En el contexto de gobiernos pripanistas que han estado
ejerciendo el poder político en las últimas décadas, los diferentes niveles de
gobierno, desde el federal, el estatal y el municipal, en Nuevo León, con
modelos políticos integrados en sus ineficaces planes estatales de desarrollo,
permeados por las pésimas administraciones, infestados por la mentira y la
corrupción que ha generado poco crecimiento económico, desarrollo urbano y
social limitado, injusticia y una sociedad inmersa en la violencia social con
las lacras de la inseguridad y pobreza, hoy enfrentamos el reto de lograr
competir con Morena, como partido político, por lograr alcanzar ese poder por
la vía electoral, en las próximas elecciones del 2015.
Los grupos políticos y económicos, integrantes de los poderes
facticos, acostumbrados a imponer sus intereses en la selección de los
candidatos, ya están a todo lo que dan tratando de influir en sus principales
partidos, PRI y PAN, para imponer sus intereses y principales candidatos, creando
espejismos, democráticos, de alternancia y de cambios, ante la mayoría de los
ciudadanos nuevoleoneses, víctimas de la mala educación, la desinformación, la
manipulación mediática, la explotación y el abuso en las constantes
transgresiones de sus derechos humanos y sociales. El fondo sigue siendo el
mismo, no están dispuestos a que lleguen personajes, menos partidos políticos
transformadores con proyectos alternativos de gobierno que amenace sus
intereses económicos, menos que el poder político logre ser ejercido por la
soberanía del pueblo, sí, eso que debería integrar plenamente la cultura de la
democracia en el seno de nuestra sociedad, eliminando la obscuridad medieval
del autoritarismo y la gran corrupción prevaleciente de los gobernantes, que
por décadas ha sido uno de los graves obstáculos para lograr los máximos
niveles de desarrollo humano y social de sus ciudadanos, en congruencia con la
gran riqueza cultural y patrimonial, de los recursos naturales y humanos que
nuestro estado tiene.
En tanto los partidos y organizaciones progresistas y de
izquierda, siguen marginados y acotados, sin unidad en la organización ni en la
acción, dispersos, satisfaciendo sus intereses inmediatos y la mayoría anclados
a sus desviaciones pragmáticas, clientelares, dogmáticas y corporativistas, que
les mantiene los satisfactores de las migajas del poder político en los
territorios donde prevalecen, donde impunemente reproducen los vicios de la
clase gobernante. Así sus decisiones electorales, estarán sujetas al acecho de
los candidatos desechados por los pripanistas y con sus inmersiones en
estrategia mediáticas, que incluyen el contratar artistas, deportistas,
periodistas, intelectuales, profesionistas, activistas sociales o ilusos
narcisistas, para ser utilizados en estos tiempos electorales, sus metas no
irán más allá de mantener sus ínfimas prebendas del poder, sobre todo con las
posiciones plurinominales, los presupuestos públicos que se les otorga como
partidos y demás prebendas que les permite ser beneficiarias y vividores del
régimen de oprobio que padecemos.
MORENA, como partido político tendrá que enfrentar el dilema trascendental
entre mantener su integridad, fortaleciendo sus decisiones políticas en
congruencia, con sus principios y su programa político, o transgredirlos en
aras del pragmatismo para crecer electoralmente, olvidando que somos más un
movimiento, iniciando así el inevitable camino de la degradación, sumándose así
a todo tipo de desviaciones y perversiones que ha prevalecido en todos los
partidos políticos, dañando gravemente la credibilidad ciudadana y
convirtiéndose en comparsas de los oligarcas y gobernantes.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de nuestro
Consejo Nacional, ya ha sido claro, tenemos que mantener nuestra congruencia e
integridad, debemos de estar alejados de
toda forma de corrupción, pragmatismo y clientelismo del quehacer político, la
honestidad es el eje fundamental de nuestras acciones, quien quiera aliarse
con nuestro movimiento tendrá que sujetarse a nuestros ideales, no por interés
electorero, del cargo, sino por convicción, por integración consciente, de
sumarse a nuestra lucha transformadora que pretende lograr eliminar los
regímenes de gobierno pripanistas que han estado obstaculizando el desarrollo
social, económico y política de nuestra patria.
Afortunadamente, en el marco de la legislación electoral
vigente a nivel de las elecciones federales, en el 2015, no podemos tener
alianzas con ningún partido político,
por estar condicionado en nuestro registro legal, a obtener mínimamente
el 3% del porcentaje de votación en las próximas elecciones del 2015,
desafortunadamente a nivel de las elecciones estatales la legislación si lo
posibilita, por lo que estaremos al
acecho de los políticos oportunistas, ambiciosos y sin escrúpulos dispuestos a
infestarnos para aniquilar nuestro movimiento, algunos pretenderán que
olvidemos su pasado reiterativo de comportamientos ignominiosos aliados a los
personajes más corruptos de la política, justificándose en sus dogmas y
fundamentalismos del quehacer político, otros nos querrán convencer de sus
concepciones de la real política, como si nuestras concepciones del quehacer
político fueran simples fantasías, ideales y principios alejados de la realidad.
Así los candidatos de Morena, que debiéramos ya de estar
buscando, superando el abominable “tapadismo”, que ha prevalecido a
satisfacción de los políticos del régimen corrupto, deben ser hombres y mujeres
inmersos en la lucha por la libertad, la democracia y la justicia, políticos
incorruptibles, sin ningún antecedente de tratos corruptos en las redes del
poder, de complicidad con la injusticia, cumpliendo cabalmente con ser
honestos; ser de probada lealtad, con fidelidad absoluta a los principios e
ideales políticos en las luchas de izquierda y progresistas, a MORENA, en las
luchas con AMLO y los dirigentes nacionales del movimiento, deben ser
preparados, con el conocimiento suficiente de las
políticas públicas y de los problemas administrativos, políticos, económicos,
sociales y culturales que le permita argumentar sus diagnósticos y fundamentar
sus propuestas de conformidad con el nivel del encargo al que aspiran
gobernador, diputado federal, local, o en el ayuntamiento.
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