Para Myriam, víctima
del mobbing.
El Acoso laboral es uno de los graves problemas de salud ocupacional que
generalmente afecta el estado emocional de las victimas llegando a generar
enfermedades que debieran ser consideradas como profesionales, por estar
derivadas del ejercicio del trabajo, situación que si bien ha sido aceptada al
menos por las legislaciones de algunos países europeos, como Suecia, Francia,
Italia, España y Gran Bretaña, también ha sido persistente la resistencia de
empresarios y empleadores a reconocerla como tal; en el caso de nuestro país
han sido tímidos los avances legislativos para lograr erradicar este problema
que se estima afecta del 10 al 15% de los trabajadores en los países
desarrollados, y en sociedades como la nuestra, esta prevalencia puede llegar a
duplicarse, por la persistente impunidad que existe en la impartición de la
justicia y las condiciones de explotación que inmediatamente generan en la
victimas el miedo a perder sus empleos o resultar con mayor daño patrimonial y
en su salud, si se atreven a denunciar este problema exigiendo justicia.
El Acoso laboral prevalece más en el servicio público, o al menos es más
conocido, que en las instituciones privadas, siendo las victimas preferidas los
funcionarios, el personal contratado de las administraciones públicas, los
profesores de las universidades públicas y privadas, los trabajadores de la
enseñanza primaria, media o universitaria, informáticos, auditores, los
trabajadores de la salud, cuidadores de guarderías y escuelas infantiles, es el
sector de los servicios que resulta afectado en mayor proporción por esta
tragedia.
Paradójicamente las victimas suelen ser personas con perfiles éticos, honradas,
responsables, altamente capacitadas, empáticas, sensibles y sobre todo con un
alto sentido de la justicia, es decir aquellas que integran rasgos de
personalidad que deberían de ser generadores de mayor bienestar, crecimiento y
desarrollo en su situación laboral, perfiles requeridos y referidos una y otra
vez, desde décadas, como los más deseables en las filosofías de calidad para
lograr desarrollos institucionales, recomendados una y otra hasta por los
organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial y la Organización
del Comercio Mundial (OMC).
Obviamente la situación depredadora de los derechos laborales, que
tenemos en México impuesta por las oligarquías, siguen imponiendo sólo falsas
esperanzas de abordar este problema, que hasta en las oligarquías partidistas
se impone como acontece en las instituciones que en forma autónoma les ceden
los gobernantes para mantenerlos acotados en el ejercicio del poder, como
sucede en el Partido del Trabajo (PT), donde sus escuelas públicas,
preparatoria, universidad y centros de desarrollo infantil, gozan de esa
supuesta autonomía que les permite privilegios transgresores de las leyes
laborales e institucionales.
En México, resulta que los oligarcas sólo aceptaron integrar en la
impuesta reforma a la Ley Federal del Trabajo de 2012, la introducción de un
artículo, 3 bis, en donde se definió al hostigamiento como “el ejercicio del
poder en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en
el ámbito laboral, que se expresa en conductas verbales, físicas o ambas”. Esta
pésima conceptualización, lejos de facilitar una comprensión del fenómeno,
dificulta el conocimiento del mismo en el medio laboral y su ulterior manejo en
los tribunales, la subordinación tiene que ser real, existir y si no es
evidenciada simplemente no existe el acoso, la impunidad se fortalece para los
criminales.
Luego la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, nuestro máximo tribunal emitió desde septiembre de 2012,
un acuerdo general de administración mediante el cual se fijan “las bases para
investigar y sancionar el acoso laboral y el acoso sexual en.” Ahí, los más
altos juzgadores del país, definieron el acoso laboral como: Los actos o
comportamientos, en un evento o en una serie de ellos, en el entorno del
trabajo o con motivo de éste, con independencia de la relación jerárquica de
las personas involucradas, que atenten contra la autoestima, salud, integridad,
libertad o seguridad de las personas; entre otros: la provocación, presión,
intimidación, exclusión, aislamiento, ridiculización, o ataques verbales o
físicos, que pueden realizarse de forma evidente, sutil o discreta, y que
ocasionan humillación, frustración, ofensa, miedo, incomodidad o estrés en la
persona a la que se dirigen o en quienes lo presencian, con el resultado de que
interfieren en el rendimiento laboral o generan un ambiente negativo en el
trabajo”.
La aparente protección contra los acosadores, está ahí, aunque en
realidad sigue siendo una ilusión, dispuesta a engañar y obstaculizar, por el prevaleciente
criterio referido de la ley federal de trabajo, que sigue enmarcando las decisiones
de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, donde los Tribunales burocráticos
locales y federales siguen siendo instrumentos sujetos al capricho, olvido o
injerencia de los diversos Ejecutivos en los estados, lo que ensombrece la
esperanza; se suma además de que
tanto la federación como las entidades federativas cuentan cada una con
ordenamientos propios que regulan las relaciones de trabajo con sus servidores
públicos.
Así, las autoridades seguirán despreocupadas por proteger unos derechos
poco claros, supuestamente contenidos en normas incomprensibles que además no
prevén sanciones específicas, dejan a todas las víctimas de mobbing en nuestro
país sin la posibilidad de acceder efectivamente a la justicia, en tanto los
acosadores que de conformidad con las ciencias de la conducta y criminología,
padecen trastornos de personalidad donde sus dinamismos psicopatológicos giran
sobre la necesidad insaciable de agredir, controlar, destruir, potencializados
por el poder que les brindan los caciques o sus “esbirros”, en sus organizaciones
desrreguladas fuera de la modernización, satisfaciendo sus frustraciones a través de la violencia psicológica
sobre otros, compensando sus complejos y dando rienda suelta a sus tendencias
más agresivas y antisociales. Recordemos que el fin último del acosador es el "asesinato
psicológico" de la víctima, y el motivo principal encubrir la propia
mediocridad, todo ello debido al miedo y la inseguridad que experimentan los
acosadores hacia sus propias carreras profesionales.
Acabemos con estas lacras que atentan a los mejores trabajadores de las instituciones.
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