Una de las lacras políticas que adoptamos, no sólo en la
construcción de nuestro movimiento partido, sino mayormente, para asegurar la
victoria por la vía electoral, sin violencia, pacíficamente, para lograr el
poder presidencial y legislativo, en México, fue el pragmatismo, con sus
lastres del influyentismo, clientelismo, corporativismo y sectarismo, transgresores
de la democracia, los valores éticos y los principios fundamentales inmersos en
nuestros documentos básicos.
Muchos de los que habíamos bregado por décadas, en las luchas
opositoras, sobre todo con convicciones socialistas y liberales, estábamos
claros que Morena sería el canal electoral, para decenas de millones de
personas, que estaban en el hartazgo del régimen de oprobio y sus políticas
neoliberales, convergiendo en destruirla, para construir una sociedad
plenamente libre, democrática y donde imperara la justicia.
En Nuevo León y en muchas partes del país, ese prgamatismo se
integró, en el 2012, en la tarea de
lograr, a como diera lugar, las asambleas constitutivas en los
diferentes niveles, locales, federales, municipales y estatales. Así sin los
quórums exigidos, menos la conciencia y convicciones cultivadas con la
información y sus integradas identidades ideológico-políticas, iniciamos con
una incipiente militancia, inmersa en el sistema de valores y creencias de la
subcultura política de los partidos, al servicio de ese régimen, con las lacras
del grupismo faccioso, sectario, subordinando intereses personales, con
ambiciones y voracidades por el poder, muchos sin escrúpulos, propio de los vivales de la politiquería.
Luego, además de prevalecer lo anterior, en las siguientes
asambleas del partido, en el 2015, ya constituidos como partido político
nacional, fue la imposición de la mayoría de candidatos y candidatas en el
pasado proceso electoral del 2018, aprovechando la cuestionable alianza
partidista “Juntos Haremos Historia”, cabalgaron personajes oportunistas, sin
militancia, ni convicciones revolucionarias opositoras, con antecedentes,
letales de nuestros principios, por sus activismos políticos partidistas
inmersos en la corrupción al servicio de los gobernantes y las mafias del poder,
a contentillo del régimen que por décadas hemos estado combatiendo.
Carentes de esa cabal institucionalidad, los militantes de
MORENA seguimos sin desempeñar las responsabilidades como partido en el poder,
dispersos, sin unidad, desinformados, sin transparencia, plan de acción, menos
con escenarios de democracia participativa interna, con una perversa estrategia,
de no lograr el funcionamiento de los órganos de dirección y conducción
política, asfixiados por el mal del centralismo autoritario, ejercido por la
dirección nacional del partido, sin liderazgos trascendentes, pusilánimes, con
una impunidad descarada, prevaleciente en algunos dirigentes y militantes,
además con funcionarios de partido, como los diputados de nuestro grupo
legislativo en el congreso del estado, ejerciendo conductas políticas
transgresoras de nuestros principios y programa político.
No se diga de las amenazas que en prospectiva representan,
para nuestra propuesta revolucionaria de la Cuarta transformación, la
integración de funcionarios, que ha iniciado en las instituciones y
dependencias de la administración pública federal en el estado, algunos sin el
perfil, sin convicciones ni conciencia política, con los principios e ideales
de nuestro movimiento, ex priistas, panistas y oportunistas, que sólo se han
apropiado del discurso anticorrupción y que no debemos olvidar su papel en el
régimen de oprobio, porque sus cambios son sólo máscaras, para seguir
ejerciendo sus virtudes del oportunista gatopradismo, fortaleciéndose como nuestros adversarios de
partido.
Ahora resulta que los grandes capitalistas y ex líderes del PRIAN que antes se nos oponían
ferozmente. se han convertido en los oportunistas transformistas, que hoy en
nombre de Morena, no solo en nuestro partido, sino en las instituciones,
quieren imponer sus intereses, lo que obstaculizara los intentos reformistas,
democratizadores y modernizadores de nuestro movimiento.
Ese pragmatismo ha sido una amenaza letal que ha
obstaculizado el funcionamiento organizado, institucional, inmerso en el
funcionamiento responsable, apegado a las convicciones revolucionarias,
transformadoras, contenidas en nuestros documentos básicos, que acordamos como
la esencia de nuestro ser político en este movimiento, que iniciamos, desde
principios de este siglo y donde coincidimos con AMLO y la mayoría de los
dirigentes nacionales, para darle continuidad en este frente de batalla, los
que desde el siglo pasado, bregamos en las luchas y movimientos sociales para
acabar con el régimen de oprobio que hoy estamos iniciando.
Morena tiene que volverse ya, un partido político formal donde
el funcionamiento institucional sea cabal, organizado, sin simulaciones,
congruente con su programa, valores y principios, este es el eje fundamental de
las exitosas transformaciones revolucionarias históricas, este es el principal
reto para lograr que nuestro Proyecto Alternativo de Nación se haga realidad,
solo así lograremos encauzar las formas de representación que refuercen el
pluralismo alcanzado, además de ser capaces de otorgar flexibilidad y firmeza a
las nuevas formas del intercambio político y el ejercicio del mando que la
Cuarta Transformación exige.