inmediatamente generan en la victimas el miedo a perder sus empleos o resultar con mayor daño patrimonial y en su salud, si se atreven a denunciar este problema exigiendo justicia.

El Acoso laboral prevalece más en el servicio público, o al menos es más conocido, que en las instituciones privadas, siendo las victimas preferidas los funcionarios, el personal contratado de las administraciones públicas, los profesores de las universidades públicas y privadas, los trabajadores de la enseñanza primaria, media o universitaria, informáticos, auditores, los trabajadores de la salud, cuidadores de guarderías y escuelas infantiles, es el sector de los servicios que resulta afectado en mayor proporción por esta tragedia.

Paradójicamente las victimas suelen ser personas con perfiles éticos, honradas, responsables, altamente capacitadas, empáticas, sensibles y sobre todo con un alto sentido de la justicia, es decir aquellas que integran rasgos de personalidad que deberían de ser generadores de mayor bienestar, crecimiento y desarrollo en su situación laboral, perfiles requeridos y referidos una y otra vez, desde décadas, como los más deseables en las filosofías de calidad para lograr desarrollos institucionales, recomendados una y otra hasta por los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial y la Organización del Comercio Mundial (OMC).

Obviamente la situación depredadora de los derechos laborales, que tenemos en México impuesta por las oligarquías, siguen imponiendo sólo falsas esperanzas de abordar este problema, que hasta en las oligarquías partidistas se impone como acontece en las instituciones que en forma autónoma les ceden los gobernantes para mantenerlos acotados en el ejercicio del poder, como sucede en el Partido del Trabajo (PT), donde sus escuelas públicas, preparatoria, universidad y centros de desarrollo infantil, gozan de esa supuesta autonomía que les permite privilegios transgresores de las leyes laborales e institucionales.
 
En México, resulta que los oligarcas sólo aceptaron integrar en la impuesta reforma a la Ley Federal del Trabajo de 2012, la introducción de un artículo, 3 bis, en donde se definió al hostigamiento como “el ejercicio del poder en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en el ámbito laboral, que se expresa en conductas verbales, físicas o ambas”. Esta pésima conceptualización, lejos de facilitar una comprensión del fenómeno, dificulta el conocimiento del mismo en el medio laboral y su ulterior manejo en los tribunales, la subordinación tiene que ser real, existir y si no es evidenciada simplemente no existe el acoso, la impunidad se fortalece para los criminales.
 
Luego la Suprema Corte de Justicia de la Nación, nuestro máximo tribunal emitió desde septiembre de 2012, un acuerdo general de administración mediante el cual se fijan “las bases para investigar y sancionar el acoso laboral y el acoso sexual en.” Ahí, los más altos juzgadores del país, definieron el acoso laboral como: Los actos o comportamientos, en un evento o en una serie de ellos, en el entorno del trabajo o con motivo de éste, con independencia de la relación jerárquica de las personas involucradas, que atenten contra la autoestima, salud, integridad, libertad o seguridad de las personas; entre otros: la provocación, presión, intimidación, exclusión, aislamiento, ridiculización, o ataques verbales o físicos, que pueden realizarse de forma evidente, sutil o discreta, y que ocasionan humillación, frustración, ofensa, miedo, incomodidad o estrés en la persona a la que se dirigen o en quienes lo presencian, con el resultado de que interfieren en el rendimiento laboral o generan un ambiente negativo en el trabajo”.

La aparente protección contra los acosadores, está ahí, aunque en realidad sigue siendo una ilusión, dispuesta a engañar y obstaculizar, por el prevaleciente criterio referido de la ley federal de trabajo, que sigue enmarcando las decisiones de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, donde los Tribunales burocráticos locales y federales siguen siendo instrumentos sujetos al capricho, olvido o injerencia de los diversos Ejecutivos en los estados, lo que ensombrece la esperanza; se suma además de que tanto la federación como las entidades federativas cuentan cada una con ordenamientos propios que regulan las relaciones de trabajo con sus servidores públicos.
 
Así, las autoridades seguirán despreocupadas por proteger unos derechos poco claros, supuestamente contenidos en normas incomprensibles que además no prevén sanciones específicas, dejan a todas las víctimas de mobbing en nuestro país sin la posibilidad de acceder efectivamente a la justicia, en tanto los acosadores que de conformidad con las ciencias de la conducta y criminología, padecen trastornos de personalidad donde sus dinamismos psicopatológicos giran sobre la necesidad insaciable de agredir, controlar, destruir, potencializados por el poder que les brindan los caciques o sus “esbirros”, en sus organizaciones desrreguladas fuera de la modernización, satisfaciendo sus frustraciones a través de la violencia psicológica sobre otros, compensando sus complejos y dando rienda suelta a sus tendencias más agresivas y antisociales. Recordemos que el fin último del acosador es el "asesinato psicológico" de la víctima, y el motivo principal encubrir la propia mediocridad, todo ello debido al miedo y la inseguridad que experimentan los acosadores hacia sus propias carreras profesionales.

Acabemos con estas lacras que atentan a los mejores trabajadores de las instituciones. 

 

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