lunes, 22 de mayo de 2017

MEXICO Y LA BARBARIE DE LA VIOLENCIA

En estos primeros meses de este año 2017, estamos inmersos en la violencia criminal, que amenaza prevalecer como el año de mayor homicidios en la historia moderna de México, conforme a cifras del Sistema Estadístico del Sistema Nacional de Seguridad Pública, tan sólo el primer bimestre de 2017, ha sido el peor en homicidios de los últimos 20 años,  en ese periodo del 1 de enero al 28 de febrero de 2017, ocurrieron en el país 3 mil 779 crímenes, de los cuales el 67.02 por ciento se ejecutó con arma de fuego, esas mismas estadísticas oficiales del SNSP mexicano estiman el número en 20 mil 824 homicidios dolosos el año pasado.
En tanto hace dos semanas, no nos sorprendió que una agencia británica, Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), (http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2017/05/09/mexico-el-segundo-pais-mas-violento-del-mundo-iiss), dedicada al estudio de la violencia en el mundo, nos colocara, según su informe anual  como el segundo país más violento del mundo, por homicidios dolosos, después de Siria, donde existe una guerra civil contra sus gobernantes, según el informe,  nuestro país registró la muerte de 23 mil personas en 2016 vinculadas a la guerra con el narco. La respuesta del gobierno fue la de siempre, negar esa situación y usar a su modo las estadísticas, recurriendo a la comparación de la prevalencia de tasas por homicidios, independientemente de sus causas, que se mide por cada 100 mil habitantes, descontextualizando las muertes vinculadas al narco, a esa guerra estúpida que ha militarizado la intervención en todo el país, para mostrar que no estamos tan mal, como lo refiere esa información, en relación a los países donde existe más prevalencia de homicidios en el mundo. Según el informe de la ONU, cinco países de América, encabezan la lista desde el 2013, en cuanto al promedio de asesinatos por cada 100.000 habitantes: Honduras: tasa de homicidios: 90,4, Venezuela: tasa de homicidios: 53,7.; Belice: tasa de homicidios: 44,7; El Salvador: tasa de homicidios: 41,2.; Guatemala: tasa de homicidios: 39,9. México con el 21,5 por cien mil habitantes,, ocupa el 10ºlugar, muy lejos de Chile, Cuba y Argentina que tienen menos de 5 asesinatos en promedio por 100,000 habitantes, más lejos de Japón, Islandia, Hong Kong que tiene tasas que no alcanzan ni la prevalencia de 1 asesinato por cien mil habitantes.
 
Luego se informa, por Reporteros sin Fronteras, que México es uno de los países donde el asesinato de periodistas, lo convierte en el tercer país más peligroso del mundo para el desempeño de ese oficio, detrás de Siria y Afganistán, con 127 muertos dese el años 2000 a la fecha, donde ha persistido la impunidad porque el 99% de los casos de reporteros asesinados no han sido aclarados cabalmente, burocratizando, encubriendo las redes de funcionarios coludidos con la delincuencia organizada. Tan sólo en lo que va de esta administración peñanietista han sido asesinados 36 reporteros, los últimos que han conmocionado a todos y todas las mexicanas han sido los crímenes salvajes y arteros de los periodistas de La Jornada: Miroslava Breach, corresponsal de Chihuahua y Javier Valdez, corresponsal en Sinaloa.
La violencia en todas sus formas, es una conducta obstaculizante del desarrollo humano y social,  generadora de perdida de años de vida saludable, de la mala salud mental de las personas, y en su forma más agresiva es la causante de las lesiones, con sus discapacidades y hasta la muerte de las personas. Las sociedades menos violentas son las que tienen los más altos niveles de desarrollo humano, porque sus estados son garantes de la seguridad pública, además de niveles altos de desarrollo económico con menos desigualdades sociales, sin las lacras de la pobreza alimentaria, los mejores niveles de educación y salud en sus poblaciones,  con un respeto incondicional a los derechos humanos fundamentales, pero sobre todos gobernantes democráticos, libertarios e incorruptibles.
El discurso oficial sobre la violencia que padecemos en México, debe cambiar, no seguir sólo relacionándola con el crimen organizado, como un fenómeno regional, justificándola en los fenómenos del tráfico de armas, la demanda y el tráfico de drogas, simplificando las asociaciones y los riesgos, superando las acciones y estrategias simuladoras, que no atacan integralmente al fenómeno de la violencia, no sólo la criminal, sino su persistente expresión en las familias, en las parejas, en las escuelas, en los ambiente laborales y hasta en las instituciones religiosas, donde se ha llegado al colmo de actos como la agresión artera el pasado lunes, que sufrió el sacerdote Miguel Ángel Mascorro, que fue apuñalado mientras oficiaba una misa en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
Una y otra vez que surge el clamor popular de agobio y la exigida justicia, ante los homicidios y secuestros de periodistas, de activistas sociales o simples ciudadanos, todos los niveles de gobierno responden con estrategias fallidas e ilegales, llenas de simulaciones, encubridoras de sus graves omisiones y negligencias, pero sobre todo con la finalidad de seguir protegiendo las redes delincuenciales enquistadas en el poder donde sus mafias de políticos y oligarcas llegan a cohabitar con la delincuencia organizada.
Así, tenemos un Estado que no nos puede garantizar los mínimos de seguridad humana, fundamental para que con los parámetros del desarrollo humano logremos en libertad nuestras potencialidades para que una persona con plena libertad alcance sus metas en el marco de las diferentes opciones para ser o hacer lo que él desea, mientras más opciones más desarrollo humano, fortaleciendo la existencia integral, trascendente, humana y solidaria de las personas que limita las iras de la barbarie que engendra las violencias.    
 
 

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