Desde los años sesentas, del siglo pasado, cuando estábamos
inmersos en el activismo por lograr la Autonomía real de nuestras universidades
públicas, desarticulándolas de sus dependencias de los gobernantes del poder
ejecutivo, quienes imponían rectores, directores y definían los modelos
administrativos y académicos, que debían prevalecer en las funciones sociales, culturales,
de enseñanza e investigación científica,
enarbolábamos también, la lucha por la construcción de una universidad pública, que
se desempeñara plenamente, donde prevaleciera su función social y cultural,
para lograr los más altos niveles de desarrollo social y humano de nuestro
pueblo, con la libertad de catedra, la participación democrática, la equidad y
los procesos de autogestión como ejes de solución para la solución de los
problemas de los universitarios.
Impulsábamos la reforma de la universidad, que decíamos debía
ser democrática, científica y humanista. Las actividades de la universidad
deben ser: la investigadora, la docente, la de extensión universitaria y la de
labor social. Las funciones de la universidad han de ser: históricas ( en la
transformación y conservación del acervo de conocimientos científicos),
formativas (al desarrollar en sus integrantes la conciencia metodológica y
social que permite la libre determinación del pensamiento), sociales (en cuanto
concierte el trabajo individual en una profesión, que ha de considerarse como
labor social), cognoscitivas (en cuanto hace del conocimiento verdadero la meta
principal de su actividad) y técnicas (en cuanto favorece la habilidad y el
ejercicio del trabajo profesional.
Promovíamos que la universidad debería estar abierta a todas
las corrientes del pensamiento, fomentando un dialogo constructivo dentro de
la forma de comunicación y el respeto universitarios, como una
intercomunicación de conciencias, hecha sobre la base del rigor cognoscitivo y
metodológico, que permita la elevación del pensamiento y no se estanque en el
simple juego caótico de las ideas o de la universidad sometida a las doctrinas
dominantes, en turno, de acuerdo con las modas intelectuales o los intereses de
grupos políticos dominantes.
Eran los tiempos, de lucha contra el sistema social que
vivíamos, inmerso en el autoritarismo, la injusticia y las ausentes libertades
con sus lacras de antidemocracia y sin el respeto mínimo al ejercicio de
nuestros derechos humanos y sociales, donde predominaba el elitismo en las
escuelas y facultades de las universidades, donde solo ingresaban, quienes
según ellos eran los mejores estudiantes, con sus lacras de influyentismo y
filtros económicos, con sus necesidades de recursos económicos exigentes de
cuotas económicas, lejos del alcance de las clases bajas y medias, que sumado a
sus políticas de bajo financiamiento, obstaculizaban el acceso a la educación
preuniversitaria y a los grados de licenciatura con sus postgrados.
Fuimos estigmatizados como comunistas y en su guerra sucia,
contra nuestra oposición al régimen, los gobernantes represores y los oligarcas, desarrollaron
toda una estrategia de dominio y control, que los llevo a lograr simular el
ejercicio de la autonomía universitaria, eliminando temporalmente los exámenes
de selección, enarbolando nuestras demandas de modernidad y sus reformas
universitarias, hasta llegar a ufanarse de sus excelencias académicas,
investigaciones y de la función social y culturalque les enaltecía. Nada
trascendía en sus gatopardismos, en sus retrógrados contenidos académicos ni de
sus investigaciones, lejos del vanguardismo científico, que avanzaba en el
mundo, menos de sus conductas represoras hacia alumnos, personal académico y
administrativo, que osaran ejercer sus libertades y exigencias de derechos, nos
expulsaban con gran facilidad, fortalecidos en su autonomía y con la
complicidad de los funcionarios impartidores de justicia, lo que interiormente les facilitaba el
control y esa paz interna que pregonaban ante los gobernantes del régimen de
oprobio que vivíamos.
En la década de los ochentas llego la imposición del modelo
neoliberal, con sus peroratas de modernidad, de lograr mejorar nuestro
desarrollo socioeconómico, disminuyendo desigualdades y las lacras de la
pobreza, con el imperio del libre mercado y su globalización mundial, con sus
valores de fomento de la libertad individual, subordinando los éxitos al desarrollo
económico y patrimonial de las personas y de las sociedades, integrando la
competitividadcon sus tesis de calidad, mercantilizando hasta las instituciones
de enseñanza, marginando las ciencias filosófico-humanistas de los procesos de
enseñanza, en todos los niveles, desde la básica, hasta la de postgrado, atentando
letalmente contra la ética y degradando el saber a los usos consumistas,
buscando el adormecimiento de las
conciencias críticas y libertarias, enalteciendo el tener, acumular riquezas
materiales, el simular ser y la explotación del otro, como el estilo de vida en
las personas exitosas.
El neoliberalismo les reforzó su tesis de que sólo los
mejores debían ingresar a sus universidades, entonces fue que eliminaron el
pase automático, que existía en universidades como la UANL y que había logrado
que los estudiantes ingresaran sin el examen de selección a las prepas y
facultades; también que encarecer el servicio educativo, cobrando altas
colegiaturas, no sólo sería otro obstáculo en sus pretensiones elitistas, sino
daría mayor valor a su estatus universitario. La inserción de la búsqueda de la
Excelenciaen sus paradigmas de calidad les llevo a las fiebres de las
certificaciones para acreditar a las instituciones, sus programas, planes de
estudios, procesos administrativos, generando a una nueva clase empresarial,
que a través de sus agencias se enriquecerían con los financiamientos públicos
que requerían por sus servicios. En ese contexto las funciones sociales de la
universidad se integraron al mercantilismo, las practicas, los servicios
sociales fueron dirigidas a beneficiar mayormente a las empresas, no sólo la
investigación fue dirigida más hacia los intereses empresariales, dejando a un
lado los temas prioritarios para nuestra sociedad en la solución de los
problemas de salud, ecológicos, alimentarios, educación, sino intensificaron la
comercialización de la cultura y la extensión universitaria, orgullosos de
convertir la universidad en una empresa, sumergiendo a los estudiantes en sus
paradigmas del comercio, con el eje central de la competencias, las direcciones
gerenciales, individualizando y silenciando a los académicos e investigadores universitarios,
al organizarlos en torno a la ganancia económica diferenciada y la
precarización, marginando la experiencia colectiva, excluyendo la participación
comunitaria, mandando al carajo la democracia participativa. Ni que decir de la
corrupción que se integró estructuralmente en sus fines de control social para
mantener la paz en el seno de sus universidades.
Desmantelar el neoliberalismo en nuestras universidades
públicas será uno de los mayores desafíos que enfrentaremos en la Cuarta Transformación
que pretendemos de nuestro México. En el contexto del desarrollo político,
social y democrático del país y nuestro estado, la universidad publica, no debe estar
al margen de la transición, alternancia y la lucha por la transparencia y el
ataque frontal contra la corrupción, por lo que es necesario que todos
impulsemos las acciones que permitan lograr que la universidad pública en
México se caracterice por:
1. Lograr
la plena autonomía del gobierno y del poder ejecutivo en turno, ningún
funcionario público, debe participar en los procesos internos democráticos y
solo los universitarios deberán decidir en la elección de sus autoridades
mediante el voto directo, universal y secreto.
2. Lograr
la anhelada Reforma Universitaria, con planes y Programas de estudio que
superen sus integradas influencias del neoliberalismo y se actualicen acorde a
las necesidades éticas, económicas, sociales, culturales, científicas,
tecnológicas y filosófico humanistas.
3.
Ser
instituciones donde el ejercicio de las libertades, la democracia, la justicia,
la ética y la transparencia sean la base de los cimientos de su funcionamiento
académico, científico, cultural y administrativo.
4. Ser
una universidad abierta para todo el pueblo, gratuita, sin cuotas o pagos para su alumnos, sobre todo de las clases sociales más
desprotegidas, los hijos de los obreros, empleados y campesinos, que acabe
con mecanismos de selección y titulación, cuestionables y simulados, que
solo han contribuido a la miseria de
nuestra sociedad cerrando las puertas a miles de jóvenes.
5. Ser
una institución con excelencia académica lo cual no solo se logra con más
títulos nobiliarios de postgrado de los recursos humanos o los recursos
ostentosos e inalcanzables, materiales y económicos, de los modelos
neoliberales y sus certificaciones de calidad y/o competitividad, cuando se es
libre, la mística de servicio es el detonante más importante de la calidad y productividad
en la función pública.
6. Acabar
con los grupos de poder, que en sus diferentes dependencias se han convertido
en verdaderos caciques con visiones patrimonialistas, reproduciendo comportamientos
antidemocráticos y represivos permanentes en aras de mantener sus prebendas.
7. Ser
una universidad vinculada permanentemente con la sociedad no solo a través del
servicio social obligatorio de los alumnos, sino con la participación
permanente de todos en la solución de sus problemas sociales, con posturas críticas
y propositivas que logren trascender en el desarrollo de nuestra sociedad.
8. Ser
una universidad para la vida donde la formación del alumno, no solo sea capaz y
generador de su propio aprendizaje, sino logre y genere la libertad plena para
sí y para los demás, dejando atrás conformismos alienantes que solo sirven para
obstaculizar el desarrollo social.
Si no se logran estos cambios,
nuestras universidades públicas, difícilmente lograran cumplir con su rol
fundamental, en su contribución a los más altos niveles de desarrollo social y
humano de nuestra sociedad.
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