Desde el siglo pasado, uno de los grandes pendientes del
Estado mexicano, ha sido el de otorgar cabalmente el derecho a la educación, a
todas las y los ciudadanos. Es uno de los derechos sociales fundamentales, que
fue fortalecido al triunfar la revolución mexicana y ser consagrado en el
artículo 3 de la constitución de 1917, Garantizando “el derecho de los
mexicanos a recibir educación, la cual tiene que ser laica, gratuita,
democrática, nacional y de calidad. Obliga a la Federación, a los Estados, y a
los Municipios, a impartir la educación primaria, secundaria, y media superior”,
luego, con las últimas reformas, se ha integrado la obligación de impartir la educación
preescolar y tímidamente lo extiende a la educación superior, en su numeral V. “Además de impartir la educación
preescolar, primaria, secundaria y media superior, señaladas en el primer
párrafo, el Estado promoverá y atenderá todos los tipos y modalidades
educativos – incluyendo la educación inicial y a la educación superior– necesarios
para el desarrollo de la nación, apoyará la investigación científica y
tecnológica, y alentará el fortalecimiento y difusión de nuestra cultura; “.
En los hechos, ha sido un derecho parcialmente desarrollado,
inmerso en simulaciones, mentiras y engaños, enmarcadas en las diversas
reformas educativas, que los gobernantes pripanistas han realizado, simulando respetar
las leyes, el fomento de las políticas públicas de gestión educativa para
lograr la cobertura y la calidad de la enseñanza, pero sobre todo con un curso histórico
de bajo financiamiento, destinando bajos
porcentajes del PIB, menos del 3.7%, muy lejos del 10 %, del que invierten los países
con altos niveles de desarrollo, muy difícil de alcanzar los mínimos requeridos
para alcanzar nuestro desarrollo humano y social de conformidad con nuestra economía
nacional, hoy ubicada en el lugar 15 por su tamaño a nivel mundial, según el
banco mundial.
De ahí que por décadas, desde el siglo pasado, nuestras
generaciones hemos bregado en al activismo social, enarbolando demandas
centrales que garanticen sin condiciones el derecho a la educación, han sido múltiples
luchas, en diferentes trincheras, desde lograr que el estado cumpla con su obligación,
otorgando recursos financieros y materiales para el funcionamiento de las
escuelas en todos los niveles, hasta las luchas por las autonomías en el funcionamiento
de las universidades, normales e
instituciones de educación superior, así como en lograr las reformas académicas.
necesarias para la actualización de sus funciones educativas, en el contexto de
las transformaciones tecnológicas, científicas, culturales, sociales y políticas
de nuestras sociedades.
Una de esas luchas, en defensa de la autonomía universitaria
y la reforma académica, fue desde finales de la década de los sesentas, que
culminó en la represión barbarie del 2 de octubre de 1968, luego reivindicada
por las luchas universitarias de 1969 a 1971, donde luchábamos por esa autonomía
en el Universidad de Nuevo León, además de exigir la reforma académica con la modificación
de los planes y programas de enseñanza y el pase automático, eliminando los exámenes
de admisión, que sólo eran un instrumento para impedir el acceso a la enseñanza
de los niveles medio superior y superior de las clases medias y bajas,
reprimidos brutalmente en los hechos ignominiosos del 10 de junio, en la marcha
solidaria hacia nuestro movimiento por compañeros estudiantes del Politécnico,
la UNAM y de las normales del D.F.
Yo soy producto de las batallas en la lucha por tener acceso
a la educación, no tuve problemas para ingresar a educación primaria, en 1960,
eran los tiempos del gobierno del presidente Adolfo Mateos, donde no se imponían
las cuotas escolares, se nos daban los libros de texto gratuitos, hasta
desayunos escolares disfrutábamos los pobres, con sus panes duros y lácteos vitaminados
fríos. El problema era en ese entonces lograr ingresar a la secundaria, donde
había cupos limitados, pude lograr ingresar gracias a las influencias de una
vecina amiga de madre, normalista, logro con sus conocidos, que ingresara a la
Secundaria no. 3. Luego cuando finalice mis estudios de secundaria, presenté el
examen de admisión, para ingresar a la preparatoria No, 1 del Colegio Civil,
logre aprobarlo, como estaba saturado el cupo, las autoridades crearon la Prepa
8, a unas cuadras del Colegio Civil,
eran los tiempos de plena efervescencia del movimiento por la autonomía de la
Universidad de Nuevo León.
Una vez que terminé la Prepa, resulta que el movimiento había
logrado el pase automático, en 1969, decidí ingresar a la Facultad de Medicina
de la UANL, sus directivos opositores a las nuevas autoridades, no aceptaron
esa decisión de las máximas autoridades, entonces el rector decidió la creación de AULAS ANEXAS a esa facultad, con edificio propio y los
recursos, financieros, humanos y materiales para cumplir las tareas académicas
y administrativas y dar cobertura a los 730 estudiantes que iniciamos. Luego
cursando el segundo año, en 1971, en el marco de los problemas políticos de las
luchas al interior de la UANL, las autoridades que nos crearon fueron
destituidas, las nuevas, en el marco de la infame guerra sucia, nos
desconocieron, seguimos con nuestra formación académica, gracias a la
generosidad solidaria de nuestros directivos y personal docente que sin cobrar
honorarios, nos apoyaron solucionando las necesidades didácticas y pedagógicas, en
el marco de una trascendente reforma académica que conformo un curriculum
innovador y trascendente en sus contenidos para la formación de un nuevo médico.
Seguimos entonces en la lucha no sólo por la reforma académica en la educación
médica, sino en logar el reconocimiento oficial de los estudios que cursábamos,
lo cual logramos después de múltiples acciones y gestiones en el año de 1981, condicionándonos
el gobierno del régimen autoritario a no admitir nuevos alumnos y que sólo
concluyeran los que habían resistido el embate bárbaro represor del régimen de
oprobio que padecíamos y también, claro con el cumplimiento de los requisitos académicos
y administrativos que las leyes exigen para ser titulado como médico.
Finalmente, una vez que teníamos el título profesional y la
cedula correspondiente, al querer acceder a realizar estudios de postgrado, en
las instituciones de educación superior, principalmente en la UANL, se nos
negaba el derecho a ese grado educativo, sus autoridades nos estigmatizaban, los
que lográbamos pasar en sus exámenes de admisión, una vez identificados en las
aulas, éramos expulsados, así tuvimos que superar esos obstáculos, inmersos en
el trabajo institucional que las instituciones del sector salud, como el IMSS,
la SSA y el ISSSTE nos ofrecieron.