Otra
tragedia colectiva en Estado Unidos que se suscito en el instituto de Parkland
(Florida), donde hace una semana murieron 17 personas en un ataque armado,
conmociono a sus ciudadanos, gobernantes y funcionarios, no sólo de ese país,
sino en la mayor parte del mundo, generando reacciones y algunas propuestas,
algunas que rayan en la estupidez, como la que ayer hizo el presidente
estadounidense, Donald Trump donde “aseguró hoy que va a analizar la
posibilidad de armar algunos profesores ya que "una escuelas sin armas es
un imán para la gente malvada", a la vez que defendió tomar medidas para
restringir el acceso a armas de
fuego; rematando" voy a mirar la posibilidad de que
profesores con dominio de las armas y entrenamiento militar o especial puedan
llevarlas ocultas", dijo Trump en su cuenta de Twitter. El mandatario
situó la cifra de profesores con esta formación en el 20 % y agregó que de esta
manera "podrían disparar si un salvaje
psicópata llegara a un escuela con malas intenciones".
"Una escuela sin armas es un imán para gente malvada. ¡LOS ATAQUES SE
ACABARÍAN!", recalcó. (http://www.elhorizonte.mx/internacional/trump-plantea-dar-entrenamiento-militar-a-maestros-para-portar-armas/2102030.).
Ya me había
sumado a los expertos en salud mental, estadounidenses, que han cuestionado el
funcionamiento de la salud mental de Donald Trump, diagnosticándolo como una
personalidad trastornada, que cursa con el denominado narcisismo maligno y que
han presentado ante el Congreso
Estadounidense, con sus argumentos profesionales, que lo descalifican para
gobernar, por el peligro de que sus decisiones estén fundamentadas en el
espectro de conductas que va de la estupidez a la locura, que al parecer
predomina en los políticos que nos gobiernan en todo el mundo.
En la
estupidez existe una torpeza notable en comprender las cosas, la persona es necia, inmerso en su
ignorancia, en la desinformación, le falta inteligencia, mantiene y defiende
sus posturas obcecadamente, en tanto en la locura se ausenta además el juicio o
el uso de la razón, en el extremo con ideas y pensamientos delirantes,
frecuentemente de grandeza, exaltando los ánimos con acciones sorpresivas que
causan gran desaciertos, en la historia de la humanidad ahí han estado en los
personajes como Hitler, Stalin, Pinochet, y las grandes tragedias de las
guerras, genocidios y las violencias sociales que hemos vivido.
Si algo
prevalece, en los gobernantes y funcionarios, como una de las aéreas del
conocimiento poco cultivadas, en sus personas, para el desarrollo de la gestión
de políticas públicas, ha sido la salud mental, cuya atención en la historia de
la medicina, ha generado desde sus posturas de extermino de los enfermos
mentales, su exclusión y marginación carcelaria, manicomial, hasta el uso
político, estigmatizando a los opositores de los regímenes totalitarios,
autoritarios y antidemocráticos.
Parece que
de nada ha servido el gran desarrollo que las neurociencias, las ciencias de la
conducta y de la salud pública, que en las últimas décadas han llegado a
fundamentar y consolidar el conocimiento sobre la importancia de la salud
mental no sólo sobre la salud física de las personas sino en lo vital que
resulta para su vida social y existencial, así como en la prosperidad,
felicidad y el bienestar de nuestras sociedades, hoy agobiadas por la violencia
en todas sus manifestaciones, inmersa en las adicciones y las enfermedades
psiquiátricas, como la depresión, que
generan gran discapacidad, perdida de años de vida saludable y que amenazan en
convertirse como las primeras causas de morbilidad en el mundo.
Los
funcionarios y gobernantes deben dejar de ser sólo reactivos y emocionales,
ante la emergencia de conductas inmersas en las tragedias, como las que han
estado sucediendo en algunos escenarios escolares en el mundo y en nuestro
estado, deberían de profundizar sus análisis, reflexiones y propuestas inmersos
en los conocimientos de las ciencias para lograr la prevención y atención
adecuada de estos problemas, mas deberían de invertir no sólo en su propia
salud mental sino en la de todas nuestras sociedades.