Militantes
y simpatizantes de nuestro partido, algunos de ellos líderes y activistas con
férreas convicciones en la izquierda, sobre todo en la lucha socialista, que
han soportado las más feroces estrategias represivas y coercitivas de los
regímenes pripanistas, me han expresado su repudio a las decisiones pragmáticas
que nuestros dirigentes han estado haciendo con personajes conservadores, del
priismo, panismo, del Partido Encuentro Social y del PANAL, integrándolos en
una alianza, como precandidatos y en las propuestas del gabinete que AMLO, ha
hecho para el gobierno de MORENA que encabezaría. Sin duda tienen razón, no se
puede defender lo indefendible, algunos de ellos, no cumplen cabalmente con el
perfil, que exige nuestro estatuto y los principios fundamentales, que
enarbolamos en MORENA y que constituyen nuestra esencia del ser político, que
pretendemos revolucionar en nuestra sociedad, lo cual nos muestra como
incongruentes, transgresores de nuestro máximo valor que es la honestidad, sí,
esa que nos ha llevado a expresar que nosotros tenemos tres principios
fundamentales, no mentir, no robar y no engañar al pueblo.
Sin
embargo en la estrategia electoral existe un principio pragmático fundamental
que consiste en la necesidad de sumar voluntades políticas de las mayorías de
ciudadanos y ciudadanas, con o sin partidos, en apoyo a nuestro candidato AMLO
y a nuestro partido MORENA para asegurar la victoria holgada, en las próximas
elecciones del 1 de julio del 2018, que no deje duda y donde no logren implementar
sus estrategias de fraude y compra de votos, que en el pasado nos ha llevado al
fracaso en nuestros intentos por lograr el poder político, económico y social
que nos lleve a los máximos niveles de desarrollo de nuestra patria, con
nuestro programa político y sometidos al ejercicio de los principios
fundamentales que enarbolamos en nuestro partido-movimiento.
Hay
y habrá los militantes que han promovido el pragmatismo hasta los extremos de
pervertirlo, promoviendo personajes con claros antecedentes de corrupción,
inoculando los gérmenes del influyentismo, el clientelismo político y sus visiones
patrimonialistas y del dominio del poder económico para hacer política,
mandando al carajo la ética política, y los valores básicos inmersos en la
democracia y nuestras libertades, con el riesgo de infestarnos letalmente en el
futuro como organización política, lo cual naturalmente tenemos que seguir
rechazando y blindarnos, para seguir fortaleciendo a nuestro partido-movimiento
en todo el país y mas en nuestro estado de Nuevo León, como garante de que se
cumplan en las tareas de todos y todas los funcionarios públicos electos,
nuestro Proyecto Alternativo de Nación, inmersos en nuestro programa político y
nuestros principios fundamentales que aspiran a que logremos la cuarta
transformación revolucionaria de la historia de México.
Recordemos
que MORENA, si bien iniciamos como organización en asociación civil en el 2011,
tiene apenas 4 años como partido político nacional, su construcción y
organización no ha estado exenta de los comportamientos de la subcultura
política, que por casi un siglo han prevalecido denigrando el quehacer político
y degradando a los partidos. Hemos padecido dirigentes nacionales y estatales, precarizadas
ideológicamente, algunos dogmaticos y fundamentalistas, indisciplinados, desorganizados,
sin planes, estrategias ni acciones unitarias, timoratos, imprudentes, inmersos
en sus conflictos relacionales pueriles, a grupos facciosos, a los poderes económicos,
elitistas, desinformados, subsumidos en el pragmatismo perverso, privilegiando
sus intereses voraces, en los cargos y posiciones electorales, que para sí o
para otros habían estado anhelando, muy
lejos de ese principio de que en MORENA no estamos por los cargos, mas lejos de
sus responsabilidades dirigentes, para haber dirigido en esta etapa de nuestras
tareas partidistas con eficiencia y eficacia, dejando los graves vacios que han
dado pie a que nuestros dirigentes nacionales asuman esas tareas.
A pesar de todo esto, avanzamos, MORENA y AMLO están en el primer lugar de las
preferencias electorales, el problema central en este momento no está en
nuestras diferencias internas, menos en integrarnos a los conflictos por las
candidaturas, ni sumarnos a los usos que los corifeos de la mafia del poder le
dan a esta estrategia pragmática, descalificando y denostando contra nuestro
movimiento y contra AMLO, sino en comprender como podemos lograr que nuestro
partido aliado con la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, logre la victoria
para ser la clase dirigente y ejercitar desde ahí todo el poder político,
económico y social, que necesitamos para hacer realidad el derrumbe del régimen
de oprobio y la anhelada transformación social por la que venimos luchando
desde el siglo pasado en México.
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