Vivo en un país donde el estado
mexicano, dominado y gobernado por más de un siglo, por las oligarquías
económicas y partidistas, ha prevalecido con políticas criminales, acordes a
sus intereses de explotación e injusticia de nuestra patria y la de los
depredadores del capitalismo, acentuado hace décadas por su neoliberalismo que
está llevando a liquidar los valores y principios humanistas básicos en el mundo. Estos oligarcas, han incrementado
además las lacras de desigualdad y pobreza, con los consecuentes obstáculos al
desarrollo social y humano, que nos merecemos los mexicanos, de conformidad con nuestros
recursos humanos, naturales, culturales e históricos, con los que hemos venido
evolucionando como nación.
Las recientes masacres de los
estudiantes en Ayotzinapa, del municipio de Iguala, Guerrero y del municipio de Tlatlaya, del Estado de
México, demuestran una vez más el
brote purulento de la podredumbre del poder ejercido por el estado mexicano,
inmerso en las redes delincuenciales que prevalecen en todos los niveles de
gobierno y del quehacer político que tenemos en México y que prevalece en todos
los países que no han logrado consolidar un régimen democrático pleno. En otro
país, con otro nivel de desarrollo democrático, económico, social y humano, la
reacción lógica y sensata, ante estos hechos abominables seria la destitución inmediata de los
responsables y su disposición ante la justicia
para afrontar los hechos, de los alcaldes, gobernadores, jefes de seguridad y hasta algunos presidentes y primeros ministros de estos países, que serían
o han sido renunciados o destituidos por delitos menos graves.
Sin embargo, en países como el
nuestro, los gobernantes y funcionarios responsables de este tipo de crímenes, han gozado de
impunidad. Asesinar a mansalva a jóvenes
desarmados, aterrorizados, cuyo único error fue ejercer confiados, la protesta
pública y solicitud de solidaridad con sus demandas integradas en el movimiento
estudiantil normalista, contrarios a la reforma educativa del peñanietismo y con miras a asistir a la gran manifestación del 2 de
octubre en la ciudad de México, que todos los mexicanos no olvidamos,
resistiendo décadas de ocultamiento y manipulación de los gobiernos, que
intentaron borrar esa masacre y así aniquilar su presencia en la historia, que
finalmente logramos imponer como una victoria honrosa para los martires, para que así fuera parte
de nuestra historia, contra los regímenes autoritarios y corruptos de nuestra
nación. Lo que no hemos logrado, es que los responsables de esas y otras
masacres, enfrenten la justicia, al contrario han seguido en la impunidad y
viviendo como funcionarios públicos leales a las redes delincuenciales del
poder, hoy revividos con el retorno del PRI, al que sólo le faltaba incrementar
su guerra sucia contra los opositores a su régimen de oprobio, con las masacres
que han distinguido a sus gobernantes durente decadas.
La convivencia de gobernantes,
delincuencia y oligarcas económicos y políticos ha generado lo que he venido
denominando las redes delincuenciales del poder que prevalece en nuestro páis,
conformando solidas estructuras económicas, mediaticas y de empoderamiento
influyente en la selección de los políticos que gobiernan, a las que no les ha
bastado sus satisfactores en el ejercicio del poder benefactor, hacia sus
intereses con la impunidad inherente a sus múltiples corruptelas inmersas en
los manejos administrativos y financieros de los presupuestos públicos, además
del gozoso influyentísimo de su tráfico de influencias, principalmente para
saciar su voraz codicia sin escrúpulos, para sus empresas, sus grandes
corporativos y el enriquecimiento ilicito, que con cinismo y desverguenza exhiben, sus familias y descendientes en las redes sociales, ahí estan los ejemplos ignominiosos de los apellidos Salinas,Figueroa, Aguirre, Ruiz Massieu, Juárez Cisneros y
otros más que evocan lo mismo, como los apellidos Hank González, Montiel Rojas, Peña
Nieto, Del Mazo y Chuayffet.
Son los gobernantes y funcionarios del PRI, el
PAN y ahora el PRD, que han sucumbido a las tentaciones de las redes
delincuenciales del poder, de nada ha servido que los ciudadanos ante el
hartazgo de la permanencia de los mismos políticos del partido gobernante,
sobre todo el nefasto PRI, hayan logrado la victoria, esperanzados en lograr
grandes cambios, votan por ellos, y una vez que han llegado al poder, así sea en las presidencias
(como lo logro el PAN, en los dos sexenios anteriores) o gobernadores (como le ha sucedido al PRD,
en Michoacan, Guerrero, Morelos, Zacatecas, etc..), ni que decir de los
gobiernos municipales, prestos a ceder los controles de sus funciones en el desarrollo urbano, ecologia,
seguridad, vialidad y reglamento de alcoholes. Asi simple y llanamente sus
gobernantes electos no quisieron ni quieren ejercer el poder soberano que les mandato el
pueblo, para lograr cambios trascedentes verdaderos en el mejoramiento del
desarrollo social y democrático de sus territorios y de sus sociedades,
prefirieron integrarse, algunos por omisión, otros con franca coalición, a las
redes de olgarcas políticos, empresariales y hoy hasta dirigentes de grupos
delincuenciales, como el abominable ejemplo del poder del delincuente apodado la Tuta, en el
desempeño de los gobernantes del estado de Michoacan.
Han sido gobernantes que se han
integrado a las políticas criminales del Estado, facilitando y entregando en
sus territorios, no sólo para el control de los grupos criminales, sino la entrega de los recursos naturales a los
depredadores capitalistas de empresas trasnacionales, nuestras tierras, nuestros
minerales, el petróleo, nuestro ferrocarriles, nuestra agua, que en su mayoría
se la roba, los bosques, destruyen el ambiente; fomentando además la
eliminación de conquistas de las luchas por el desarrollo de los trabajadores y
el bienestar de las familias, como el
salario digno, las leyes de protección laboral, el acceso a la educación
pública laica y gratuita, de calidad en todos los niveles, el acceso a
servicios de salud de calidad, sin condiciones, pero sobre todo el que como
sociedad gocemos plenamente de nuestros derechos humanos, con su libertades,
donde no exista nunca mas la represión y eliminación de quienes nos oponemos a
sus métodos criminales de gobernar.
No basta que demandemos sólo justicia, contra los responsables de estas masacres,
tenemos que demandar que se acaben las politicas criminales de estado, que los priistas en el poder persisten en ejercer y que se han entregado a los oligarcas, y peor aun se han extendido hacía los grupos criminales organizados y serviles a los intereses capitalistas de los paises imperialistas con sus organismos financieros internacionales, como el FMI y el banco mundial.
Me adhiero al clamor de los que estamos en el hartazago y no nos pueden manipular con sus estrategias politicas y mediaticas. No se necesita sólo la renuncia del gobernador, ni el alcalde ni la de Peña Nieto, que se vayan todos y demos paso a la construcción de una nueva sociedad donde el estado deje de estar al servicio de los criminales y las oligarquias de cualquier tipo.
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