Los avances en políticas de salud mental en nuestras sociedades,
que se han venido fortaleciendo con la implementación de leyes, programas y
algunas mejoras en el financiamiento sobre este rubro, deben complementarse con
cambios necesarios en los medios de comunicación, en sus formas de ver e
interpretar los hechos que integran sus contenidos informativos, donde
contextualizan la enfermedad mental.
El gran poder que ejercen los medios de comunicación, influyendo
en la percepción de la realidad de las personas, provocando emociones,
conductas, creencias y juicios sobre la interpretación del mundo que nos rodea,
es uno de los factores determinantes de los comportamientos saludables en las
relaciones humanas, que lamentablemente en México, como en muchos países del
mundo, siguen transmitiendo explícita, abrupta y en forma sutil, la imagen errónea
y negativa de la enfermedad mental, contribuyendo a perpetuar estereotipos, prejuicios
y falsas creencias, lejos de la realidad, que impone el conocimiento científico,
que perjudica de manera directa a los derechos de las personas con problemas de
salud mental y a su entorno.
Es frecuente en sus contenidos de noticias y reportajes, de
sus barras informativas, que en los hechos, donde existe presunción de
responsabilidad de un enfermo psiquiátrico, suelen en sus titulares, sintetizar
la información de manera incorrecta, simplista, con un carácter alarmista y
morboso, sobre todo cuando ha existido violencia, como sucedió en los hechos trágicos
de un colegio privado, de nuestro estado, donde un adolescente balaceo,
lesionando a compañeros y asesinando a su maestra, incriminado prematuramente,
de tener un trastorno psiquiátrico. Este tipo de noticias, por su efecto de
correlación ilusoria, hace que se perpetúen ideas, como que las personas con un
trastorno mental son violentas, agresivas y peligrosas, y que actúan de forma
irracional, lo que está comprobado que es falso. En otros casos se confunden
las causas reales de una agresión o conducta violenta relegándola a un problema
psiquiátrico cuando muy probablemente sea debido a problemas socio-económicos,
violencia de género, educacionales, etc.
Otra forma es la perpetuación de prejuicios y concepciones erróneas,
como cuando se refieren a estadísticas de prevalencia de las enfermedades
mentales o en los casos que presentan, intitulan el padecimiento y su contenido
noticioso no contribuye para normalizar la imagen de la enfermedad mental, reproduciendo
prejuicios de incapacidades y la visión estigmatizadora de la enfermedad mental,
son noticias donde el periodista, parece no haberse documentado, ni que haya
recurrido a distintas fuentes de información como seguramente haría con cualquier
otra temática. También es frecuente el uso inapropiado de términos del ámbito
de salud mental en otros contextos, como cuando existen noticias que no hacen
referencia directa a la salud mental, especialmente en artículos de opinión o
en sección de deportes y cultura (donde la línea divisoria entre información y
opinión no es tan precisa), usan elementos y terminología psiquiátrica
para describir situaciones, personas o cosas que no tienen nada que ver. Por
ejemplo, en el caso de la esquizofrenia, se usa a menudo para adjetivar una
situación caótica, irracional, extravagante expresiones como “es esquizofrénico
lo que propone el gobernante” o “se está generando psicosis, es una verdadera
locura por las compras..”. Desde hace algunas décadas se ha integrado el uso
inadecuado del Trastorno Bipolar, donde los comportamientos impulsivos inmersos
en cambios en el estado de ánimo de artistas, deportistas y políticos, son dirigidos
a descalificarlos y etiquetarlos en perversos propósitos. En estos casos, el
uso inapropiado y peyorativo de estos términos hace que las personas que sufren
estos trastornos puedan sentirse ultrajadas, a la vez que en muchas ocasiones
contribuye a perjudicar la imagen social de las personas con un trastorno
mental. Ni que decir de las prevalecientes ilustraciones o imágenes presentadas,
que de manera obscena aparecen en los medios, cuando abordan cualquier tópico
relacionado con la enfermedad mental, donde aparecen personas que suelen
presentarlos en actitudes pasivas, sin ningún tipo de interacción social,
transmitiendo sensación de lástima, soledad, aislamiento, con la mirada
perdida, tendidos en el suelo tapándose la cara o en largos pasillos
En suma, los medios de comunicación tienen que dejar de
utilizar los términos ofensivos, inexactos y anticuados, que perpetúan la
ignorancia y conducen al estigma: enfermo mental, trastornado, perturbado,
psicópata, loco; que etiquetan a los individuos sustantivando
su condición: esquizofrénico, depresivo, maníaco, anoréxica, psicótico,
bipolar, etc... Los términos que enfatizan la parte negativa y condiciones
severas: enfermedades mentales/psiquiátricas, así como los ofensivos: manicomio,
psiquiátrico, que contribuyen a la estigmatización: reclusión, internamiento,
encierro. No debe haber más titulares alarmantes o morbosos que incluyen el
tema de salud mental de manera gratuita para captar la atención del lector, no
mencionar los problemas de salud mental, si éstos no son relevantes para la
correcta comprensión del hecho noticioso. Evitar las Imágenes que transmitan discapacidades,
aislamiento social, improductividad o que despierten compasión o rechazo,
evitar aquellas informaciones, que hayan perjudicado los derechos de las
personas o asociaciones del ámbito de la salud mental o su imagen pública; omitir
información o proporcionar información sesgada, que perpetúe falsos vínculos
entre enfermedad mental y conductas violentas o ilegales; dejar de usar
términos psiquiátricos como adjetivos en otros contextos: esquizofrénico,
paranoico, depresivo, anoréxico, etc.
El poder de los medios para mantener y perpetuar concepciones
erróneas es una realidad, que tenemos que corregir para lograr mejorar la salud
mental de nuestros habitantes y los más altos niveles de desarrollo humano y
social de nuestros estados.
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