Un partido moderno debe de integrar el debate como eje
central de su existencia y de su cultura
política, si no lo hace, simple y llanamente está sometido al despotismo autoritario
con sus imposiciones letales al principio democrático y libertario, que
enarbolamos en nuestras propuestas políticas, dirigidas a lograr la
transformación de la sociedad. Sus actores políticos, son los que persisten en
sus posturas de obedecer y callar, o del que mandata la estúpida expresión: “el
que paga manda”, de los señores anclados al feudalismo, proclives a al servilismo
utilitario del ser político, que mantiene los regímenes de oprobio, como el que
tenemos en México.
En MORENA los dirigentes y militantes tenemos la obligación
de fomentar el debate, partiendo del principio de que el único acuerdo posible
duradero es aquel que se logra, cuando es posible expresar el desacuerdo y
luego dialogarlo, debatirlo, conforme a nuestras ideas políticas, normas y
principios que nos enaltecen en nuestro partido movimiento, evitando las
posturas rígidas, inflexibles, derivadas del prejuicio sobre las personas, de
dogmas y fundamentalismos filosóficos, políticos y religiosos, para esto se
requiere dominar el arte de dirimir, inmerso en el respeto a la diversidad, a
la prudencia, la bondad y el amor fraternal, hacía los compañeros, con
inteligencia emocional, aun con los que son proclives a pervertir el orden y la
disciplina en los debates.
Tenemos que ser críticos, pero también autocríticos, no
interpretar la crítica como una afrenta, ni toda impugnación como un llamado a
la confrontación, convencer cultivando la verdad, evitando la mentira y sus
lacras de engañar, estas posturas y comportamientos enaltecen y proyectan la
madurez política y de personalidad de los militantes participantes, es la mejor
estrategia para prevenir los conflictos crónicos que generan guerrillas pueriles
internas, que atentan contra la fortaleza institucional de cualquier partido, que
hemos venido padeciendo, no sólo en MORENA, sino en las organizaciones y
partidos de izquierda que han existido en Nuevo León.
Se trata de lograr la unidad, no como sinónimo de lealtad, interpretada
como sometimiento, como por años se ha integrado en la pervertida cultura
política pripanista, que combatimos y que pretendemos revolucionar en el
quehacer político moderno. Oponerse no es colocarse como enemigo al que se le
debe obligar a claudicar o rendirse, es simplemente una postura adversa que
debe generar el debate inmerso en el discurso y el proceso del pensar, con
fundamentos bien informados, analíticos, racionales, con evidencias que
respalden su posición y propuestas en relación a los temas y asuntos que se
debaten.
Hoy que en MORENA tenemos que construir consensos, sobre los
militantes que serán nuestros candidatos en las próximas elecciones, primero
tenemos que debatir sobre el perfil necesario que deben tener, de acuerdo a
cada nivel (Senador, Diputado Federal, Local, Alcalde), luego promover el
debate interno entre los propuestos y la militancia, valorando sus capacidades
para el desempeño del encargo, para luego seleccionar democráticamente los
mejores compañeros y compañeras que nos representaran en esas tareas, quienes
no lo logren, enfrentaran el dilema del ser o no ser morenistas, los que
decidan no ser, estarán proyectando sus ambiciones vulgares de estar
subordinando sus intereses personales o de grupo, sobre los de nuestro partido-movimiento,
padeciendo lo que yo he llamado el Síndrome de Irgla, que vivimos en la
elección pasada en nuestro partido-movimiento en Nuevo León, que llevó a
algunos a postularse por otros partidos y a destacados militantes de nuestro
partido, según ellos bien bregados y formados en la izquierda, a colaborar y
votar por el Bronco y sus secuaces, comportamiento que hoy algunos,
reconocen como su grave error, afortunadamente.
No tengamos miedo al debate, es el máximo valor en la
fortaleza de un partido democrático moderno, si MORENA en Nuevo León no llega
con esa fortaleza, estaremos con mucha anticipación prefigurando nuestro
fracaso, en posesionarnos en el primer lugar de preferencias electorales en
Nuevo León, además de no cumplir con el apoyo necesario hacia la victoria
electoral de la presidencia con Andrés
Manuel López Obrador.
Los que rechazan el debate, no sólo no son demócratas, sino
son los que tienen miedo a la verdad, son los que viven de la mentira, como
refirió George Orwell, "en tiempos de engaño universal, decir la verdad se
convierte en un acto revolucionario”.
Son mentiras, que lamentablemente prevalecen hasta en algunos
dirigentes, como los trascendidos que escuche esta semana, sobre sus
aseguramientos de ser los actores déspotas designados, empoderados, para
decidir las próximas candidaturas de MORENA en Nuevo León.
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