Iniciamos esta semana santa del 2019, conforme a los mitos,
creencias y rituales, que históricamente se han desarrollado desde los tiempos
de inicio del cristianismo, en el mundo occidental, generadores de catarsis en
las personas y las comunidades, con esas sensaciones de liberación que producen
los estados emocionales o sentimientos inmersos, sean positivos o negativos
como la euforia, la desesperación, la angustia, el dolor, el miedo, el
sufrimiento, la agonía, el éxtasis y la tristeza
Es una catarsis alienante apoyada por la tecnología, la
cultura de los medios y redes de comunicación, en poder de los grupos
dominantes, dirigida a fortalecer la identidad y convicciones de la religión
cristiana, desbordando fanatismos, donde algunos sujetos llegan a ser ajenos a
sí mismos, donde ya no controla ni su “yo”, convirtiéndose menos dueño de sí mismo,
llegando al sado masoquismo, donde el dolor purifica su existencia
espiritual.
La compasión, el odio, la alegría y los otros sentimientos
que se generan en los hechos recordatorios de esta etapa histórica de la vida
de Jesucristo, resultan hasta en el espectador, la purificación propia de estos
estados emotivos, que en su mayoría llevan a las personas, en sociedades como
la nuestra, a un estado de conformismo
alienante y no de praxis cotidiana, de los grandes valores y principios
inmersos en la religión cristiana, que lleven a la catarsis liberadora, donde sus
congruentes acciones, permitan cambiar situaciones de la realidad cotidiana,
injustas y encarar así su propio desarrollo personal, jerarquizando el valor
del ser, sobre el de tener, inmerso en la sociedad de consumo, que en las
últimas décadas, prevalecen en el modelo neoliberal, atentado no sólo contra la
primacía de los valores cristianos, sino hasta la herejía de idolatrar al
dinero, negando a Jesucristo, como su dios verdadero.
Las filosofías liberales y marxistas refieren que las
religiones son alienantes, son fuerzas exteriores que nos pueden a convertir en
personas pasivas, sumisas, acríticas, indiferentes, casi narcotizadas, ante los
problemas, la explotación y las injusticias del mundo en que vivimos. Los
hombres y mujeres tenemos la posibilidad de que en algún momento alguien o algo
nos genere un proceso catártico, en donde tomemos conciencia de nuestras
cadenas, que impiden nuestra liberación, y allí entonces se da un punto de partida para
la praxis, para el cambio, el paso de la objetivo a lo subjetivo.
Si a esto agregamos la cultura de masas, que en el siglo XX
abrió la puerta a industrias culturales, con la televisión y las películas
comerciales como las grandes fuentes de catarsis en la sociedad, fortalecidas en este siglo por las redes
sociales de internet, que quieren estupidizar, con sus imágenes, noticias y sentimientos,
precarizando los procesos del pensar, del saber y del ser, se potencializa la
necesidad de la catarsis liberadora, para purgar sentimientos y pensamientos,
que impiden accionar la conciencia y convicciones, para lograr luchar contra
las injusticias, el bienestar, la paz y la prosperidad de nuestras sociedades.
Los que trabajamos para la salud mental, usamos el proceso de
catarsis emocional como una función liberadora, ayuda a conocer y expresar los
sentimientos, llevando a las personas, más allá de la intelectualización de las
situaciones adversas que estamos viviendo. La mayoría de las psicoterapias la
integran, algunos utilizan métodos de introspección o de trabajo grupal, como
es el caso del psicoanálisis o del psicodrama, con el fin de generar en el
paciente una catarsis, para poder librarse de un trauma psíquico que afecte su
vida cotidiana, o bien para reducir el nivel de stress producido por los ritmos
de la vida urbana moderna.
Las catarsis son necesarias, no sólo para la salud mental,
sino fundamentales para la existencia y el desarrollo de las sociedades,
siempre y cuando sigan el tránsito de la alienación a la liberación del ser
humano, que le lleve a reconstruir la experiencia en forma de nuevos
aprendizajes.
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