En estos tiempos de informes de gobiernos, resulta que no pude contenerme en abordar la persitente corrupcion de los politicos que nos gobiernan, esta semana se informó del caso del ex gobernador panista de San Luis Potosí, Marcelo de los Santos (luego nombrado director de la Casa de Moneda por Felipe Calderón), que ha sido inhabilitado por 20 años para ocupar un cargo público, y multado con casi 8 mil millones de pesos por la Contraloría General del Estado, como consecuencia de desvío de recursos públicos, específicamente de un préstamo por mil 500 millones de pesos al final de su sexenio. No esta encarcelado, vive en libertad y sigue disfrutando la gran vida y puede acudir a otras instancias jurídicas que los liberen de esas sanciones que le han impuesto.
El estado delincuencial con todas sus redes de
criminales, que nos gobierna en México, incrustados en todos los niveles de gobierno,
desde el federal, los gobiernos estatales y los municipales, ha seguido
simulando el ejercicio de la justicia mostrando como ejemplos sus acciones
sobre personajes políticamente inservibles u obstaculizadores de sus voraces
intereses políticos y económicos.
Otros, ni siquiera se cuidan de las formas, como le
sucedió al gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz , quien llego a declarar
en su cuarto informe de gobierno, qué en nuestro estado “no hay mas jefes de
plaza que la autoridad”, son políticos que ni siquiera logra una
comunicación política saludable, que no sean tan proyectivas del lenguaje de
los criminales, que nos agobian perseverando con sus transgresiones violentas
de las leyes que nos rigen. Los que somos analistas de la conducta humana,
sabemos muy bien, de que no se tratan sólo de una frase desafortunada en un
discurso político, sólo los delincuentes se apropian de lenguajes y formas de
comunicación en sus ambientes delictivos. Las declaraciones posteriores para
“aclarar” que su mensaje “estaba
dirigido a los policías, a fin de que se asumieran como tales en su labor”,
contra los delincuentes, sólo incremento su desacierto terminológico, del
prevaleciente uso de “jefe de plaza”, que a nivel mundial, no sólo en México,
utilizan las organizaciones criminales.
Pues bien ha sido este prevaleciente estado
delincuencial, donde tan sólo la corrupción, sin abordar sus impunidades, en
sus precariedades del desempeño profesional en sus funciones, de los políticos
en México y en Nuevo León, es tan atroz que puede en este momento estar afectando
hasta el 30% de las economías de las sociedades y sus gobiernos. Si así a sido,
este comportamiento en el curso de las pasados 40 años, sería una de las
grandes causas, de que nuestras sociedades no hayan logrado su desarrollo
social, con la infraestructura de servicios públicos básicos de calidad
integrados, en un desarrollo urbano sustentable, solucionando los problemas
crónicos que padecemos de vialidad, transporte público, drenaje pluvial,
vivienda digna, escuelas, hospitales, clínicas, unidades de salud; ni que decir
de la superación de la pobreza y el logro de la cobertura universal de
educación y salud para todos los ciudadanos.
Me atrevo a afirmar que este costo de la corrupción, nos
afecta hasta el 30% de la economía, porque sigue siendo vigente los llamados
porcentajes, que fluctúan del 15 al 20% que estos políticos corruptos exigen
como cuota, por medio de sus enviados, para concesionar contratos en las
adjudicaciones de obras públicos, en las concesiones de servicios, en las
adquisiciones de bienes y materiales; los cuales se suman al otro 15% a 20% que
derivan del costo devaluatorio de la calidad de la obra o servicio público que
el proveedor suma para ajustar los gastos invertidos en la corrupción. Si nos
faltara para sustentar, esta estimación de costos de la corrupción, sumemos los
ingresos ilícitos que los funcionarios obtienen por el otorgamiento de permisos
en sus diferentes modalidades, permisos sanitarios, comerciales, para venta de
alcohol, casinos, desarrollo urbano; donde como alguna vez llegué a demostrar
como, en un solo día, el último de su gestión, un alcalde de Monterrey, condono
el 95% de las multas a los giros negros que pululaban en nuestra ciudad con
transgresiones graves al reglamento; a la tesorería municipal sólo llego el 5%,
la sumas de sus corruptelas le permiten hasta ahora vivir la gran vida, hasta
de su familia extensa.
Simplemente en el caso de los alcaldes que han ocupado
este puesto en Monterrey, desde los ochentas, todos han logrado vivir en la
impunidad, a pesar de los hechos públicos más registrados en los medios de
comunicación en sus momentos más prevalecientes de denuncias investigadas de
corrupción en sus administraciones, muchos de ellos con cinismo y desvergüenzan
se enaltecen de haber logrado esa impunidad, de llevar su gran vida, algunos
hasta fueron evidenciados públicamente, los personajes de sus redes
delincuenciales en sus administraciones sin que pasara nada.
Son los políticos que presumen que se dan la gran
vida, enarbolando la lucha por la democracia y los niveles mas altos de
desarrollo humano y social de las sociedades donde paradójicamente se comportan
con los mas bajos niveles de desarrollo humano en sus personas, son autoritarios,
manipuladores, mentirosos, extorsionadores, chantajistas, defraudadores,
enriquecidos ilícitamente, sin escrúpulos e inmersos en la perversión de la
política.
Hoy también leia, la noticia de que el ex alcalde de
Detroit, Kwame Kilpatrick, del partido demócrata, quien terminó su periodo hace
5 años, fue sentenciado a 28 años de prisión por corrupción, dos meses después
de que la ciudad se declarara en bancarrota; fue acusado y evidenciado de conspiración,
chantaje, extorsión, soborno y evasión de impuestos, junto con un socio y su propio padre, que se
encargaba de hacer sus declaraciones de impuestos, al terminar su periodo se
ufanaba de ser considerablemente más rico. En palabras de la jueza, que lo
sentenció ‘‘se dio la gran vida’’ empeorando la situación de Detroit.
En tanto aquí en México, seguimos padeciendo de los
políticos que empeoran nuestra situación de pobreza, desigualdad, injusticia y
violencia social que nos agobia, en tanto ellos siguen dándose esa “gran vida”,
que metafóricamente utilizó la jueza contra este alcalde criminal.
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