En los últimos meses, se han suscitado escenarios de acción política,
lo mismo en los partidos políticos, con sus renovaciones de sus órganos de
dirección, como en la toma del poder de gobernadores y alcaldes en nuestro país,
que habían sembrado la esperanza de los anhelados cambios en sus comportamientos
políticos para transitar hacía conductas diferentes y trascendentes que acaben
con la simulación, la mentira y el engaño que ha demeritado el quehacer político,
provocando el hartazgo de los ciudadanos y ciudadanas hacía la política.
Con frustración, observo persistentemente que en los políticos,
de los diferentes espectros ideológicos de izquierdas, derechas y centros en México
y más en nuestro estado, prevalece la denominada personalidad maquiavélica, referida
por Alexandre Dorna, en la revista de Psicología Política, Nº 26, 2003, p.p. 7-23,
publicada en internet en la página http://www.uv.es/garzon/psicologia%20politica/N26-1.pdf,
donde describe sus características fundamentales, que son: la carencia de
afectividad en las relaciones interpersonales, mostrando sus virtudes de la
frialdad y la falta de apasionamiento en el contacto personal, sin faltar sus facies
sonrientes, simuladoras de simpatías y el placer de la relación, muy lejos de
la empatía, cínicos; son sujetos inmersos en el desinterés por la moralidad
convencional en el comportamiento, inmersos en el pragmatismo: “el fin justifica
los medios”; estan inmersos en los usos del poder por el poder, enfocados en la
visión utilitaria de sus relaciones personales, lejos de subsumir la ética como convicción en sus posturas políticas; obsesionados
con manipular, no dudan en confabular, dirigiendo sus planes a satisfacer sus
intereses, con su inalterable percepción del ambiente, en el que se encuentran
con bastante realismo, integrado en su discurso, que es asertivo, sin la
distorsión relevante que sus opositores señalan persistentemente, y por último
son personas con muy poco compromiso ideológico, sin creencias verdaderas ni
causas sagradas que defender, todo ello en ausencia de un psicopatología
observable.
Más lamentable ha sido observar que no tienen la suficiente
cultura, que cursan con deficiencias intelectuales, que limitan su campo de
comprensión de los problemas que se les plantean, empecinándose en considerar,
sólo como verdad su verdad subjetiva, limitando sus capacidades discriminativas,
se valora superior supeditando la justicia y la moral social a sus propias
ideas y convicciones y lo que es más grave: orgulloso de sí mismo y
despreciativo de los que piensan diferente, con una imagen de perfección, capaz
y fuerte ante los demás
La denominación “maquiavélica” ha sido usada como adjetivo en
la terminología política, sustraída de la obra “El Príncipe”, que Nicolás Maquiavelo
publicó en 1532 y que describe las argucias y los métodos inmorales empleados
por los gobernantes para obtener y conservar el poder. Su leyenda ha mezclado crueldad, maldad, mentira, traición
e inteligencia. No obstante, contrariamente
a la idea difundida, Maquiavelo no aprueba esos rasgos del príncipe, descrito por el mismo, sin embargo,
estos rasgos comportamentales han servido para el estudio y la investigación de
la psicología social, desde mediados del
siglo pasado, prefigurando la psicología del político maquiavélico.
Los políticos maquiavélicos deben transitar a la modernidad,
abandonando su convicción de las inherentes maldades del quehacer político en
los usos del poder y su perpetuación en el mismo.
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