Sin duda no debería ser un día mas, en el marco de los días calendarizados en el año, para recordar estas fechas gloriosas, que los organismos internacionales como la ONU, han decidido conmemorar, no sólo para recordarnos la vigencia de las demandas enarboladas, tratando de reivindicar derechos y libertades, sino además para honrar la memoria de la grandeza de los activistas y lideres que iniciaron, consumaron y que mantienen la vigencia en estas luchas por la liberación y la justicia en todo el mundo.
En el caso de este día internacional de la mujer, me resulta ignominioso, que para los principales agentes de cambio en las políticas opresoras, explotadoras y de desigualdad persistente con las mujeres, de nuestra patria, como los políticos gobernantes, legisladores, líderes de partidos, instituciones educativas y los medios de comunicación, siga siendo un día mas para sólo recordar, celebrando y desarrollando actividades coordinadas en favor de los derechos de la mujer y su participación en la vida política y económica, muchos de ellos frívolamente, sin trascender con transformaciones radicales que logren modificar las conductas indignas, que diariamente vivencian las mujeres en los diferentes ámbitos familiares, laborales, educativos e institucionales, defensoras o garantes de proteger sus derechos consagrados para evitar la lacerante desigualdad y violencia que prevalece sobre las mujeres en nuestras sociedades.
Luego, me resulta cuestionable la trascendencia de los y las activistas del movimiento feminista, muy alejados en sus estrategias y acciones políticas, para lograr estas transformaciones radicales necesarias que logren satisfacer, en plenitud, las demandas enarboladas desde los tiempos libertarios de la revolución francesa, donde la mujer junto a los hombres, reclamaron la igualdad social bajo el lema libertad, igualdad y fraternidad, continuando, luego en las luchas socialistas y anarquistas de finales del siglo antepasado, que generaron los primeros grupos feministas que reivindicaban, desde la procreación consciente del proletariado, la separación entre sexualidad y reproducción, la defensa de la maternidad libre, la liberación femenina, la libertad sexual, con sus personajes ejemplares como las socialistas alemana Luise Zietz y Clara Zetkin, que sirvieron de referentes históricos para lograr mantener la vigencia de sus ideales, en estos días sometidos a la deshumanizante explotación y violencia que afecta mas a las mujeres.
No estoy negando, ni desconociendo, los avances fundamentales sobre los cambios políticos, jurídicos, culturales, económicos que apenas a finales del siglo pasado iniciaron a ser impulsados, globalmente, como los acuerdos de la ONU para sumarse con estrategias y acciones a impulsar en todos los gobernantes, que en 1975 comenzó a celebrar el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer y luego en diciembre de 1977, dos años más tarde, la Asamblea General de la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.
En el caso de nuestra sociedad y mas en estados donde impera el conservadurismo, como el nuestro, no hemos logrado ni siquiera que la equidad de genero logre la transversalidad no sólo en las políticas inmersas en los planes y programas de gobierno, que permitan lograr condiciones de igualdad para el desarrollo de hombres y mujeres, mucho menos acabar con las tragedias que diariamente padecen nuestras mujeres, como la pésima salud reproductiva y sexual que reciben con sus lacerantes embarazos no deseados, mas en las mujeres adolescentes, la alta prevalencia de enfermedades de transmisión sexual, las defunciones por tumores malignos en la población femenina, según la SSA el 13.8% corresponde a cáncer de mama y 12.1% al cervicouterino, México ocupa el tercer lugar en América Latina con más casos de cáncer cervicouterino. Sigue sin reducirse la violencia de género, según informó Teresa Inchaustegui, ex - diputada federal capitalina e integrante de la comisión de equidad y género en la Cámara de Diputados, que a partir del 2008 se dio un incremento importante en el número de homicidios en contra de mujeres (feminicidios), cuando se registro un incremento hasta del 78%. Tan sólo del 2000 al 2009 existieron de 13 mil 468, mientras que las mujeres desaparecidas cuya edad promedio predominante es de entre 10 y 29 años asciende a 1 mil 260 durante el mismo periodo, en Nuevo León el 46% se cometen en el hogar. Hasta los líderes sindicales empiezan a denunciar, como la CROC, que una de cada siete trabajadoras ha sufrido algún tipo de violencia física o emocional, mientras que cinco de cada diez ha padecido de acoso sexual en el centro laboral. En tanto La Confederación Nacional Campesina (CNC) denunció que más de 12 millones de mujeres que viven en el área rural del país son las más afectadas junto con sus hijos por la carestía y la crisis económica alimentaria, lo que propicia cada vez más discriminación, pobreza y desempleo.
Quienes se vanaglorian del importante avance de la inserción de las mexicanas en el mercado laboral, en las últimas tres décadas, implicando la transformación política, social y económica del país, deberían de enfrentar las realidades que prevalecen con los grandes pendientes, no sólo en relación a los salario y empleos precarios que padecen las mujeres, en una mayor proporción que los hombres, sino en el tema de discriminación, hostigamiento, mientras que la población femenina tiene un mayor grado de preparación académica, tienes menos oportunidades. Patricia Rodríguez López, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIE) de la UNAM refiere que en su mayoría, se desempeñan en el sector de servicios como vendedoras, profesoras, enfermeras y cuidadoras de niños, por los roles sociales asignados a su género; tienen estudios de bachillerato y ganan de dos a tres salarios mínimos pocas mujeres tienen condiciones laborales adecuadas a su preparación; 38 por ciento de las jóvenes con licenciatura no ejercen su carrera, dos de cada tres profesionistas ganan menos de tres salarios mínimos y las tasas de desocupación son más altas en las mujeres.
A propósito de las políticas gobernantes, en sus planes de desarrollo que los guían en sus acciones y metas, sigue prevaleciendo esta necesidad, de cuando menos institucionalizar la perspectiva de género en las administraciones públicas federal, estatal y municipal, lo cual lograría abordar con perspectiva de género y un enfoque transversal las políticas públicas y de cultura institucional, en los diferentes niveles de gobierno; este es el gran pendiente para lograr los apoyos financieros y jurídicos que permitan la solución de fondo de los graves problemas de las mujeres. Por eso sus actividades para generar una cultura de igualdad y no discriminación hacia las mujeres se reducen a pretender sensibilizar y difundir en la población los temas relativos a derechos humanos, igualdad y equidad, y perspectiva de género, sin que propicien un cambio cultural que logre integrar la equidad de género en el entramado de las estructuras relacionales de todas las instituciones.
Es lamentable que no logremos ni los cambios referentes del marco jurídico de igualdad de género acorde con los compromisos internacionales, sobre todo en los temas sobre los derechos laborales, la salud, educación, y en los que en materia de derecho civil, penal y administrativa siguen alimentando la discriminación contra la mujer; no se diga la solución al problema de lacerante violencia y la trata de personas que persiste impunemente a pesar de la existencia de los buenos programas existentes para la Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, que son obstaculizados por la falta de integralidad multifactorial en las acciones y las carencias crónicas de recursos financieros para lograr los objetivos. Sin duda sigue prevaleciendo una cultura con una visión plenamente masculina, a veces machista o misógina que necesita de acciones radicales, donde no sólo queden como promesas.
En este 2013 el mensaje imperativo para este día, consensado por la ONU “Una promesa es una promesa: momento de pasar a la acción para acabar con la violencia contra las mujeres”, trata de que, como lo refirió el Secretario General, Ban Ki-moon convirtamos nuestra “indignación en medidas concretas para poner fin a la violencia contra las mujeres, que se basa en la simple aunque sólida premisa de que todas las mujeres y niñas tienen el derecho humano fundamental de vivir sin violencia”.
Solo fortaleciendo el movimiento feminista, logrando la unidad en la acción, conducirá a que los anhelos históricos de justicia, libertad e igualdad, de las mujeres, dejen de ser sólo esperanzas y promesas en la solución de la violencia y la discriminación. que los gobernantes, al servicio de la oligarquía, obstaculizan y siguen eficazmente mediatizando, con sus estrategias alienantes y cooptadoras de la mayoría de activistas y organizaciones de la sociedad civil.
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