A propósito del tema de la corrupción, que todos los
políticos y gobernantes integran en sus peroratas como un grave problema y
algunos hasta con cinismo dicen combatir, resulta que hasta los líderes
religiosos, como el actual pontífice de la iglesia católica el papa Francisco, ha
incluido el tema de la corrupción, en
esta semana durante la presentación de un libro intitulado “El nombre de
Dios es Misericordia”, la critica con dureza, además de hablar de la necesidad
de respetar la dignidad de todas las personas, respetando sus creencias, orientación sexual, oficio o quienes están
presos, en este libro. Esto me llevo a asociar el tema, que pensaba compartir
en este blog, de las anécdotas vivenciales que he tenido, sobre todo en el
curso de mi vida profesional y política, luchando contra esta lacra que se ha
convertido en uno de los principales causas de la deshumanización y de las
desigualdades e injusticias en todo el mundo.
Mentir, engañar, transgredir las normas, y beneficiarse de
los usos del poder, apropiándose de los bienes de otros desde los intelectuales
hasta los económicos, y materiales, son cuatro de las principales
características integradas en todo acto de corrupción. Muchas de las riquezas
de los políticos tienen sus orígenes y se mantienen en la corrupción, como
también hay empresarios que viven y se mantienen de ella, porque la corrupción
no sólo existe en las instituciones públicas sino también en las privadas, con
sus múltiples rostros.
Mi primera experiencia se dio, a principios de la década de
los setentas, del siglo pasado en el marco del movimiento estudiantil, que
encabezábamos por fortalecer la autonomía universitaria y lograr la reforma
académica, que incluía la demanda de la apertura de nuestra universidad
pública, en la UANL, quitando el examen de selección, que servía de pretexto
para limitar el derecho a la educación de los estudiantes, luchábamos por el
denominado “pase automático”, donde la cerrazón de las elites conservadoras
llevo a la creación de las Aulas Anexas de Medicina, por la negativa de las
autoridades de la facultad de medicina de permitir nuestro ingreso, luego
abusando del poder las autoridades universitarias en turno, nos retiraron el
reconocimiento jurídico y los apoyos financieros y administrativos, por
nuestras posturas políticas contra el mercantilismo médico y la deshumanización
de la medicina, que imperaba en la formación curricular de la medicina que nos
llevo a reformar el plan de estudios, con filosofías y contenidos académicos
dirigidos a la formación integral de los médicos, en nuestra escuela. Resulta
que sin recursos, ni apoyos de ningún tipo seguimos nuestra lucha con una
estrategia de autogestión, nuestros maestros siguieron apoyándonos sin ningún
incentivo económico, lo que nos llevo a al difícil tránsito, de lograr no sólo nuestro
objetivo de formarnos y capacitarnos como médicos, sino además de lograr el
reconocimiento legal de nuestra escuela y de nuestros estudios, indispensable
para ejercer la medicina en nuestro país. Maestros, directivos, padres, alumnos
y trabajadores manuales y administrativos unidos nos mantuvimos firmes en
nuestra lucha, sumábamos activismo político, buscando y logrando el apoyo
solidario de la ciudadanía, los
movimientos sociales y desarrollando las actividades académicas y administrativas
inherentes a nuestras responsabilidades en los roles de la docencia y como
alumnos. Fueron siete largos años de lucha, donde las respuestas a nuestras
demandas, en el proceso de gestión del reconocimiento, estuvieron con
propuestas inmersas en la corrupción de los gobernantes del estado y la
federación, y los funcionarios de la universidad, donde los intentos de sobornos, dádivas, favores,
promesas o ventajas para quienes aceptáramos desistir, sobre todo a quienes
desempeñábamos algún rol de dirigente estudiantil.
Ante la brutalidad del régimen
gobernante, inmerso en la guerra sucia contra los opositores, y la
circunstancia de no poder ejercer la medicina, por la falta de reconocimiento
jurídico de nuestra escuela, era 1980, y nuestra primera generación 1971-1977
no podía ejercer, tuvimos que aceptar el
reconocimiento del estado, condicionado a que no aceptáramos alumnos de nuevo
ingreso y así nuestra escuela feneciera al terminar sus estudios la última
generación 1980-1986. Así fue hasta 1981, una vez que se nos otorgo el
reconocimiento oficial, se reiniciaron los intentos de corrupción, estando en
funciones de director de esta escuela de medicina, electo por alumnos y
maestros, los funcionarios educativos del estado, una y otra vez mandaron a sus
testaferros a traficar con sus
influencias, ofreciendo dadivas (algunas disfrazadas por apoyos a nuestro
movimiento) a cambio de permitir el ingreso de sus recomendados para que
concluyeran sus estudios de medicina y se titularan. Hubo uno de estos
personajes que con cinismo decía representar a decenas de interesados, que
laboraban en las instituciones públicas de salud en el estado, como médicos sin
título ni cedula profesional, y por lo tanto muy bien económicamente,
dispuestos a contribuir con nuestra escuela si les dábamos la oportunidad de
titularse, fueron en estas situaciones que nuestro personal administrativo,
alumnos y maestros, conocieron de mi gran molestia iracunda, ya que no sólo los
corría de nuestras instalaciones, sino les otorgaba los improperios que se
merecían, por sus indignantes propuestas, algunos con amenazas derivadas de su
supuesta relación con el gobernante Alfonso Martínez Domínguez, que también
mandaba al carajo.
Resulta que en ese mismo año, estando
en funciones de director de nuestra escuela de medicina, logré integrarme a una
plaza de base como médico general adscrito a la Secretaria de Salud, después de
un proceso de selección, que duro 6 meses, con todas sus características, desde
los exámenes médicos, psicológicos, psicométricos, administrativos y dos
exámenes de selección, sobre conocimientos de la profesión, uno, sobre el
programa de salud en el que participaría y que una vez aprobado, luego o a los
seis meses, al finalizar el curso teórico- práctico de capacitación para
el desempeño. Mis capacidades y experiencia, fueron reconocidas designándome director de la
Clínica Tierra y Libertad, una unidad de servicios de salud, que funcionaba las
24 horas y que brindaba servicios de atención médica de primer y segundo nivel
con las especialidades básicas de la medicina, con capacidad de atender algunas
urgencias y hospitalización ambulatoria breve. El diagnostico situacional que
encontré de la unidad, fue muy irregular, con síntomas de corrupción en la administración
y deficientes servicios de todas las aéreas desde el laboratorio clínico, la
farmacia, enfermería, radiología, quirófanos y la atención médica que se
brindaba, donde los programas preventivos estaban siendo obstaculizados, sobre
todo los de inmunización y de planificación familiar, porque persistía en la comunidad el prejuicio
de daños sobre su salud fundamentados en sus ideologías que integraban
supuestas estrategias del gobierno para menoscabar sus movimientos opositores,
según ellos las vacunas esterilizaban y los métodos anticonceptivos eran para
que ya nacieran mas integrantes de sus luchas contra la burguesía. Conocía y me conocían los líderes de la
comunidad, más los habitantes de la colonia donde se ubicaba la unidad y del
resto de las colonias, que recibían el servicio, lo que permitió articularme
con estrategias dirigidas a la solución de estos problemas en el marco de sus
procesos democráticos de sus asambleas. Resulta que quienes administraban los
recursos financieros, hacían aprovechamiento doloso de los bienes, con uso discrecional de esos recursos,
desviándolo para sus intereses personales y de su grupo político, la auditoria
institucional interna, detecto las irregularidades y los responsables,
informamos a sus “órganos de poder, quienes apoyaron las medidas necesarias que
asumí incluyendo la destitución de los responsables y el procesamiento
correspondiente.
los dos años, en 1983, resulta
que fue nombrado como Secretario de Salud en el estado, un personaje, Amador Flores Arechiga, líder
del grupo denominado “la bata blanca” de la Facultad de Medicina de la UANL,
adversario acérrimo de nuestra movimiento en la escuela de Medicina “Aulas
Anexas”, procedió a eliminarme, como no encontró evidencias en mis desempeños
laborales, directivos, administrativos, profesionales, uso todo su poder como
funcionario público y procedió a cesarme, transgrediendo los derechos laborales
elementales, usando las fuerzas represoras, me desalojo de mis funciones y
recurrió a fundamentar mi despido en la supuesta sustracción (robo) de bienes
propiedad del estado, con un listado que incluía equipos médicos, quirúrgicos,
instrumental, medicamentos, en fin, ya se imaginaran de todo hasta el equipo
radiológico incluía. Su irracionalidad para eliminarme, con todo el abuso de su poder, lo llevo a ser grotesco, no sólo era para
quitarme mi derecho laboral, sino para con sus “evidencias”, colocarme ante la
justicia, con el riesgo de ser encarcelado. Una vez que protegí mi seguridad
personal, acudí con el gobernador en
funciones: Alfonso Martínez Domínguez, quien acepto la injusticia de que había
sido objeto, pero jerarquizo el interés político de su funcionario y procedió a
proponer “colocarme como director en cualquier otra unidad, pero del ISSSTE, el
IMSS”, mi respuesta fue “no vine a pedir trabajo sino justicia”, ironizo sobre
mi idealismo y dejo su postura abierta para cuando yo quisiera aceptarla.
El evidente abuso del poder de
las autoridades institucionales, laborales y sindicales en el estado, pero
sobre todo la defensa de mi honor y el de mi familia, me llevo a acudir con las
instancias del gobierno federal, inicie y procese una demanda laboral exigiendo
justicia, recibiendo el apoyo de
compañeros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaria de Salud,
quienes se hicieron cargo de dirigir
todo el proceso ante el Tribunal Federal de Arbitraje, proceso que
concluyo en 1989, con un laudo completamente a favor, que evidencio los abusos
del poder, ordenándose la restauración plena
de mis derechos laborales, incluyendo la restitución de los salarios y
prestaciones que deje de percibir por esta infamia.
En el curso de este proceso,
resulta que fui invitado en 1986 a desarrollar una Unidad de Atención Psiquiátrica
Ambulatoria, que apoyara la rehabilitación en el entonces Consejo Tutelar para
Menores del gobierno del estado, encargado de proporcionar la atención a los
menores infractores, logramos su funcionamiento institucional con un equipo
destacado de médicos, psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales que fue
reconocido por la Texas Youth Commission,
desarrollando los primeros trabajos de investigación científica interdisciplinarios
sobre este ámbito en Nuevo León. Nos enaltecía además la importancia que los
juzgadores nos otorgaban para fundamentar sus criterios sobre sus decisiones en
relación a las responsabilidades de los hechos criminales de los menores
infractores, que por otro lado nos enfrentaba a perseverar contra los sobornos
y el influyentísmo que prevalecía en este proceso de justicia.
En 1989, fui invitado a
participar como ponente en el Congreso Mundial de Psiquiatría que se celebraría
en Atenas Grecia, exponiendo algunos de estos trabajos, acudí, autofinanciándome
todos los gastos, ahí me encontré con el entonces director de esa unidad, acompañado
de su hijo, tuvimos una satisfacción enorme por haber alcanzado esta meta,
convivimos y departimos placenteramente cada momento. La sorpresa fue que una
vez que retornamos el administrador general del Consejo Tutelar, me requiere y exige
que les entregue los comprobantes de todos los gastos que efectué en dicho
congreso, según él se me había otorgado un recurso presupuestal tipo beca que
había que comprobar su uso, le informe que yo no había recibido ningún recurso,
resultando que este había sido entregado al director de la unidad y este lo
había utilizado en su hijo, iracundo reclame a ambas autoridades, un día después
era desalojado violentamente de esa unidad de atención, por haber evidenciado
el beneficio ilícito del director que gozaba del poder por las influencias políticas
con las autoridades superiores.
En fin, resulta que fui
reinstalado en 1990 en mi plaza de médico de la Secretaria de Salud, en tanto, además,
fui invitado a colaborar en la creación, gestión y el desarrollo de una
preparatoria y un hospital general para la comunidad de Tierra y Libertad, que seguiré
abordando en la próxima semana.
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