viernes, 11 de diciembre de 2015

VIOLENCIA Y SALUD MENTAL


Estamos viviendo en México y en nuestro estado de Nuevo León, el incremento de las diferentes formas de violencia en el seno de nuestras sociedades, derivadas de las condiciones que facilitan la aparición de estos fenómenos,  principalmente por  las estructuras sociopolíticas y económicas como la represión, la marginación o la pobreza que los políticos gobernantes en el poder, persisten en seguir reproduciendo.
Por un lado el poder presidencial de Enrique Peña Nieto, sustentado en el apoyo de las mafias de las oligarquías empresariales y mediáticas, sigue generando la precarización de nuestra economía, impulsando un reformismo letal de nuestros patrimonios nacionales, desde los recursos energéticos hasta los de las telecomunicaciones, ni que decir de sus ignominiosas reformas estructurales, que con la barbarie de la violencia del estado, con sus agentes represores, militarizada por el ejército, la gendarmería nacional y sus policías locales, siguen generando presos políticos, muertos y lesionados, no sólo en su guerra contra la delincuencia, sino además en su obstinada postura de imposición de estas reformas, sin la real participación de los agentes más importantes, como en el caso de su simulada reforma educativa, sin los maestros. A tres años de este nefasto gobierno, el recuento de los daños, nos hace ratificar, lo que en este blog ya habíamos referido,  que la vuelta al poder de los priistas sólo lograría reproducir sus estilos de gobierno para fortalecer el régimen autoritario, corrupto, de oprobio, que han construido desde el siglo pasado, y que hoy aliados con el PAN y el PRD pretenden seguir imponiendo en todas las regiones del país.

Por otro lado, en Nuevo León, el gobernante enarbolador del cambio y de la “nueva independencia”, Jaime Rodríguez calderón, a tres meses de su gobierno, sigue generando las mismas políticas de los gobernantes corruptos e ineficaces, que decía combatir; sumándose a las mentiras, simulaciones y engaños, sin el imperativo ético, con sus posturas impositivas, sobre todo en relación a los impuestos, como el de la tenencia y ni que decir de las ausentes reformas administrativas y financieras que logren la anhelada austeridad y transparencia. Se suma el clásico nombramiento de sus principales funcionarios de los mandos medios y superiores, cubriendo los tradiciones del influyentismo, con las lacras del amiguismo, nepotismo y de pagos políticos a quienes le apoyaron en su campaña, sobre todo de los oligarcas empresariales, ausentándose la meritocracia de los servidores públicos, mandado al carajo la ley del servicio civil de carrera.  Ni que decir de la ciudadanización de los principales mandos superiores, menos de “llevar a “la cárcel” a los corruptos de las administraciones anteriores, empezando por el gobernador anterior: Rodrigo Medina.  Ha decepcionado hasta sus más idolatras, ilusionados por el cambio y sumándose al hartazgo manipulador mediático de la ciudadanía, que van desde políticos conservadores, progresistas o de izquierda, hasta académicos e “intelectuales” y los activistas ciudadanos que lo reverenciaban durante su campaña y en el periodo de tres meses de transición hacían su toma del poder, que lo invistió como gobernador de nuestro estado.
Se trata de políticos gobernantes fanatizados en el denominado gatopardismo politico, donde cambian todo para que nada cambie, de las estructuras sociopolíticas y económicas que mantienen su poder, perpetuando el régimen corrupto y de oprobio que vivimos los mexicanos a contentillo de los oligarcas que lo usufructúan. Son políticos que no cultivan la salud mental, ni jerarquizan la importancia de la inversión del estado, mediante programas integrales de atención que logren la prevención, el fomento y la atención de sus problemas y sus derivados fenómenos psicosociales como la Violencia.

Sus posturas políticas generan condiciones de privación de satisfactores mínimos del bienestar de la mayoría de la población, generando lacras como la pobreza y el  hambre, que sumado a la frustración social y política, con la identidad social amenazada y modos insuficientes de gestión de sus conflictos, prevaleciendo la desigualdad y percepción de injusticia. Lo anterior hace que nos alejemos de las vías de trabajo de fondo, en cualquier sociedad, que logran prevenir la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, política, colectiva, de género, familiar, infantil, escolar, etc.; donde no basta la conmoción reactiva ante las cifras estadísticas elevadas, que año tras año, se incrementan y las tragedias derivadas como ha sucedido con las feminicidios y asesinatos colectivos de los últimos años.  
Los ejes de trabajo, que recomendamos la mayoría de los profesionistas de las ciencias sociales y de la conducta humana son: la promoción de la igualdad, la justicia y la dignidad de las personas, el fomento de la tolerancia y el respeto al otro, la potenciación de la responsabilidad individual y colectiva, frente a la situación actual de difusión social de la responsabilidad, la facilitación de un enfoque constructivo en la solución de conflictos, la reducción de la disonancia cognitivo-emocional, en las creencias étnicas y políticas; la reducción de los procesos de justificación moral de la violencia y de la utilización de eufemismos al referirse a ella, el  fomento de conductas pro-sociales en las escuelas y en las instituciones de la sociedad; la promoción de políticas de perdón y de reconciliación; manejo positivo de las emociones inter-grupales; la reducción de la incertidumbre y el desconocimiento entre los miembros de grupos étnica e ideológicamente diferentes. Como vemos son ámbitos de la conducta humana que sólo logran integrarse en individuos cultivadores y promotores de la salud mental, de conformidad con la conceptualización que ya referimos, que los expertos en salud mental de la OMS han consensado y que desde este milenio luchamos por su integración a la psicología popular y el sentido común de todos y todas las ciudadanas.

Abrir un debate serio en nuestra sociedad, sobre las relaciones de la salud mental con todas las formas de violencia, es uno de los grandes pendientes de nuestros científicos e intelectuales para terminar con el prejuicio colectivo, de que los trastornos de salud mental explican un porcentaje significativo de la violencia prevaleciente, hecho que ha sido desmentido por la evidencia científica existente en las principales bases de datos internacionales como Psyinfo, Medline y Sociological Abstracts. La gran mayoría de las violencias es desarrollada por personas que no cursan con algún trastorno de salud mental.

No hay comentarios:

Publicar un comentario