Uno de los obstáculos para el
desarrollo humano y social, que afecta gravemente a las organizaciones sociales
y políticas ha sido el doctrinarismo. Por doctrinario me estoy refiriendo al
uso como adjetivo, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, “perteneciente
o relativo a una doctrina determinada, especialmente la de un partido político
o una institución”, doctrinarismo sería entonces la cualidad de doctrinario,
quien ejerce esa función esta adoctrinando, que se ha convertido en un término
que ha adquirido connotaciones negativas a partir del siglo anterior, cuando prevaleció
como una de las estrategias sistematizadas para fortalecer dogmas y servir de
base para mantener el totalitarismo de los estados donde las ideologías, los
movimientos, los regímenes políticos y la libertad, fue y es seriamente
restringida, y el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones.
Ha sido el adoctrinamiento mediante
procesos, muchos de ellos definidos reeducativos, otros como el denominado
“lavado de cerebro”, cuyo resultado final es que las personas integren,
consciente e inconscientemente, plenamente un sistema de conductas, con sus ideologías,
sus formas de pensar, creencias, rituales y valores capaces de fortalecer sus
capacidades de acción y el fomento de sus contenidos, para la integración de
nuevos miembros que permitan expandirse y retroalimentar así sus grupos
facciosos. El lavado de cerebro, también conocido como reforma del pensamiento,
educación, adoctrinamiento o reeducación, consiste en la aplicación de diversas
técnicas de persuasión, coercitivas o no, mediante las cuales cambiar, en mayor
o menor grado, las creencias, conducta, pensamientos y comportamiento de un
individuo o sociedad, con el propósito de ejercer sobre ellos reconducciones o
controles políticas, religiosas y cualquier otro.
La diferencia entre doctrina y
educación, de acuerdo con la enciclopedia de Wikipedia, (http://es.wikipedia.org/wiki/Adoctrinamiento),
“consiste en que en la educación se persigue que el educando (la persona a
educar) permanezca lo más superficial posible a los conocimientos acumulados y
los analice; mientras que en la adoctrinación, el educando permanece dentro del
cuerpo de conocimientos o creencias y absorbe sus enseñanzas.” Históricamente,
el adoctrinado, integra los dogmas, que son el fundamento capital de toda
doctrina, o incluso en una ciencia, cuyo sentido más común es el de un
postulado fundamental de una creencia sostenida por una religión, escuela
filosófica, ideología o una organización de autoridad o un sistema, como es el
caso del capitalismo y su expresión más contemporánea, el neoliberalismo, que
tendrían en su esencia un carácter religioso: necesidad de culto y fe y
aparición de una dogmática propia que sostenga el culto, el adoctrinamiento
se caracteriza por esa fe ciega y la ausencia de pensamiento crítico de los
educandos.
En las posturas doctrinarias se integran
contextos ideológicos rígidos, asumiendo como verdades absolutas sus creencias,
sus pensamientos, los conocimientos inmersos en las teorías que los sustentan,
rechazando toda forma de crítica y no se diga del sano escepticismo, que
históricamente le ha servido a la humanidad como una de las formas de
pensamiento para su evolución y el logro de los grandes desarrollos en
conocimiento de las ciencias que estamos viviendo.
Sus personajes, principalmente sus
líderes, la mayoría padecen del trastorno narcisista de personalidad, que de
acuerdo al Manual Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-R)
es habitual en ellos: el sobrevalorar sus capacidades y exagerar sus
conocimientos y cualidades, frecuentemente dan la impresión de ser jactanciosos
y presuntuosos, están preocupados por fantasías de éxito ilimitado, poder,
brillantez, creen que son especiales y únicos, exigen admiración excesiva,
interpersonalmente son explotadores, sacan provecho de los demás, carecen de empatía,
presentan comportamientos o actitudes arrogantes o soberbias. Otros han
padecido trastornos psicóticos, como la Esquizofrenia sobre todo en su forma
Paranoide.
En mi experiencia con grupos políticos,
he observado que son incapaces de afrontar con tolerancia y prudencia los
diálogos analíticos, recurriendo a esa instintiva defensa mediante la
descalificación, generalmente ironizando, inferiorizando a sus críticos,
proyectando sus complejos de superioridad, sus instintos dominantes los llevan
a realizar conductas autoritarias, que en el extremo han llevado a los
terribles fanatismos políticos y
religiosos, con los miles de ejemplos de tragedias, que en la historia de la
humanidad han generado los múltiples genocidios y los engendros de los sistemas
totalitarios dictatoriales del pasado y presente, que han prevalecido en nuestro
mundo.
El adoctrinamiento actual que prevalece en nuestras sociedades
y que ha sido promovido por las élites sociales dominantes como medio de
control social no es explícito ni necesariamente coactivo, pero sí influyente,
como lo ejercen en los medios de comunicación social actualmente.
El doctrinarismo obstaculiza además
la integración de la cultura democrática dado que la mayor parte de los
ciudadanos no recibe la información necesaria para hacer decisiones racionales
sobre asuntos éticos, sociales, económicos y políticos, sino más bien la que
los doctrinarios, quieren y desean que se comunique para retroalimentar su
sobrevivencia.
Por la salud mental y política, digamos
no al doctrinarismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario