lunes, 26 de febrero de 2018

VIOLENCIA, SALUD MENTAL Y POLITICOS

Otra tragedia colectiva en Estado Unidos que se suscito en el instituto de Parkland (Florida), donde hace una semana murieron 17 personas en un ataque armado, conmociono a sus ciudadanos, gobernantes y funcionarios, no sólo de ese país, sino en la mayor parte del mundo, generando reacciones y algunas propuestas, algunas que rayan en la estupidez, como la que ayer hizo el presidente estadounidense, Donald Trump donde “aseguró hoy que va a analizar la posibilidad de armar algunos profesores ya que "una escuelas sin armas es un imán para la gente malvada", a la vez que defendió tomar medidas para restringir el acceso a armas de fuego; rematando" voy a mirar la posibilidad de que profesores con dominio de las armas y entrenamiento militar o especial puedan llevarlas ocultas", dijo Trump en su cuenta de Twitter. El mandatario situó la cifra de profesores con esta formación en el 20 % y agregó que de esta manera "podrían disparar si un salvaje psicópata llegara a un escuela con malas intenciones". "Una escuela sin armas es un imán para gente malvada. ¡LOS ATAQUES SE ACABARÍAN!", recalcó.  (http://www.elhorizonte.mx/internacional/trump-plantea-dar-entrenamiento-militar-a-maestros-para-portar-armas/2102030.).
Ya me había sumado a los expertos en salud mental, estadounidenses, que han cuestionado el funcionamiento de la salud mental de Donald Trump, diagnosticándolo como una personalidad trastornada, que cursa con el denominado narcisismo maligno y que han presentado ante  el Congreso Estadounidense, con sus argumentos profesionales, que lo descalifican para gobernar, por el peligro de que sus decisiones estén fundamentadas en el espectro de conductas que va de la estupidez a la locura, que al parecer predomina en los políticos que nos gobiernan en todo el mundo.

En la estupidez existe una torpeza notable en comprender las cosas,  la persona es necia, inmerso en su ignorancia, en la desinformación, le falta inteligencia, mantiene y defiende sus posturas obcecadamente, en tanto en la locura se ausenta además el juicio o el uso de la razón, en el extremo con ideas y pensamientos delirantes, frecuentemente de grandeza, exaltando los ánimos con acciones sorpresivas que causan gran desaciertos, en la historia de la humanidad ahí han estado en los personajes como Hitler, Stalin, Pinochet, y las grandes tragedias de las guerras, genocidios y las violencias sociales que hemos vivido.

Si algo prevalece, en los gobernantes y funcionarios, como una de las aéreas del conocimiento poco cultivadas, en sus personas, para el desarrollo de la gestión de políticas públicas, ha sido la salud mental, cuya atención en la historia de la medicina, ha generado desde sus posturas de extermino de los enfermos mentales, su exclusión y marginación carcelaria, manicomial, hasta el uso político, estigmatizando a los opositores de los regímenes totalitarios, autoritarios y antidemocráticos.

Parece que de nada ha servido el gran desarrollo que las neurociencias, las ciencias de la conducta y de la salud pública, que en las últimas décadas han llegado a fundamentar y consolidar el conocimiento sobre la importancia de la salud mental no sólo sobre la salud física de las personas sino en lo vital que resulta para su vida social y existencial, así como en la prosperidad, felicidad y el bienestar de nuestras sociedades, hoy agobiadas por la violencia en todas sus manifestaciones, inmersa en las adicciones y las enfermedades psiquiátricas, como  la depresión, que generan gran discapacidad, perdida de años de vida saludable y que amenazan en convertirse como las primeras causas de morbilidad en el mundo.
 

Los funcionarios y gobernantes deben dejar de ser sólo reactivos y emocionales, ante la emergencia de conductas inmersas en las tragedias, como las que han estado sucediendo en algunos escenarios escolares en el mundo y en nuestro estado, deberían de profundizar sus análisis, reflexiones y propuestas inmersos en los conocimientos de las ciencias para lograr la prevención y atención adecuada de estos problemas, mas deberían de invertir no sólo en su propia salud mental sino en la de todas nuestras sociedades.   

 

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