viernes, 27 de junio de 2014

LA LIBERTAD Y EL CEREBRO


A propósito de las luchas de los libertadores de nuestra sociedad, que no cesamos cada día en fomentar la rebelión contra todo conducta política de los gobiernos y funcionarios que inhiban o repriman la libertad de los seres humanos, esencial para el crecimiento y desarrollo pleno de las personas; asocie esta semana, como consecuencia del contacto con un paciente, la importancia fundamental del cerebro, en la integración de esta  virtud que determina asimismo los máximos niveles de desarrollo de las sociedades.
Resulta que este paciente que atendí para seguir su proceso de rehabilitación psiquiátrica, un joven adulto de 38 años, que fue traumatizado en el cráneo, por jóvenes de una pandilla, lesionando el cerebro, específicamente el lóbulo temporal derecho, una vez atendido de urgencias, intervenido quirúrgicamente y hospitalizado para su recuperación durante 15 días, fue dado de alta y al reintegrarse a su familia, inicio con trastornos de carácter, alteraciones en su conductas y en sus emociones que luego le llevaron a una hospitalización psiquiátrica breve por su agresividad,  la pérdida del sentido de su yo, de su identidad.
Este joven adulto, que desempeñaba sus roles como esposo y  padre de familia, como trabajador de la construcción, era un activista que trascendía por sus solidarias luchas por la libertad y contra las injusticias en nuestra sociedad, los azares del destino, lo llevaron a estar en lugar equivocado, en el tiempo inadecuado, siendo víctima de la violencia social que prevalece en nuestro estado de Nuevo León, paradójicamente sus trastornos psíquicos y afectivos le han generado la pérdida de su libertad y padecer las injusticias en su trabajo, su familia y la seguridad social, que hoy le ha negado sus derechos de ser asistido y pensionado por sus discapacidades.
De los cuatro lóbulos cerebrales, frontal, parietal, temporal y occipital, el temporal es el que, al parecer, tiene mayores conexiones con el sistema límbico, aparte de albergar en él estructuras subcorticales que, como la amígdala y el hipocampo, pertenecen por sí mismas al sistema límbico. El polo anterior del lóbulo temporal está considerado como el área de asociación del sistema límbico y, a excepción del área órbito-frontal del lóbulo frontal, que posee fuertes conexiones con este sistema, son los trastornos de la función del lóbulo temporal los que producen más síntomas relacionados con emociones, estados de ánimos y conductas emocionales.
La neurofisiología han determinado que el sentido del yo sea el resultado de la función de una de estas estructuras profundas del lóbulo temporal, posiblemente el hipocampo, donde se almacena la memoria, y tiene circuitos de comunicación con la corteza cerebral. La memoria, lógicamente, es un factor determinante en esta sensación de continuidad de nuestro sentido del yo. De ahí que no sea extraño, que este sentido sufra cuando se lesionan las estructuras límbicas del lóbulo temporal. Por eso el paciente afectado en esta área,  se extraña a sí mismo, su propio cuerpo o el entorno, tiene la sensación de que todo lo que ocurre es irreal, provocando los trastornos de conducta y de las emociones. A veces, estas experiencias ocurren en personas normales, especialmente en condiciones de gran fatiga, de gran pena o aflicción, cuando se recibe un diagnóstico de una enfermedad terminal o al sobrevivir a un accidente grave, también cuando la persona se ha librado de un gran peligro, por ejemplo, de ser secuestrado, torturado, devorado por una fiera, o de ser salvado de un incendio.
Una de las experiencias que nos hace más humanos, es la sensación de la propia personalidad, del yo, de la mismidad que refieren los filósofos, o como quiera llamársele a ese sentimiento de la identidad personal que, para muchos, sigue siendo un misterio, pero sigue siendo, este sentimiento,  el determinante en la percepción de la libertad que las personas tenemos. Es en esta región del cerebro, donde  las investigaciones sobre lesiones cerebrales han ido proporcionando, en los últimos años, interesantes datos sobre el funcionamiento de la mente humana, y también sobre el reflejo o el origen neuronal de la religiosidad y la espiritualidad humanas. Las investigaciones sobre lesiones cerebrales han ido proporcionando, en los últimos años, interesantes datos sobre el funcionamiento de la mente humana, y también sobre el reflejo o el origen neuronal de esta religiosidad y la espiritualidad humanas, asociadas con los grados de libertad que perciben los humanos. Un estudio realizado por científicos del Institute of Neurology de Londres, ha revelado recientemente que lesiones en el lóbulo temporal derecho del cerebro pueden propiciar la “hiperreligiosidad” de los pacientes. Esta investigación viene a sumarse a otras que han demostrado, por ejemplo, que los daños en el lóbulo parietal derecho propician la espiritualidad o que los tumores situados en las zonas parietales posteriores del cerebro generan una mayor “autotrascendencia”. La autotrascendencia, en definitiva, nos hace sentirnos como una parte integral del universo y, desde el punto de vista científico, sirve para medir el comportamiento espiritual de cada individuo.
Es claro que la neurociencia ha intentado explicar la autotrascendencia, la religiosidad y la espiritualidad humanas desde una perspectiva puramente fisiológica, lo cual es un reduccionismo científico, existen zonas y circuitos del cerebro  que están implicadas en las experiencias místicas, lo importante es que abren el  debate sobre si estos descubrimientos pueden considerarse una demostración de la existencia de Dios o, por el contrario, constatarían únicamente que la experiencia religiosa es tan sólo un producto más de la actividad cerebral del ser humano, como el determinismo que el cerebro lesionado tiene en la perdida de la virtuosa libertad de los pacientes, como el compañero activista que he referido.

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