A principios de los noventa cuando participábamos en la construcción y organización de un partido nacional de izquierda me enorgullecía trabajar con compañeros militantes de la izquierda bregados en el movimiento urbano popular cuya motivación principal eran los principios y convicciones enmarcados en la ideología que compartíamos donde dábamos una lucha frontal contra la injusticia, el autoritarismo y sus instrumentos como el corporativismo y el clientelismo político que ejercían las organizaciones políticas integradas al priísmo gobernante. Se percibía la humildad de los compañeros no sólo como valor humano sino como condición de subsistencia por las graves dificultades económicas que enmarcaban nuestro activismo y nuestra vida familiar, eran tiempos de financiar la actividad política con nuestros limitados recursos que ingresaban por nuestro desempeño en los oficios en que realizábamos. Entonces la mayoría de los compañeros y compañeras de las bases que integraban el Frente Popular Tierra y Libertad se entregaron incondicionalmente a la construcción del Partido del Trabajo, luego de la misma forma participamos en las primeras elecciones y enfrentamos el clientelismo electoral en todo su esplendor de los partidos gobernantes en el estado y los municipios, paradójicamente los dirigentes lo fueron integrando en sus estrategias políticas iniciando así la perversión y las desviaciones políticas que estancaron su crecimiento y desarrollo organizativo. El incremento de la capacidad de gestión al obtener el registro electoral, la integración de funcionarios producto de las elecciones y de las instituciones que el estado les facilito, además del acceso a fuentes de financiamiento fueron degradando el quehacer político y hoy el clientelismo, el corporativismo y su pragmatismo político constituyen los elementos centrales de su fortaleza donde sus dirigentes disfrutan gozosamente su enriquecimiento material dejando muy atrás su pobreza franciscana de la otrora humildad e integridad ideológica que le enorgullecía cuando bregaban contra esos clientelismos de la oligarquía gobernante.
Una vivencia que comparto con ustedes es muy ejemplificante de este comportamiento clientelar, resulta que al integrarme como regidor de la ciudad de Monterrey en 1997, inicie actividades tratando de ayudar el desarrollo de la colonia Genaro Vazquez Rojas, zona marginada socialmente con precaria infraestructura urbana, con alto índice de pobreza, delincuencia, adicciones y mendicidad de los adultos mayores, aprovechando nuestra capacidad de gestión logramos involucrar un grupo de pasantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León y del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey del área de arquitectura e ingeniería civil y con el apoyo de la Secretaria Municipal de Desarrollo Urbano se realizo una propuesta de inversión para el desarrollo comunitario de esta colonia que incluía dotación de infraestructura urbana, pavimentación de calles principales, construcción de escalinatas, plazas, áreas recreativas y deportivas adecuados al entorno ambiental con mínimos gastos de inversión de los recursos financieros para obra pública del municipio. Una vez que se proceso con la comunidad y sus dirigentes, quienes aprobaron y estuvieron de acuerdo, se procedió a convencer a las autoridades municipales para lograr el financiamiento y al dar su aprobación resulta que los lideres principales de este partido, bueno, el patrón (en términos clientelares), Alberto Anaya y los demás con su silencio y pasividad sumisa cómplice, rechazaron este proyecto con la pregunta clientelar clásica que me hacía el distinguido dos veces senador de nuestro país ¿y luego, Ricardo, con que los vamos a mover para que nos apoyen?, dos años después renunciaba molesto no sólo del clientelismo prevaleciente que impresionantemente les facilitaba y sigue facilitando los gobiernos federal, estatal y municipal en turno, ejercido por los caciques familiares sino además por las desviaciones, perversiones y la corrupción prevaleciente en ese partido.
Después del movimiento revolucionario de 1910 en México dos han sido las lacras del quehacer político que mas han obstaculizado el desarrollo democrático, social y humano de nuestra sociedad: el corporativismo y el clientelismo políticos que se han constituido como las estrategias silenciosas y fundamentales de los gobernantes y dirigentes políticos para mantenerse y perpetuarse en el poder constituyéndose en modalidades de dominación política que se han integrado a la cultura del quehacer político en todos los partidos y organizaciones políticas creando una de las redes circulares mas difíciles de superar por mecanismos reflexivos de participación política deliberativa que debieran de integrarse como el eje central del comportamiento político democrático en las sociedades modernas.
Los brutales acontecimientos del dos de octubre de 1968, 10 de junio de 1971 y las represiones sangrientas a los múltiples movimientos opositores políticos de los indígenas, campesinos, obreros y sindicales que prevalecieron desde los años cincuenta del siglo pasado agotaron las estrategias represivas que realizaba el estado mexicano, sus estrategas en el gobierno y las fuerzas de seguridad y militares reviraron a la función del clientelismo como mecanismo de integración social, de incorporación de sectores marginales al sistema político, o de gestión y distribución de recursos entre estos sectores y de organización del sistema político mismo. Así fueron alienados dirigentes opositores, activistas, organizaciones, partidos políticos y hasta organizaciones de la sociedad civil durante el régimen de la denominada guerra sucia que hasta la fecha están integrados como mediadores o depositarios de los beneficios que los gobernantes en turno les proporcionan gustosamente y que en los procesos de elecciones les apoyan mediante el nefasto pragmatismo que mata las ideologías y la ética del quehacer político.
El Clientelismo fue fortalecido al promoverse la vía electoral como alternativa para la oposición política de las izquierdas y derechas de acceder al poder durante los sucesivos procesos de reforma política del siglo pasado que el régimen priísta, fue poco a poco financiado con los recursos de los gobiernos neoliberales que obtenían del desmantelamiento de los bienes del estado en sus procesos de privatización y el abandono de las funciones del estado de bienestar que han sustituido con sus programas asistencialistas insertados en sus instituciones de desarrollo social sobre todo en su supuesta lucha de combate a la pobreza con sus lacras de desnutrición, los altos indicadores de morbilidad y mortalidad en enfermedades fácilmente prevenibles y los bajos niveles educativos de las poblaciones afectadas. Las redes clientelares están por todos lados enfermando la salud política de las izquierdas y derechas, que aprendieron rápidamente su ejercicio e importancia en sus estrategias pragmáticas para lograr el poder, esta en todos los niveles de gobierno y permea a todas las instituciones o dependencias públicas mediante la discrecionalidad y la simulación del cumplimiento de las normas operativas y legislativas que enmarcan prohibiciones para su desarrollo. Las secretarias y dependencias relacionadas con el desarrollo social constituyen el eje central, es el afluente de los recursos financieros y materiales en el contexto de sus programas educativos, de salud, de vivienda, pero sobre todo contra la pobreza; su directorio de clientes y necesidades programáticas les han permitido integrar información valiosa para la organización política electoral o de apoyo de los usuarios cuando así convengan a los intereses de los patrones. Las oficinas denominadas de gestoria social de los gobiernos solucionan a sus clientes todos los tipos de necesidades individuales y familiares desde alimentos, medicinas, atención médica, despensas, insumos en la rehabilitación de enfermedades, becas, asistencia legal, material de construcción, material deportivo y los apoyos tradicionales de los días festivos. Hasta los programas de apoyo financiero a pequeños y medianos empresarios y los programas de apoyo al desarrollo rural tienen sus clientes preferidos que reciben los beneficios condicionados al apoyo político de sus benefactores. Los inevitables programas ofíciales para la dotación de vivienda y tierras a nuestros habitantes ha permitido no sólo inhibir el movimiento urbano popular y campesino sino además conformar los inevitables círculos clientelares, incorporando a sus lideres como mediadores facilitando sus gestiones siempre y cuando contribuyan a los intereses políticos de los partidos gobernantes. Los opositores han reiterado gobierno, tras gobierno en nuestro estado, del manejo clientelar y discrecional de los directores de Fomerrey (Fomento Metropolitano de Monterrey), institución dedicada al desarrollo y administración de terrenos y viviendas para las clases bajas, que ha resultado en fuentes de corrupción con el enriquecimiento ilícito de funcionarios y posición segura para alcanzar victorias electorales en las zonas territoriales que usufructúa desde los años setenta en Monterrey y su área metropolitana. Otra de las grandes redes clientelares lo constituyen los beneficiarios de concesiones o permisos en los denominados mercados sobre ruedas, comercio ambulante, taxistas, concesionarios del trasporte, trabajadores de la calle donde sus lideres no sólo les benefician con los espacios de trabajo sino además de las facilidades que las autoridades les brindan para no ser molestados por autoridades hacendarías, fiscalizadoras, procuradoras de justicia o seguridad pública. La ignominia se consume cuando se reparten vales de leche, despensas, material de construcción o dinero a cambio del voto en las elecciones de todos los niveles; siguen siendo los tiempos de elecciones en donde las demandas pueden ser rápidamente satisfechas y los bienes prontamente obtenidos por los clientes porque los políticos quieren conseguir sus votos. Las obras públicas, los productos y los servicios distribuidos por los programas sociales son pintados con el color del partido en el poder sin que nada se pueda hacer a pesar de existir legislación que penaliza esta actividad y que obliga a la transparencia de la información que las dependencias deben de proporcionar.
La literatura sobre clientelismo político denomina “clientes” a los agentes que dan apoyo político a un mediador o patrón a cambio de bienes, favores, o servicios particulares. Son personas que “reciben cosas” o accesos a bienes y servicios del funcionario, del político o del partido desde un trabajo, una medicina, una despensa, material de construcción, permiso para trabajar, una beca, etc.… El clientelismo es una relación de dominación establecida como una relación de intercambio en la cual un individuo de status socioeconómico más elevado (conocido como el lider, padrino, patrón, cacique, gestor o con el pseudonimo de su oficio, el dire, el profe, el maestro, el doctor, el inge, .etc..) usa su propia influencia y recursos para proveer de protección o beneficios, o ambos, a una persona de un status menor (cliente), quien, por su parte, obra recíprocamente ofreciendo apoyo general, asistencia, servicios personales y fidelidad a su patrón. La mayor parte de la literatura sobre clientelismo, tanto en sociología como en antropología y ciencia política, comparte una perspectiva sistémica, es decir, el acento está puesto en las funciones del clientelismo como forma especial de intercambio en el espacio de posiciones en el que tiene lugar. Los clientes por lo general esperan seguridad física y medios de subsistencia, a cambio de lo cual los lideres esperan lealtades políticas, votos o deferencia. Las redes de resolución de problemas consisten en una serie de círculos concéntricos que rodean al mediador, que es el instrumento del líder para procesar el apoyo en las bases. Esta red de resolución de problemas consiste de una serie de círculos o ruedas de forma irregular, que pivotean alrededor del referente. Este está relacionado con los miembros de su “círculo íntimo” por medio de lazos fuertes de amistad duradera, de parentesco, real o ficticio. Algunos actores tienen acceso rutinario a estos punteros que son personificados por las elites dirigentes. En nuestro país prevalecen las elites con fuertes vínculos parentales que conforman redes de intereses patrimoniales difíciles de desintegrar, otros tienen con ellos relaciones estrechas de amistad y en otros casos son relacionales ocasionales derivadas de alianzas coyunturales. Tenemos, entonces, diferentes grados de contacto entre las elites, los mediadores y los clientes: un continuo que va desde relaciones cotidianas (y, a veces, vitales) a relaciones intermitentes. Los lazos que vinculan a los mediadores con su “círculo íntimo” son densos e intensos, los lazos con el “círculo exterior” son más ocasionales e intermitentemente activados. Los mediadores tienen las conexiones que les permite acceder al conocimiento sobre la distribución de recursos, gozan de lo que los analistas de redes llaman “centralidad posicional”. En cualquiera de los casos el centralismo y la discrecionalidad en el manejo de los apoyos es la conducta necesaria prevaleciente del dirigente hacia el mediador y los clientes.
Imagine usted lo que representa para los vividores del poder politico la clientela integrada a sus organizaciones con sus prebendas al no pagar servicios como el de la electricidad, el agua, el drenaje, tanto en sus lugares de vivienda y donde realizan alguna actividad comercial, los impuestos prediales, ser privilegiados en los accesibles servicios educativos de la escuela primaria, secundaria, preparatorias, de los centros y unidades de salud, las guarderías, sus comedores, recibir apoyos en alimentación, medicinas, despensas, materiales de construcción, proporcionar trabajo en las instituciones que administran y los múltiples beneficios que su gestión puede producir; sin duda que son el motivo fundamental de su existencia y tienen que ser perpetuados con agradecimiento que los clientes estarán dispuesto a asumir servilmente en casi todo con sus dirigentes patrones, aunque en ocasiones protesten por el cinismo que soberbiamente les invade a sus mediadores como sucedió en las elecciones pasadas donde mis ex - compañeros del PT al mandar la orden a su clientela que apoyaran votando por candidatos del PRI a la gubernatura, provoco la debacle en sus propios resultados al no lograr el voto diferenciado en las candidaturas formales de los distritos que usualmente lograban posesionar con diputados locales en el congreso local.
El clientelismo es una de las lacras de la política difícil de erradicar en países y sociedades como la nuestra donde la justicia es un fantasma que se presenta sólo para justificar las atrocidades de las tragedias que nos conmocionan.
Una vivencia que comparto con ustedes es muy ejemplificante de este comportamiento clientelar, resulta que al integrarme como regidor de la ciudad de Monterrey en 1997, inicie actividades tratando de ayudar el desarrollo de la colonia Genaro Vazquez Rojas, zona marginada socialmente con precaria infraestructura urbana, con alto índice de pobreza, delincuencia, adicciones y mendicidad de los adultos mayores, aprovechando nuestra capacidad de gestión logramos involucrar un grupo de pasantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León y del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey del área de arquitectura e ingeniería civil y con el apoyo de la Secretaria Municipal de Desarrollo Urbano se realizo una propuesta de inversión para el desarrollo comunitario de esta colonia que incluía dotación de infraestructura urbana, pavimentación de calles principales, construcción de escalinatas, plazas, áreas recreativas y deportivas adecuados al entorno ambiental con mínimos gastos de inversión de los recursos financieros para obra pública del municipio. Una vez que se proceso con la comunidad y sus dirigentes, quienes aprobaron y estuvieron de acuerdo, se procedió a convencer a las autoridades municipales para lograr el financiamiento y al dar su aprobación resulta que los lideres principales de este partido, bueno, el patrón (en términos clientelares), Alberto Anaya y los demás con su silencio y pasividad sumisa cómplice, rechazaron este proyecto con la pregunta clientelar clásica que me hacía el distinguido dos veces senador de nuestro país ¿y luego, Ricardo, con que los vamos a mover para que nos apoyen?, dos años después renunciaba molesto no sólo del clientelismo prevaleciente que impresionantemente les facilitaba y sigue facilitando los gobiernos federal, estatal y municipal en turno, ejercido por los caciques familiares sino además por las desviaciones, perversiones y la corrupción prevaleciente en ese partido.
Después del movimiento revolucionario de 1910 en México dos han sido las lacras del quehacer político que mas han obstaculizado el desarrollo democrático, social y humano de nuestra sociedad: el corporativismo y el clientelismo políticos que se han constituido como las estrategias silenciosas y fundamentales de los gobernantes y dirigentes políticos para mantenerse y perpetuarse en el poder constituyéndose en modalidades de dominación política que se han integrado a la cultura del quehacer político en todos los partidos y organizaciones políticas creando una de las redes circulares mas difíciles de superar por mecanismos reflexivos de participación política deliberativa que debieran de integrarse como el eje central del comportamiento político democrático en las sociedades modernas.
Los brutales acontecimientos del dos de octubre de 1968, 10 de junio de 1971 y las represiones sangrientas a los múltiples movimientos opositores políticos de los indígenas, campesinos, obreros y sindicales que prevalecieron desde los años cincuenta del siglo pasado agotaron las estrategias represivas que realizaba el estado mexicano, sus estrategas en el gobierno y las fuerzas de seguridad y militares reviraron a la función del clientelismo como mecanismo de integración social, de incorporación de sectores marginales al sistema político, o de gestión y distribución de recursos entre estos sectores y de organización del sistema político mismo. Así fueron alienados dirigentes opositores, activistas, organizaciones, partidos políticos y hasta organizaciones de la sociedad civil durante el régimen de la denominada guerra sucia que hasta la fecha están integrados como mediadores o depositarios de los beneficios que los gobernantes en turno les proporcionan gustosamente y que en los procesos de elecciones les apoyan mediante el nefasto pragmatismo que mata las ideologías y la ética del quehacer político.
El Clientelismo fue fortalecido al promoverse la vía electoral como alternativa para la oposición política de las izquierdas y derechas de acceder al poder durante los sucesivos procesos de reforma política del siglo pasado que el régimen priísta, fue poco a poco financiado con los recursos de los gobiernos neoliberales que obtenían del desmantelamiento de los bienes del estado en sus procesos de privatización y el abandono de las funciones del estado de bienestar que han sustituido con sus programas asistencialistas insertados en sus instituciones de desarrollo social sobre todo en su supuesta lucha de combate a la pobreza con sus lacras de desnutrición, los altos indicadores de morbilidad y mortalidad en enfermedades fácilmente prevenibles y los bajos niveles educativos de las poblaciones afectadas. Las redes clientelares están por todos lados enfermando la salud política de las izquierdas y derechas, que aprendieron rápidamente su ejercicio e importancia en sus estrategias pragmáticas para lograr el poder, esta en todos los niveles de gobierno y permea a todas las instituciones o dependencias públicas mediante la discrecionalidad y la simulación del cumplimiento de las normas operativas y legislativas que enmarcan prohibiciones para su desarrollo. Las secretarias y dependencias relacionadas con el desarrollo social constituyen el eje central, es el afluente de los recursos financieros y materiales en el contexto de sus programas educativos, de salud, de vivienda, pero sobre todo contra la pobreza; su directorio de clientes y necesidades programáticas les han permitido integrar información valiosa para la organización política electoral o de apoyo de los usuarios cuando así convengan a los intereses de los patrones. Las oficinas denominadas de gestoria social de los gobiernos solucionan a sus clientes todos los tipos de necesidades individuales y familiares desde alimentos, medicinas, atención médica, despensas, insumos en la rehabilitación de enfermedades, becas, asistencia legal, material de construcción, material deportivo y los apoyos tradicionales de los días festivos. Hasta los programas de apoyo financiero a pequeños y medianos empresarios y los programas de apoyo al desarrollo rural tienen sus clientes preferidos que reciben los beneficios condicionados al apoyo político de sus benefactores. Los inevitables programas ofíciales para la dotación de vivienda y tierras a nuestros habitantes ha permitido no sólo inhibir el movimiento urbano popular y campesino sino además conformar los inevitables círculos clientelares, incorporando a sus lideres como mediadores facilitando sus gestiones siempre y cuando contribuyan a los intereses políticos de los partidos gobernantes. Los opositores han reiterado gobierno, tras gobierno en nuestro estado, del manejo clientelar y discrecional de los directores de Fomerrey (Fomento Metropolitano de Monterrey), institución dedicada al desarrollo y administración de terrenos y viviendas para las clases bajas, que ha resultado en fuentes de corrupción con el enriquecimiento ilícito de funcionarios y posición segura para alcanzar victorias electorales en las zonas territoriales que usufructúa desde los años setenta en Monterrey y su área metropolitana. Otra de las grandes redes clientelares lo constituyen los beneficiarios de concesiones o permisos en los denominados mercados sobre ruedas, comercio ambulante, taxistas, concesionarios del trasporte, trabajadores de la calle donde sus lideres no sólo les benefician con los espacios de trabajo sino además de las facilidades que las autoridades les brindan para no ser molestados por autoridades hacendarías, fiscalizadoras, procuradoras de justicia o seguridad pública. La ignominia se consume cuando se reparten vales de leche, despensas, material de construcción o dinero a cambio del voto en las elecciones de todos los niveles; siguen siendo los tiempos de elecciones en donde las demandas pueden ser rápidamente satisfechas y los bienes prontamente obtenidos por los clientes porque los políticos quieren conseguir sus votos. Las obras públicas, los productos y los servicios distribuidos por los programas sociales son pintados con el color del partido en el poder sin que nada se pueda hacer a pesar de existir legislación que penaliza esta actividad y que obliga a la transparencia de la información que las dependencias deben de proporcionar.
La literatura sobre clientelismo político denomina “clientes” a los agentes que dan apoyo político a un mediador o patrón a cambio de bienes, favores, o servicios particulares. Son personas que “reciben cosas” o accesos a bienes y servicios del funcionario, del político o del partido desde un trabajo, una medicina, una despensa, material de construcción, permiso para trabajar, una beca, etc.… El clientelismo es una relación de dominación establecida como una relación de intercambio en la cual un individuo de status socioeconómico más elevado (conocido como el lider, padrino, patrón, cacique, gestor o con el pseudonimo de su oficio, el dire, el profe, el maestro, el doctor, el inge, .etc..) usa su propia influencia y recursos para proveer de protección o beneficios, o ambos, a una persona de un status menor (cliente), quien, por su parte, obra recíprocamente ofreciendo apoyo general, asistencia, servicios personales y fidelidad a su patrón. La mayor parte de la literatura sobre clientelismo, tanto en sociología como en antropología y ciencia política, comparte una perspectiva sistémica, es decir, el acento está puesto en las funciones del clientelismo como forma especial de intercambio en el espacio de posiciones en el que tiene lugar. Los clientes por lo general esperan seguridad física y medios de subsistencia, a cambio de lo cual los lideres esperan lealtades políticas, votos o deferencia. Las redes de resolución de problemas consisten en una serie de círculos concéntricos que rodean al mediador, que es el instrumento del líder para procesar el apoyo en las bases. Esta red de resolución de problemas consiste de una serie de círculos o ruedas de forma irregular, que pivotean alrededor del referente. Este está relacionado con los miembros de su “círculo íntimo” por medio de lazos fuertes de amistad duradera, de parentesco, real o ficticio. Algunos actores tienen acceso rutinario a estos punteros que son personificados por las elites dirigentes. En nuestro país prevalecen las elites con fuertes vínculos parentales que conforman redes de intereses patrimoniales difíciles de desintegrar, otros tienen con ellos relaciones estrechas de amistad y en otros casos son relacionales ocasionales derivadas de alianzas coyunturales. Tenemos, entonces, diferentes grados de contacto entre las elites, los mediadores y los clientes: un continuo que va desde relaciones cotidianas (y, a veces, vitales) a relaciones intermitentes. Los lazos que vinculan a los mediadores con su “círculo íntimo” son densos e intensos, los lazos con el “círculo exterior” son más ocasionales e intermitentemente activados. Los mediadores tienen las conexiones que les permite acceder al conocimiento sobre la distribución de recursos, gozan de lo que los analistas de redes llaman “centralidad posicional”. En cualquiera de los casos el centralismo y la discrecionalidad en el manejo de los apoyos es la conducta necesaria prevaleciente del dirigente hacia el mediador y los clientes.
Imagine usted lo que representa para los vividores del poder politico la clientela integrada a sus organizaciones con sus prebendas al no pagar servicios como el de la electricidad, el agua, el drenaje, tanto en sus lugares de vivienda y donde realizan alguna actividad comercial, los impuestos prediales, ser privilegiados en los accesibles servicios educativos de la escuela primaria, secundaria, preparatorias, de los centros y unidades de salud, las guarderías, sus comedores, recibir apoyos en alimentación, medicinas, despensas, materiales de construcción, proporcionar trabajo en las instituciones que administran y los múltiples beneficios que su gestión puede producir; sin duda que son el motivo fundamental de su existencia y tienen que ser perpetuados con agradecimiento que los clientes estarán dispuesto a asumir servilmente en casi todo con sus dirigentes patrones, aunque en ocasiones protesten por el cinismo que soberbiamente les invade a sus mediadores como sucedió en las elecciones pasadas donde mis ex - compañeros del PT al mandar la orden a su clientela que apoyaran votando por candidatos del PRI a la gubernatura, provoco la debacle en sus propios resultados al no lograr el voto diferenciado en las candidaturas formales de los distritos que usualmente lograban posesionar con diputados locales en el congreso local.
El clientelismo es una de las lacras de la política difícil de erradicar en países y sociedades como la nuestra donde la justicia es un fantasma que se presenta sólo para justificar las atrocidades de las tragedias que nos conmocionan.
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