El domingo pasado, vivencié una falta de respeto violenta hacia
mi persona, en el marco de una reunión del Consejo Estatal de MORENA, paradójicamente
fue la solicitar respeto a nuestro órgano máximo de autoridad política, donde
solicité que personajes que habían renunciado a su militancia y estatus de
consejeros, fundamentando aversión hacia nuestro partido, cuando menos nos
explicaran el motivo de su presencia en esta reunión y en todo caso el porqué
de su reintegración, el compañero aludido, para sorpresa de todos y todas las
integrantes del Consejo, al tomar el micrófono se dirige iracundo hacía mi
lugar y en vez de responder, vocifera amenazante, insultante y pendencieramente
hacía mi persona, su conducta es inmediatamente de total rechazo de los
asistentes y la presidenta del Consejo le retira el micrófono, reprocha ese uso
para violentar, lo cual le molesta más y me amenaza en mi integridad física,
como niño hace alusión que me espera a la salida. Inmutados mis compañeros y
compañeras me cuestionaban que porque toleraba eso, les respondía que el manejo
de los trastornos de conducta son el pan de cada día, como trabajador de la
salud mental.
Uno de las conductas que más trasciende, como proyectiva del
grado de desarrollo humano de las personas, las instituciones y nuestra
sociedad, es sin duda el respeto en las relaciones humanas, donde tenemos que
armonizar nuestro comportamiento con las leyes, normas, principios y valores que
nos rigen; si este no se da, emerge el primitivismo de la ira de la barbarie,
que hoy nos distingue en el mundo como uno de los países más violentos con sus millones
de víctimas en asesinatos, secuestros y desapariciones, que a diario nos
muestran sin escrúpulos en sus espacios noticiosos con sus imágenes y textos
amarillistas los medios informativos.
La ausencia o deficiencia del respeto en el seno de la
personalidad es lo que obstaculiza la integración de la honestidad, la
responsabilidad, el amor fraternal y solidario con sus expresiones generosas de
la bondad, del reconocimiento de las personas, la gratitud por sus aportaciones
por mínimas que sean en los diferentes ámbitos de su existencia, sea en la
familia, la escuela, el medio laboral o en cualquier organización e institución
de nuestra sociedad.
El respeto es uno de los comportamientos que más he estado
observando ausente en la crianza de los niños, en el seno de las relaciones
familiares, en la relaciones de pareja, en las escuelas, hacia los maestros, en
los medios laborales, entre políticos, sobre todo de las figuras de autoridad,
hacia sus subordinados que con cinismo explotan sus necesidades económicas de
los trabajadores, ahí donde los códigos de ética son simplemente palabras que
exhiben sus demagogias y perversiones de sus personalidades.
Lo más lamentable y peligroso para la humanidad, es que la
falta de respeto enaltece a las figuras de autoridad empoderadas, desde padres
de familia, hasta políticos gobernantes de países poderosos como el nuestro,
ahí está el abominable Peña Nieto y el Bronco en nuestro estado, con sus
proclives conductas machistas irrespetuosas hacia todo persona que utilice su
libertad de expresión y no se diga de Donald Trump y sus funcionarios
ultraderechistas que exigen agresivamente sumisión a sus posturas políticas, económicas
y sociales inmersas en el conservadurismo retrogrado, deshumanizante no sólo de
su país, sino de nuestras sociedades.
Las personas que no respetan son las que sin ninguna mesura
mienten, engañan, no conocen la virtud de dar su palabra, de ser leales a
convicciones pactadas, traicionan y en la desnudez de su exhibición irrespetuosa,
responden con los extremos emocionales del ser humano que van de la violencia
dirigida hacia el objeto que lo denuncia o la dirigen o abusivamente a sus débiles integrantes de
sus familias o instituciones, todo por no reconocer la virtud suprema de
nuestra cultura judeocristiana: el perdón. Sí, reconocer la falta de respeto en
uno mismo, es el principio de perdonarse, reconocer el error, para
transformarse e iniciar el proceso de integración de ese gran valor de la
humanidad que es el respeto magnificado en la célebre frase de nuestro prócer
patrio Benito Juárez: “Entre los individuos como entre las Naciones el Respeto
al Derecho ajeno es la Paz”.
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