Una de las más trascendentes funciones de la sociedad, en su
conjunto, es sin duda lograr los más altos niveles de desarrollo humano de sus
integrantes, lo cual implica lograr un perfil de personalidad de los ciudadanos
a los que debemos de aspirar, a manera de la búsqueda del “hombre nuevo” que
filósofos y políticos a todo lo largo de nuestra civilización han intentado describir
como los ideales de ese ser, en el contexto de sus tiempos históricos.
Aunque los referentes ideales de este ser, han sido persistentemente
ubicados en el heliocentrismo dominante de las doctrinas filosóficas generadas
en Grecia, no olvidemos los antecedentes de otras culturas milenarias, como las
de China, india y la antigua Persia, así Sócrates, Platón y Aristóteles, se destacan
por sus pensamientos e ideales y por sus preocupaciones éticas, estéticas,
políticas, analizando la esencia de los hombres en correspondencia con los
intereses sociales que representaban, en las sociedades esclavistas, donde
estaban inmersos, con los elitismos impositivos de sus concepciones morales.
Luego en el marco de las sociedades feudales, con su obscurantismo, donde se
expresó la subordinación del espíritu investigador a la fe religiosa, donde no se
buscaba la verdad, sino los medios para fundamentar las verdades
reveladas, erigiéndose su filosofía sobre tales bases tenía que
declinar, con los ideales impuestos por la
iglesia, que era el centro rector de las
letras y de la cultura y donde la atención se centra en la religión, donde
filosóficamente se reducen al principio de que la predestinación del hombre es
más sublime que su existencia terrenal como tal, así el mejoramiento humano está condicionado por
Dios, en tanto se trata del hombre que se renueva a imagen de su Creador, el
concepto de hombre nuevo no es para referirse al hombre corporal, sino al hombre
espiritualmente fortalecido que somete su alma a Dios, para de esta forma
lograr la eternidad.
Luego, al aparecer los gérmenes del modo de producción capitalista,
en varias regiones de Europa durante los siglos XIV y XV, fundamentalmente,
trayendo cambios económicos, sociales y técnicos tuvieron repercusión en la
vida espiritual de los pueblos europeos. En este período surge una nueva
concepción acerca del hombre que recibió el nombre de Humanismo, la que
proclamaba la plena inserción del hombre en la vida terrenal, contribuyendo a
que se formara una concepción no religiosa del mundo. Se empezó a reconocer el
derecho del hombre a la felicidad, a la existencia digna en el sentido
espiritual y físico. Posteriormente, esa inclinación del espíritu, se transformó
en la concepción y los ideales del individualismo como forma específica de
explicación de la idea de sublimación del individuo, se trataba de emancipar al
hombre de las trabas medievales. Así a mediados del siglo XVIII surge en
Francia el movimiento determinante de crítica a la ideología feudal, las supersticiones
religiosas y se preocupan por fomento de la libertad de pensamiento científico
y filosófico, conocido como Ilustración. Entre los principales representantes
de este movimiento se encuentran, entre otros, Montesquieu, Voltaire, Rouseau,
Holbach y Helvecio, que plantearon que la educación y la buena administración
de un buen gobierno, es el medio más seguro de proporcionar a los pueblos los
sentimientos, las aptitudes, las ideas y las virtudes indispensables para el
esplendor de la sociedad. Emergen los conceptos de la educación y la cultura
como fuerza transformadora y de mejoramiento humano y social, si se les encauza
adecuadamente a partir de condiciones socio económico permisible. Se perfilaba
al hombre libre, feliz, fraternal, solidario, critico, emancipador, destructor
de las relaciones feudales, esclavizadas, con una moral enmarcada en el
humanismo que integraba la espiritualidad a través de la filosofía, la religión
y el arte; así lo pensaban y lo plasmaron en sus obras clásicas los filósofos
alemanes Kant, Hegel y Feuerbach, al mismo tiempo se desarrollaba la ideología burguesa
inmersa en sus excepcionales desarrollos de la propiedad privada. En ese
contexto, emergieron las ideas socialistas utópicas que tuvieron su máximo
esplendor en las figuras de los franceses Saint Simón y Charles Fourier junto
al inglés Robert Owen colocaron los valores del humanismo en un lugar de primer
orden para lograr los objetivos propuestos para el avance de la sociedad hacia
etapas superiores, plantearon que el carácter humano es susceptible al
perfeccionamiento si se modifica el ambiente social.
Luego en el siglo XIX, los clásicos del marxismo Karl Marx y
Friedrich Engels, nutriéndose de toda la
obra de creación humana, que les antecedió, sitúan al hombre no sólo como centro
de sus preocupaciones filosóficas sino que proponen las vías para lograr una
verdadera existencia humana y en ese sentido proyectan la formación de un hombre
nuevo, un individuo superior plenamente emancipado y desarrollado multifacéticamente
en todos sus aspectos, dejan plasmado que el carácter esencialmente humano, de
la sociedad futura, estará dado en las posibilidades que tendrá el hombre de
desplegar todo su potencial humano lo cual solo se logra en la sociedad
comunista que propugna la formación de individuos multifacéticamente
desarrollados, plantean la necesidad de superar la sociedad capitalista como
causante de la deshumanización moderna y crear una sociedad que propicie la
plena realización del hombre. Esta sociedad, denominada comunista es la que
permitirá el libre desarrollo pleno y armónico del hombre, un productor
capacitado universalmente, conocedor de las bases científicas de la producción
y con un pensamiento universal que le permita la plena satisfacción de las
necesidades materiales y espirituales con un alto desarrollo ideo político,
estético y moral.
Con la victoria de la revolución socialista en CUBA, emergió
con el CHE Guevara, La concepción ética sobre la formación del hombre nuevo,
que él fundamentaba en dos elementos
esenciales: 1.Re-educar al hombre adulto, pues es el individuo quien debe
transformar la sociedad después de la toma del poder político y que se ha
formado en la sociedad anterior. 2. Formar las
nuevas generaciones encargadas de continuar el proceso revolucionario, el
hombre del siglo XXI. Lo que quiere decir, que la sociedad socialista se
edifica en dos direcciones fundamentales: el desarrollo material y la formación
de la personalidad de nuevo tipo, con nuevos hábitos, a los que se refería el
Che, que quiere decir lograr el afianzamiento de valores, proceso condicionado
por la posición social del sujeto y los cambios sociales que generan a su vez
mejores condiciones materiales y espirituales de existencia. Esto es posible a través
de las interacciones aparato educativo del Estado en función de la cultura
general, técnica e ideológica y la que
lleva a cabo la sociedad a través de sus relaciones cotidianas de convivencia,
la que asimilada por las masas en forma de normas, hábitos y costumbres, llega
a convertirse en patrón de conducta. El perfeccionamiento de la personalidad,
implicaría progresivamente para el hombre, igualdad, participación,
responsabilidad, libertad y desalineación Este hombre nuevo, es el que enarbolamos
una y otra vez en las propuestas transformadoras de los movimientos sociales en
el mundo, luchando contra la injusticia y la desigualdad de los regímenes autoritarios,
fascistas y dictatoriales, sobre todo de los denominados países del tercer
mundo, como México; donde nuestras propuestas era la construcción de una
sociedad socialista. El desarrollo integral del ser humano, como concepto, invadió
todos los estratos de las ciencias sociales, de la salud y las relacionadas con
la conducta humana, desde la psicología hasta la psiquiatría.
Este hombre nuevo, es el que enarbolamos una y otra vez en
las propuestas transformadoras de los movimientos sociales en el mundo,
luchando contra la injusticia y la desigualdad de los regímenes autoritarios, fascistas
y dictatoriales, sobre todo de los denominados países del tercer mundo, como
México; donde nuestras propuestas era la construcción de una sociedad
socialista. El desarrollo integral del ser humano, como concepto, invadió todos
los estratos de las ciencias sociales, de la salud y las relacionadas con la
conducta humana, desde la psicología hasta la psiquiatría.
Así se vislumbró la caracterización ideal de la personalidad
del ser humano nuevo para este siglo XXI, que seguiremos abordando.