sábado, 22 de agosto de 2015

VACACIONAR CON EL INFAME MERCANTILISMO


Ni las vacaciones nos exentan de las vivencias deshumanizantes del infame mercantilismo, donde la mayoría de las atenciones dirigidas al rol de turista que realizamos, van dirigidas a estimular el nefasto hiperconsumo de objetos y bienes, estimulando egolatrías del gozoso tener, posesionándose en los poderes patrimoniales compensatorios de autoestimas deterioradas, que saben muy bien manejar sus agentes de ventas capacitados y actualizados hasta en lo más innovador de sus técnicas como el neuromarketing.
Unos atrayendo, según ellos con desinterés y solicitud de que les apoyemos en sus trabajos, ya que cada atención a su función promotora o de agente de ventas, le era remunerada; otros ofreciendo productos mágicos solucionadores de crónicos problemas de nuestro envejecimiento, sobre todo de la piel; otros más estimulando nuestras fantasías del disfrute pleno de satisfactores alimentarios y bebidas glamurosas hasta hospitalidades de categorizaciones diamantinas en resorts y hoteles, que son de acceso fácil sólo para los adinerados, lejos de nuestra posición clase mediera.

Unos vanagloriándose de conocernos, inician sus manipulaciones enalteciendo cada atributo de nuestras personas, si eres médico, más, si tienes mucho tiempo de casado, mejor, sobre todo di tu esposa también es productiva económicamente; si vives en Monterrey, mas, por ser una de las ciudades más caras para vivir en Latino América, si estas en la década de los setentas, ni parece, te consideran cincuentón, si has viajado no sólo nacionalmente sino internacionalmente, eres más afortunado para ser persistentemente acosado a que compres sus únicas y exclusivas promociones de ventas instantáneas, que sólo serán para ti en ese momento, no vendrán otras oportunidades.
Claro, tratándose de productos de belleza, las adulaciones cambiaban por defectos aderezados con seductores intereses en nuestro bienestar; una supuesta dermatóloga israelí, que promocionaba un producto milagro “regenerador de la piel”, gran rejuvenedor, no nos consideraba cincuentones, sino adultos mayores de setenta años, con malos merecimientos de la vida y la naturaleza, sin conocer nuestra profesión médica, disertaba verborreicamente  sobre elementos básicos de la anatomía y fisiología  de la piel, sus cuidados y los factores de riesgo que la dañaban, su obcecada postura por vender, no le permitió entender que quienes tienen problemas de salud en su metabolismo como los enfermos de las glándulas tiroideas o con alteraciones hormonales de nada le sirven sus productos de belleza, al conocer nuestra profesión médica lo único que logramos fue su gran oferta de rebaja especial sólo por ese momento, frustrada y molesta por no lograr su objetivo de vender, le sugerí que en su primer contacto con los futuros clientes, primero los conociera, sobre todo su profesión, porque en el caso de los psiquiatras, padecemos de un narcisismo que nos vulnera contra los ataques hasta de nuestra corpórea fealdad.

Por supuesto no faltan en estos viajes, la necesidad de los recuerdos de las obras artesanales de los lugares que visitamos, en México, lo más lamentable que sigue sucediendo, con nuestros compatriotas artesanos, es su ingreso a ese infame círculo de mercantilismo, donde además sus obras siguen siendo desplazadas por artesanías elaboradas y comercializadas por los chinos, que con cinismo y desvergüenza venden con sus etiquetas comerciales de su país de origen.
Lo más satisfactorio, fue sin duda vivenciar el trato del personal de hoteles, restaurants y tiendas de los mexicanos y mexicanas, que a pesar de la gran explotación de que son objeto, por sus bajos salarios y malas prestaciones laborales no dejan de ser atentos, amorosos y solidarios con todos los turistas nacionales e internacionales, el infame mercantilismo no los ha infestado.  

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