A propósito de las luchas de los libertadores de nuestra
sociedad, que no cesamos cada día en fomentar la rebelión contra todo conducta política
de los gobiernos y funcionarios que inhiban o repriman la libertad de los seres
humanos, esencial para el crecimiento y desarrollo pleno de las personas;
asocie esta semana, como consecuencia del contacto con un paciente, la
importancia fundamental del cerebro, en la integración de esta virtud que determina asimismo los máximos niveles
de desarrollo de las sociedades.
Resulta que este paciente que atendí para seguir su proceso
de rehabilitación psiquiátrica, un joven adulto de 38 años, que fue
traumatizado en el cráneo, por jóvenes de una pandilla, lesionando el cerebro, específicamente
el lóbulo temporal derecho, una vez atendido de urgencias, intervenido quirúrgicamente
y hospitalizado para su recuperación durante 15 días, fue dado de alta y al
reintegrarse a su familia, inicio con trastornos de carácter, alteraciones en su
conductas y en sus emociones que luego le llevaron a una hospitalización psiquiátrica
breve por su agresividad, la pérdida del
sentido de su yo, de su identidad.
Este joven adulto, que desempeñaba sus roles como esposo y padre de familia, como trabajador de la
construcción, era un activista que trascendía por sus solidarias luchas por la
libertad y contra las injusticias en nuestra sociedad, los azares del destino,
lo llevaron a estar en lugar equivocado, en el tiempo inadecuado, siendo víctima
de la violencia social que prevalece en nuestro estado de Nuevo León, paradójicamente
sus trastornos psíquicos y afectivos le han generado la pérdida de su libertad
y padecer las injusticias en su trabajo, su familia y la seguridad social, que
hoy le ha negado sus derechos de ser asistido y pensionado por sus
discapacidades.
De los cuatro lóbulos cerebrales, frontal, parietal,
temporal y occipital, el temporal es el que, al parecer, tiene mayores
conexiones con el sistema límbico, aparte de albergar en él estructuras
subcorticales que, como la amígdala y el hipocampo, pertenecen por sí mismas al
sistema límbico. El polo anterior del lóbulo temporal está considerado como el
área de asociación del sistema límbico y, a excepción del área órbito-frontal
del lóbulo frontal, que posee fuertes conexiones con este sistema, son los trastornos
de la función del lóbulo temporal los que producen más síntomas relacionados
con emociones, estados de ánimos y conductas emocionales.
La neurofisiología han determinado que el sentido del yo sea
el resultado de la función de una de estas estructuras profundas del lóbulo
temporal, posiblemente el hipocampo, donde se almacena la memoria, y tiene
circuitos de comunicación con la corteza cerebral. La memoria, lógicamente, es
un factor determinante en esta sensación de continuidad de nuestro sentido del
yo. De ahí que no sea extraño, que este sentido sufra cuando se lesionan las
estructuras límbicas del lóbulo temporal. Por eso el paciente afectado en esta área,
se extraña a sí mismo, su propio cuerpo
o el entorno, tiene la sensación de que todo lo que ocurre es irreal, provocando los trastornos de conducta y de las emociones. A veces,
estas experiencias ocurren en personas normales, especialmente en condiciones
de gran fatiga, de gran pena o aflicción, cuando se recibe un diagnóstico de
una enfermedad terminal o al sobrevivir a un accidente grave, también cuando la
persona se ha librado de un gran peligro, por ejemplo, de ser secuestrado,
torturado, devorado por una fiera, o de ser salvado de un incendio.
Una de las experiencias que nos hace más humanos, es la
sensación de la propia personalidad, del yo, de la mismidad que refieren los filósofos,
o como quiera llamársele a ese sentimiento de la identidad personal que, para muchos,
sigue siendo un misterio, pero sigue siendo, este sentimiento, el determinante en la percepción de
la libertad que las personas tenemos. Es en esta región del cerebro, donde las investigaciones sobre lesiones cerebrales
han ido proporcionando, en los últimos años, interesantes datos sobre el
funcionamiento de la mente humana, y también sobre el reflejo o el origen neuronal
de la religiosidad y la espiritualidad humanas. Las investigaciones sobre lesiones
cerebrales han ido proporcionando, en los últimos años, interesantes datos
sobre el funcionamiento de la mente humana, y también sobre el reflejo o el
origen neuronal de esta religiosidad y la espiritualidad humanas, asociadas con los grados de libertad que perciben los humanos. Un estudio
realizado por científicos del Institute of Neurology de Londres, ha revelado
recientemente que lesiones en el lóbulo temporal derecho del cerebro pueden
propiciar la “hiperreligiosidad” de los pacientes. Esta investigación viene a
sumarse a otras que han demostrado, por ejemplo, que los daños en el lóbulo
parietal derecho propician la espiritualidad o que los tumores situados en las
zonas parietales posteriores del cerebro generan una mayor “autotrascendencia”.
La autotrascendencia, en definitiva, nos hace sentirnos como una parte integral
del universo y, desde el punto de vista científico, sirve para medir el
comportamiento espiritual de cada individuo.
Es claro que la neurociencia ha intentado explicar la
autotrascendencia, la religiosidad y la espiritualidad humanas desde una perspectiva
puramente fisiológica, lo cual es un reduccionismo científico, existen zonas y
circuitos del cerebro que están implicadas
en las experiencias místicas, lo importante es que abren el debate sobre si estos descubrimientos pueden
considerarse una demostración de la existencia de Dios o, por el contrario,
constatarían únicamente que la experiencia religiosa es tan sólo un producto
más de la actividad cerebral del ser humano, como el determinismo que el
cerebro lesionado tiene en la perdida de la virtuosa libertad de los pacientes,
como el compañero activista que he referido.