En mi colaboración anterior, en este blog,
destacaba la necesidad de ser congruentes en MORENA con las acciones y
estrategas políticas, que deberían ser enmarcadas con nuestros principios y
valores, además de nuestro programa político.
La estrategia política de AMLO de hacer
un Acuerdo Político de la Unidad por la Prosperidad del Pueblo y el
Renacimiento de México, ante las circunstancias amenazantes de las políticas económicas,
sociales y exteriores, principalmente ante Trump y del priapanismo, que atentan
contra nuestra independencia y soberanía nacional, sumando a todas los
ciudadanos y ciudadanas con o sin partido político, en la firma de este acuerdo
en todas las capitales de los estados del país, ha generado polémicas por la integración de
personajes con dudas en sus perfiles de probidad, honestidad, sin pasados
corruptos, menos de complicidades con los poderes de los gobernantes corruptos
pripanistas, mucho menos con posturas agraviantes contra nuestro movimiento.
Así sucedió en Nuevo León, el pasado
sábado 25 de febrero, donde no sólo acudieron, algunos personajes con esos
antecedentes, a manifestarse a favor de este acuerdo político, sino algunos de
ellos hasta con antecedentes de sus conductas políticas ignominiosas agresivas
hacia nuestro movimiento, como el ex - diputado federal Enrique Barrios del PAN
que usando sus habilidades boxísticas actuó agresivamente contra nuestros
diputados, que protestaban y trataban de impedir que Felipe Calderón fuera
impuesto en la asamblea del Congreso de la Unión en el 2006, en aquel histórico
fraude donde nos robaron la victoria de Andrés Manuel López Obrador, como
presidente de México, luego ahí siguió contra nuestro movimiento medrando en
ese calderonismo espurio. Otros en el pasado electoral reciente de nuestro
estado no sólo no apoyaron a MORENA sino fueron destacados colaboradores de la
campaña del “Bronco” para llegar a su victoria, donde algunos de ellos se
integraron en el inicio del ejercicio del poder de su gobierno “independiente”.
Algunos activistas progresistas, militantes de izquierda y columnistas de la prensa nacional han alertado de los riesgos de las alianzas con políticos y oligarcas del poder, recordándonos de las traiciones históricas que los mexicanos hemos vivenciado en las luchas revolucionarias, como la sucedida a Emiliano Zapata al extender su mano para la simulada alianza contra al régimen carrancista, que terminó en traición y su asesinato por el testaferro Jesús Guajardo. Otros no hemos estado de acuerdo en la matizada propuesta de nuestro Proyecto Alternativo de Nación, sobre la lucha contra la erradicación de la corrupción, en caso de llegar al poder presidencial MORENA Y AMLO, sin el ejercicio ejemplar de la justicia a través de los procesos correspondientes contra los funcionarios, políticos y empresarios que con impunidad han robado y saqueado los recursos públicos de nuestra nación, disfrutando con cinismo y desvergüenza de sus riquezas mal habidas.
Con los funcionarios políticos corruptos y depredadores, que ha prevalecido en el régimen de oprobio que padecemos, no puede haber perdón ni olvido, sino el castigo ejemplar que refuerce la necesidad de subsumir las conductas honestas y responsables de todos y todas los mexicanas en la revolución cultural que pretendemos para erradicar el cáncer de la corrupción que padecemos. Ciertamente no debe guiarnos la venganza política hacia nuestros adversarios sino el ejercicio de la justicia cabalmente y de la integración plena de la ética en los usos del poder político y económico.
El dilema que sigue prevaleciendo en el ser político es lograr la congruencia y la integridad de nuestras conductas y posturas políticas, sin sumergirnos en los pragmatismos ramplones de la cultura política, sin moral, que nos han heredado los partidos políticos en el poder que hoy combatimos. Hacer la cuarta revolución de nuestra patria implica mantener los principios y no ser víctimas de las traiciones, como le sucedió a Zapata, acabando con el movimiento revolucionario y sólo quedando como nuestro referente heroico en los múltiples movimientos y organizaciones de lucha de las izquierdas, donde hemos bregado millones de mexicanos.
Algunos activistas progresistas, militantes de izquierda y columnistas de la prensa nacional han alertado de los riesgos de las alianzas con políticos y oligarcas del poder, recordándonos de las traiciones históricas que los mexicanos hemos vivenciado en las luchas revolucionarias, como la sucedida a Emiliano Zapata al extender su mano para la simulada alianza contra al régimen carrancista, que terminó en traición y su asesinato por el testaferro Jesús Guajardo. Otros no hemos estado de acuerdo en la matizada propuesta de nuestro Proyecto Alternativo de Nación, sobre la lucha contra la erradicación de la corrupción, en caso de llegar al poder presidencial MORENA Y AMLO, sin el ejercicio ejemplar de la justicia a través de los procesos correspondientes contra los funcionarios, políticos y empresarios que con impunidad han robado y saqueado los recursos públicos de nuestra nación, disfrutando con cinismo y desvergüenza de sus riquezas mal habidas.
Con los funcionarios políticos corruptos y depredadores, que ha prevalecido en el régimen de oprobio que padecemos, no puede haber perdón ni olvido, sino el castigo ejemplar que refuerce la necesidad de subsumir las conductas honestas y responsables de todos y todas los mexicanas en la revolución cultural que pretendemos para erradicar el cáncer de la corrupción que padecemos. Ciertamente no debe guiarnos la venganza política hacia nuestros adversarios sino el ejercicio de la justicia cabalmente y de la integración plena de la ética en los usos del poder político y económico.
El dilema que sigue prevaleciendo en el ser político es lograr la congruencia y la integridad de nuestras conductas y posturas políticas, sin sumergirnos en los pragmatismos ramplones de la cultura política, sin moral, que nos han heredado los partidos políticos en el poder que hoy combatimos. Hacer la cuarta revolución de nuestra patria implica mantener los principios y no ser víctimas de las traiciones, como le sucedió a Zapata, acabando con el movimiento revolucionario y sólo quedando como nuestro referente heroico en los múltiples movimientos y organizaciones de lucha de las izquierdas, donde hemos bregado millones de mexicanos.
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