Ante la tragedia de
Ayotzinapa, en México, que hizo emerger nuevamente el tejido purulento de la
podredumbre de nuestro sistema político, económico y social inmerso en el
neoliberalismo, capitalista, revitalizando nuestras luchas libertarias por el cambio verdadero de
nuestra nación, observamos como la mayoría de nuestra sociedad mexicana
permanece adormecida, sin reaccionar con la rebelión ante los gobernantes
responsables.
No sólo han sido las
victimas tradicionales de las clases bajas y marginadas, inmersas en el clientelismo, el asistencialismo y el
corporativismo de políticos y
funcionarios corruptos, que por décadas han sido mediatizadas y manipuladas en
sus conciencias, sino ahora se suman la mayoría de los ciudadanos de las clases medias a quienes el
individualismo, el hiperconsumismo mercantilista y sus lacras de
deshumanización han menoscabado los sentimientos fraternales y solidarios ante
la injusticia y la explotación de sus congéneres. No se diga, la pasividad, que
las clases intelectuales, de académicos, científicos, profesionistas, docentes,
artistas y literarios han estado asumiendo, en su mayoría sólo con jugar el
papel protagónico exhibicionista de su solidaridad, como uno más de su
espectáculo, sin más trascendencia con el poder ignominioso de los gobernantes.
Las tragedias y actos de
corrupción, que una y otra vez suceden en nuestro México, tan sólo uno de
ellos, como los asesinatos y desapariciones, genocidas, han sido razón
suficiente para que en otras sociedades reaccionen ante sus gobiernos y
autoridades rebelándose, ahí están las revueltas que han impactado
recientemente en, Egipto, Libia, Túnez, Venezuela, Bolivia, Brasil, Chile y más
atrás en Sudáfrica y la India. En otro países, actos transgresores a la
elemental ética de los políticos gobernantes, han sido utilizados para
destituir y encarcelar a presidentes y primeros ministros como sucedió con
Richard Nixon en USA, Fernando Collor de
Mello, en Brasil, con Alberto Fujimori en Perú, Miguel Ángel Rodríguez, en
Costa Rica, con Silvio Berlusconi en Italia, al ex primer ministro, Ehud
Olmert, de Israel y más recientemente a José Sócrates, ex presidente de
Portugal.
Las multitudinarias marchas
y mítines, los cercos, huelgas, toma simbólica, mensajes y voces que hemos desarrollado en las últimas semanas, ante la
tragedia de Ayotzinapa, no sólo no han logrado romper el cerco informativo
impuesto por los medios de comunicación, al servicio del gobierno, sino que se
han apropiado del tema con sus estrategias mediáticas de inhibición del daño a
los gobernantes, con focalización de responsables en funcionarios de gobierno
municipal, destruyendo la percepción del “crimen de estado”, respaldada y
fundamentada por organismos internacionales de derechos humanos, como la ONU.
La fundamentad exigencia de la RENUNCIA de Enrique Peña Nieto a la presidencia
de México, que hemos hecho, sólo ha logrado mermar el índice de popularidad o
aceptación en toda la población a los niveles más bajos en las últimas décadas,
para un presidente en funciones.
Ante estas circunstancias,
es comprensible la propuesta de los padres de los 43 estudiantes de la Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa, desparecidos de pasar a otra etapa de la lucha,
“usando las armas para quitar a la autoridades”, “entrarle con una revolución”,
“armarse para quitarlos y poner a gente honesta, que vea por el pueblo y que
trabaje bien, porque el mismo gobierno solapa a todos los delincuentes y
asesinos, y eso los va tirar la gente”; sin embargo sumarse a la estrategia de
violencia, generada por el mismo estado, sólo dañara más a los y las activistas
opositores de este régimen de oprobio
que vivimos en México, sobre todo con gobernantes coludidos con delincuentes,
dispuestos a reprimir con sus guerras sucias. En este momento, se necesita
que construyamos más organización
política, en todos los niveles y sectores de la sociedad, capaz de
potencializar permanentemente la indignación y el rechazo a los gobernantes
criminales y corruptos, peros sobre todo que logre generar una mayor conciencia
social de todos y todas los ciudadanos, capaces de despertar a la mayoría, del
adormecimiento ante la injusticia y la corrupción prevaleciente.
Así, en cada territorio del
país, conforme a sus particularidades históricas y culturales, lo que urge es
impulsar esta organización de los ciudadanos, capaz de construir la conciencia
ciudadana, donde prevalezca la
indignación y la rabia que ha vencido a la resignación y al miedo, donde la fraternidad y la solidaridad generen la
fuerza a los individuos, capaz de vencer las mentiras, la insensibilidad, el
cinismo y el autoritarismo de los políticos y funcionarios pripanperredistas
que están en el ignominioso pacto con Enrique Peña Nieto.
En Morena, estamos muy
claros de nuestra participición activa y su trascendencia histórica, en medio de la deslegitimación de
los políticos y partidos, sin duda lograremos que en nuestra sociedad los y las
ciudadanas sean más libres, participativas, honestas, pacificas, productivas,
solidarias, pero sobre todo con altos grados de bienestar en sus vidas que nos
permita alcanzar los más altos niveles de desarrollo humano y social en
correspondencia con la grandeza de nuestra patria.
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