Sin duda los avances del conocimiento científico, con sus descubrimientos e innovaciones tecnológicas, han sido determinantes para alcanzar los mas altos niveles del desarrollo humano, en las diferentes etapas históricas evolutivas de la humanidad en el mundo. Han sido las políticas públicas y de inversión de los estados para el desarrollo de las ciencias, las que han generado desigualdades en sus aplicaciones, dese luego motivadas por sus ideologías políticas y económicas inmersas en el sistema capitalista neoliberal que nos domina en el mundo.
La dominación y explotación moderna del neoliberalismo, se ha fortalecido ejerciendo el poder del conocimiento, generando dependencias científicas y tecnológicas de los países en desarrollo, como el nuestro, con sus capacidades de manipulación de la ignorancia que fomenta en la mayoría de los ciudadanos, además de mantenerlos en la proclividad de la frivolidad y la superficialidad del saber, esa que da el sentido común, no generada del conocer con la información científica pertinente, algunas veces hasta con la aversión de las personas para conocer realidades prevalecientes de las ciencias básicas y fomentar posturas elementales para su salud y la prevención de enfermedades.
A pesar de los reiterados llamados de los organismos internacionales como la UNESCO y de los cientos de expertos científicos que en congresos y foros, nacionales e internacionales, han expresado sobre la necesidad de que los gobiernos inviertan en este ámbito, siguen ausentándose sus políticas públicas, sin integrar que el crecimiento económico y social de las sociedades se relaciona con el desarrollo científico y con el cambio tecnológico, convirtiéndose en un factor definitivo en el posicionamiento de los países en el mundo. Esto prevalece más en los países denominados como economías emergentes, como el nuestro, donde ha prevalecido el raquítico financiamiento de menos del 1% del PIB, que hoy llega al .69%., que además de precario resulta que del total invertido en el Gasto Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación, su principal institución, el CONACYT, recibe sólo 22.83 por ciento, y el 77.3% restante del presupuesto federa es enviado a las diferentes dependencias del sector público, donde no se sabe exactamente en que se invierte, luego en el mismo CONACYT, su convocatoria en Investigación Básica que es en general la que representa la actividad científica, que genera nuevo conocimiento recibe el más magro presupuesto, ya que se otorgan 705.6 millones de pesos, que viene siendo 2.61 por ciento de su presupuesto. Los países que más gastan en esta función, como proporción del PIB son Suecia con 3.49%, Corea y Finlandia con 3.5%, Singapur y China Taipei con 2.6%, China con 1.12% y Rusia con 1.12%. México, por su parte destinó únicamente el 0.32% para el ejercicio fiscal 2014, aún cuando el artículo 25 de la Ley General de Educación con relación al artículo 9 BIS de la Ley de Ciencia y Tecnología establecen que el Gobierno Federal debe destinar al menos el 1% del PIB, al gasto en Ciencia y Tecnología, según el estudio elaborado por el Congreso Federal denominado: El Presupuesto Público Federal para la FUNCIÓN CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN, 2013-2014. (http://www.diputados.gob.mx/sedia/sia/se/SAE-ISS-05-14.pdf.)
Por otra parte el Informe de la UNESCO sobre Ciencia hacia 2030, nos proyecta la deficiente productividad en este ámbito, refiere que el número de investigadores mexicanos de tiempo completo, aumentó 20 por ciento, de casi 38 mil a poco más de 46 mil. Sin embargo, en comparación con otras naciones de desarrollo similar a la nuestra, la cantidad representa apenas 0.6 por ciento de esos profesionales en el mundo; los argentinos son 0.7, los turcos uno por ciento y los brasileños 2 por ciento. Las publicaciones científicas de México aumentaron entre 2008 y 2014, al pasar de 8 mil 559 a 11 mil 147. La última cifra equivale a sólo 0.9 por ciento de la producción global. El número de patentes mexicanas presentadas en la Oficina Estatal de Patentes y Marcas de los Estados Unidos, de 90 a 217, éstas apenas representan 0.1 por ciento de las solicitudes en el mundo. Aun cuando en México se han hecho esfuerzos por avanzar en ciencia, tecnología e innovación (CTI), a escala internacional sigue siendo de las naciones que menos recursos invierten en ese sector y donde hay menos cantidad de investigadores en relación con el número de habitantes. En el caso del número de académicos, agregó que en el mundo hay más de 7 mil millones de habitantes y 7.8 millones de científicos, lo que equivale a un investigador por cada mil habitantes. Pero en México, con más de 130 millones de personas, apenas hay cerca de 50 mil investigadores. En nuestro país deberíamos ser al menos 150 mil científicos para estar en proporción con los números globales. (http://unesdoc.unesco.org/images/0023/002354/235407s.pdf.)
Por otra parte la mayoría de los expertos investigadores en sus foros, (http://www.foroconsultivo.org.mx/libros_editados/el_debate_de_la_ciencia.pdf),
concluyen que los problemas más importantes de las ciencias en México no sólo derivan del escaso presupuesto de los gobernantes con la poca inversión financiera, sino además de que las ciencias no se han integrado al sistema educativo nacional en todos los niveles de escolaridad desde el preescolar hasta el profesional, persisten niveles muy bajos de contenidos de aprendizaje sobre las ciencias básicas, generando incapacidades en resolver problemas que impliquen razonamientos básicos, obstaculizando el desarrollo de la cultura científica. Otro de los problemas consiste en el bajo impacto social donde los científicos no han logrado convencer a la sociedad de la utilidad de las ciencias en la solución de sus problemas, la mayoría de sus investigaciones no generan la innovación que consiste en incorporar a la realidad los descubrimientos al mejorar, en prácticamente todos los aspectos, los bienes y servicios que una sociedad produce, necesitamos una ciencia orientada a impactar a la sociedad, no en el sentido demagógico, sino mas bien en la idea de que la ciencia sí puede contribuir a mejorar el nivel de vida de los mexicanos, pero tiene que estar orientada a resolver ciertas problemáticas importantes.
A los científicos mexicanos se les ha olvidado que la ciencia es para producir información importante, que transforme a la sociedad, el sistema científico mexicano está orientado para impulsar la mediocridad, porque no a la mayoría de los investigadores no les importa la calidad de las publicaciones, basta con que se publique y nunca se analiza cuál es el impacto en la solución de problemas del desarrollo humano de nuestra sociedad.
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