Una de las lacras de la cultura política inmersa en los partidos
políticos, no sólo de nuestro país, sino en el mundo, ha sido y son los grupos
facciosos, cuyo origen se remonta con anterioridad en los grupos políticos,
anteriores a la revolución francesa, identificados en las dinámicas políticas
internas de los clubes políticos, luego potencializados con el establecimiento
del sistema de partidos, mas con sus fundamentalismos y dogmas ideológicos en
las izquierdas y derechas partidistas.
De acuerdo a wikipedia
(http://es.wikipedia.org/wiki/Faccioso)
“Facción (del latín, factio, derivado de factum, supino de facere, hacer),
además de su significado anatómico (cualquiera de las partes que componen el
conjunto del rostro humano), es una división dentro de un grupo político o una
corte noble (utilizándose también las expresiones bandería, bando o fracción
política o nobiliaria, en cada caso), “la facción es con mucho el
término más antiguo y más establecido, se deriva del verbo latino facere que
significa hacer o actuar, y la palabra factio llegó a indicar, para los autores
que escribieron en latín, un grupo político dedicado a un facere perturbador o
nocivo o a "actos siniestros". Faccioso es el que sigue una facción, su asociación con el fascismo es
sólo una confusión paronímica y no debe confundirse cuando, los gobernantes lo usan
para designar un movimiento social de bases amplias en rebeldía con las
instituciones o el sistema social imperante.
El hecho es que la principal característica de los facciosos, es
desarrollar estrategias que les permita empoderarse como grupo, subordinando
sus intereses sobre los de la organización política o partidista a la que
pertenecen, transgreden principios y valores ideológicos, manipulan, mienten,
desafían, amenazan, obstaculizan, hacen todo lo que sea necesario para
perturbar la unidad disciplinaria en la acción política, eje central de la
fortaleza organizacional de los partidos, responsabilidad de los órganos de
dirección, a los que se dedican a menoscabar su liderazgo, convirtiéndoles en
objetivo central de sus actos siniestros. Son personajes y grupos muy
distinguidos por su protagonismo exhibicionista, que no cultivan el dialogo
racional, ni privilegian la educación ideológica política, en el contexto de su
protestada obligación de cumplir y hacer cumplir, con los documentos básicos
del partido político, al que decidieron pertenecer, y debiera ser el marco
referencial de su actuar político. Las facciones compiten
por el poder para su grupo y el control de los recursos en los partidos y su
focus central es el líder, quien ha reclutado a la facción en nombre de su
competencia con otro individuo o coalición. Algunos sustentados en dogmas y fundamentalismos ideológicos, otros han
hecho de esta practica su “modus vivendi”, otros mas, simplemente no superan el
oposicionismo desafiante inmerso en su personalidad, que en su pasado fueron la
fuente de su activismo y formación política, en su momento actual no pueden
armonizar con los objetivos ideológicos y políticos del partido, en el que
militan. Los partidarios de una facción determinada pueden
creer que para lograr sus proyectos políticos, los opositores deben ser
purgados.
En todos los partidos
políticos se evidencian con facilidad, en los grupos que están o se integran por
familias, corrientes, tendencias internas, sectores o camarillas, el caso más
patetico del faccionismo, en nuestro país ha sido en los partidos de izquierda
(PRD, PT, MC), con sus tribus y familias políticas que han prevalecido
empoderadas en todos los partidos, nutridos en el sectarismo y la cooptación
clientelar de su pragmatismo político electoral. Las diferencias enarboladas
por los facciosos llegan a generar el
sectarismo, que es la intolerancia, discriminación u odio a los diferentes
grupos sociales, políticos o entre las subdivisiones dentro de un grupo, como
las diferentes manifestaciones de una misma religión o las facciones de un
movimiento político.
El faccionalismo,
además de representar la personalización y la territorialización de la
política, es el legado institucional más dañino que han dejado los aprendizajes
realizados por los grupos internos partidarios que han desarrollado sus
estrategias competitivas inmersas en el pragmatismo ramplón, socavando las
decisiones fundamentales de los cuerpos partidarios, incrementándose su
activismo siniestro en las etapas electorales internas o externas de los
partidos. Los dirigentes de estos grupos facciosos, que no logran a través de
sus estrategias, las precandidaturas deseadas son alentados para a integrarse a candidaturas en otros partidos,
su protagonismo contribuye a la fragmentación opositora y cínicamente llegan a
integrarse como funcionarios de los gobiernos que decían combatir.
En México el
faccionalismo más atroz se ha integrado al régimen de oprobio del pripanismo, apoyando
las reformas políticas, económicas y sociales que amenazan nuestra soberanía,
libertad, justicia y el desarrollo democrático.
Por atentar gravemente la etica politica, en MORENA,
el faccionalismo está prohibido y es una de las causas de suspensión de
derechos de los protagonistas del Movimiento de Regeneración Nacional.
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