viernes, 27 de noviembre de 2015

TERRORISMO, FANATISMO Y SALUD MENTAL

El último consenso de la American Psychiatric Association, en el marco de elaboración de los criterios diagnósticos de los trastornos mentales, concluidos en el DSM-5, define al trastorno mental así: “un trastorno mental es un síndrome caracterizado por una alteración significativa del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportamiento de un individuo, que refleja una disfunción de los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo que subyacen en su función mental. Habitualmente los trastornos mentales, van asociados a un estrés significativo o discapacidad, ya sea social, laboral o de otras actividades importantes. Una respuesta predecible o culturalmente aceptable ante un estrés usual o una perdida, tal como la muerte de un ser querido, no constituye un trastorno mental. Un comportamiento socialmente anómalo (ya sea político, religioso o sexual y los conflictos existentes principalmente entre el individuo y la sociedad, no son trastornos mentales salvo que la anomalía o el conflicto se deban a una disfunción del individuo, como las descritas anteriormente.” (1)
 
Desde esta perspectiva los individuos fanáticos, en general, con sus diferencias evidentes, cristianas, judíos, musulmanes, nacionalistas, comunistas, fascistas y de todo tipo, no deben ser considerados como enfermos mentales, sólo si cursan con alguno de los trastornos psiquiátricos, como ha sido detectado en algunos líderes fanáticos (psicosis esquizofrénicas, estados paranoides, delirios, trastornos de personalidad). En los casos de los fanáticos terroristas, que integran la violencia como estrategia destructora de la vida humana a nombre de su causa sagrada, dogmatica y fundamentalista, sin tener alguno de estos trastornos psiquiátricos, no se puede decir que sean personas mentalmente sanas, son casos fronterizos del proceso diagnostico salud-enfermedad, donde se sigue enfrentando una gran debate de las ciencias de la conducta sobre la definición de criterios para asumir esta personalidad como patología psiquiátrica, sobre todo por las implicaciones judiciales, ya que un enfermo mental no es consciente de sus actos o su voluntad se altera, por sus enfermedad. Es el campo forense y judicial quien determina, según el dictamen psiquiátrico, si se le considera penalmente responsable, o de sí no era consciente de lo que hacía, como es el caso de la presencia de alucinaciones, teniendo un episodio psicótico, trastorno mental transitorio o demencial que provoca confusión, desorientación, deterioro de la memoria, etc, en el contexto del desarrollo del acto criminal.
 
Generalmente los fanáticos terroristas pueden tener problemas personales, en el seno de su personalidad, pero son conscientes de lo que desea, del objetivo que persiguen y del dolor que causan. Un “enfermo mental”, incapaz de pensar racionalmente, no tendría la frialdad y el autocontrol suficientes como para provocar acciones de tal envergadura, con tanta planificación y estructuración de una ideología determinada. Recodemos a la de muchos grupos terroristas que consideran que se les somete, que no tienen libertad, que les espera un mundo mejor más allá y por ello actúan poniendo bombas y asesinando. Buscan un aspecto de la realidad que les interesa (desempleo, inmigración, sometimiento, situación política, religiosa, etc.) y sobre esa creencia construyen su base y fortaleza para realizar y expresar lo que desean sin permitir la permeabilidad.

Desde mediados del siglo pasado, en el marco de los fanatismos de los regímenes fascistas y comunistas, algunos sociólogos y psicoanalistas, afirmaban que las conductas destructivas, donde prevalecía la devastación, las masacres y los holocaustos de las guerras, tenían su fundamento, entre otras cosas “en una personalidad patológica, contagiosa como la peste, y configurada por factores sociales y psicológicos que la convierten en vulnerable a la propaganda fascista”, como así lo afirmaba Theodor Adorno en su ensayo sobre la Personalidad Autoritaria (1950) donde los definía como “autoritario patológico” (2). Ya Wilhelm Reich en otro ensayo sobre “La psicología de masas del fascismo (1933), (3), planteaba que el fascismo era como la expresión política de las personas frustradas, el “pequeño hombre” reprimido dentro de una sociedad autoritaria. Luego Fromm, en su libro sobre el Miedo a la Libertad, destaca el carácter sadomasoquista de los dictadores mezclado con los rasgos narcisistas autoritarios (4). Desde entonces el fanatismo se ha investigado y se ha tratado de prefigurarlo como un trastorno de la personalidad, sin lograr un constructo definido de su personalidad patológica, aun con las evidencias de narcisismo, psicopatía y visión paranoica del mundo en los líderes fanáticos más extremistas que la humanidad ha tenido.

El uso político y religioso, de que fue objeto la psiquiatría en el siglo pasado, por los regímenes totalitarios, desde el nazifacismo y los diversos tipos de dictaduras comunistas y estados teocráticos, para enfrentar y reprimir a los opositores, sumado a la emergencia en el fomento del respeto a los derechos fundamentales humanos y sociales, ha llevado a grandes discusiones entre profesionistas y científicos de las neurociencias, para lograr definir estos comportamientos anómalos como enfermedad mental. El avance más trascendente fue cuando en el seno de la OMS se consenso definir la salud mental como la  “Capacidad del individuo, el grupo y el ambiente de interactuar el uno con el otro de forma tal, que se promueva el bienestar subjetivo, el óptimo desarrollo y el uso de las habilidades mentales (cognitivas, afectiva y relacionales), la adquisición de las metas individuales y colectivas en forma congruente con la justicia y la adquisición y preservación de las condiciones de equidad fundamental”, lo que refrendó que comportamientos como el de los fanáticos terroristas no evidenciarían cabalmente un trastorno psiquiátrico de la persona, pero si evidencian problemas en su salud mental.
Uno de los colegas investigadores hispanos, que más ha investigado, sobre la salud mental y el fanatismo es Alonso-Fernández F. (4) , quien ha concluido que el fanatismo es un  estado mental caracterizado por la adhesión tenaz y prolongada a ciertas creencias, donde sus ideas son absolutas, infalibles, eternas, ajenas a argumentos racionales, abominables del pensamiento lógico-racional, con intolerancia sistemática a los juicios y comportamientos discrepantes, vivenciados en su mundo fantaseado, mágico- religioso, con sus conductas marcadas por la afectividad en sus emociones irracionales, que en el fanático combativo sus ideales sobrevalorados son elevados a la categoría de dogma absoluto, con una gran carga afectiva que le hace deformar las experiencias y situaciones, lo que en psiquiatría se define como catatimia, generando Individuos de ánimo exaltado y preocupación enceguecedora hacía una determinada doctrina, que motiva un exceso de creencia en ella, con exclusión de cualquier otra y que causan acciones frenéticas en su defensa, donde su propia muerte los enaltece y les sirve de redención ante sus ídolos o su visión de la humanidad. Poseen, fragilidad del yo, tienen un “yo” muy débil, con un “súper yo”, muy rígido e inflexible en lo tocante a velar por los ideales del yo, aunque se desentiende de las inhibiciones morales, de los intereses altruistas y de las reacciones de culpabilidad.  

En relación a la estructura de personalidad, han sido descritas magistralmente, sus características, por A. Villarejo, Médico Forense del Instituto de Medicina Legal de Cádiz, en un ensayo publicado en Cuadernos de Medicina Forense, de España, publicado en la red http://scielo.isciii.es/scielo.php, donde concluye que es posible encontrar la mayoría de los siguientes rasgos en un importante número de personas fanáticas: 1. Autoimagen: combativa, donde la mayoría de los sujetos fanáticos se muestran egosintónicos y se ven a sí mismos como personas asertivas, arrogantes, altaneras, enérgicas y autoconfiadas, pero sinceros, fuertes y realistas y prefieren dar una imagen de dureza, falta de sentimientos, belicosa dominante y orientada al poder; 2. Estilo cognitivo: dogmático y dicotómico, con su rigidez y obstinación hacen que estos sujetos tiendan a mantener de forma pertinaz sus prejuicios y son incapaces de cambiar de opinión, mostrándose intransigentes con puntos de vista disidentes; 3. Su comportamiento observable es suspicaz/explosivo, donde Se comportan como los paranoides, con suspicacia extrema, con desconfianza hacia las intenciones de los demás que le hacen presentar actitudes defensivas y hostiles frente al mundo; 4. Tienen pobreza afectiva, son irascibles y con alta impulsividad, por lo que tienen predisposición a reaccionar con explosiones emocionales súbitas y bruscas de naturaleza inesperada e injustificada; 5. Su comportamiento interpersonal es extrapunitivo/sumiso, son despectivos y despreciativos, obtienen, al igual que los sádicos, satisfacción de la humillación, coacción e intimidación de los otros. Con ausencia de empatía para sensibilizarse con el sufrimiento ajeno y desprecio a la naturaleza humana no sienten, como los antisociales, remordimientos cuando generan daño en los otros, a quienes suelen ver como enemigos; 6. Prevalecen los mecanismos de defensa: racionalización /sublimación, racionalizan sus conductas intransigentes e impositivas en forma de indignación moral, asegurando que actúan “por el bien del otro o por el bien común” y justifican sus comportamientos combativos como reacción a un ataque de los otros. Subliman sus comportamientos agresivos y coactivos y sus creencias como imprescindibles para conseguir un fin social, religioso o político que servirá de redención de los demás o de la humanidad;  7. Sus representaciones objétales son perniciosas, donde la representación del mundo,  que se hace el fanático, es un lugar hostil que le ha producido multitud de frustraciones personales, originando un déficit de autoestima y de las que responsabiliza a los otros; y finalmente, 8. Las personas fanáticas tienen un Estado de ánimo/temperamento, irascibles, fácilmente irritables al ser contrariados sus postulados, no siendo infrecuente la hostilidad hacia los que no piensan como ellas. No comparten verdaderos sentimientos con los demás, tan sólo empatizan con sus correligionarios en los dogmas y creencias que les unen.
Los fanatismos son uno de los más grandes obstáculos no sólo para la salud mental, sino del desarrollo humano y social de nuestras sociedades, por su contribución a la intolerancia y la violencia destructiva  de la convivencia pacífica  en todo el mundo.

Bibliografía
1.     American Psychitric Association. Guía de Consulta de los Criterios Diagnósticos del DSM-5. Editorial Médica Panamericana. España
2.      Adorno,T.W.(1950). La Personalidad Autoritaria. Buenos Ai-res, Editorial Proyección, 1965.
3.      Reich,W.(1933): Psicología de masas del fascismo. Barcelona: Bru-guera, 1980.
4.      Fromm,E.(1941): El miedo a la libertad. Barcelona: Paidós, 2000.
5.      Alonso-Fernández. Fanáticos terroristas. Barcelona: Ed. Salvat Contemporánea 2002

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