A iniciado el verano con sus climas más calurosos, del año en
nuestra región norestense de México, y particularmente en nuestro estado de
Nuevo León, donde durante el día superan los 40 grados centígrados y en la
noche los 30 grados, son altas temperaturas, que sin duda influyen en el estado
emocional y las conductas de las personas, integrándose como uno de los
factores de riesgo en la prevalencia de agresividad y violencia en nuestra
sociedad.
Aunque no tenemos estudios, actualizados, de los
investigadores psicosociales de nuestras universidades del estado, sobre este
tema, desde el siglo pasado, a principios de la década de los ochentas, en el
marco de las investigaciones que desarrollábamos sobre conductas criminales en
los menores de edad, en la Unidad de Psiquiatría que dirigíamos en el Consejo
Tutelar para Menores, una de las
variables que persistían, era el incremento en las estadísticas, de las
conductas delictivas asociadas a violencia en el comportamiento criminal. En
esos tiempos estimábamos que estos calores del verano, se correlacionaban con
el aumento del comportamiento agresivo y las conductas criminales, incluyendo
la violencia familiar, que en ese tiempo emergía como uno de los más graves
problemas psicosociales que luego sería objeto de
políticas públicas, en el marco del fortalecimiento del respeto a los derechos
fundamentales y la equidad de género en el seno de nuestra sociedad.
Viene al caso esta reflexión, porque al revisar mi e-mail, me
encontré con una comunicación en la página de psiquiatría.com (http://www.psiquiatria.com), que informa
del desarrollo de un modelo, hecha por un equipo de científicos, que trata de
explicar porque las tasas de violencia son mayores en las aéreas territoriales cercanas
al ecuador y que parte de este simple hecho: “de que las temperaturas altas
pueden estar correlacionadas con un comportamiento agresivo”. Los
investigadores han bautizado este nuevo modelo como CLASH (por su siglas en
inglés, Climate Aggression and Self-control in Humans (Agresión Climática y
Autocontrol en Humanos) y lo han descrito en un artículo online publicado en la
revista Behavioral and Brain Science. El modelo CLASH indica además que no sólo las altas temperaturas conducen a
un comportamiento más violento, sino también lo hacen aquellos climas, que
tienen una menor variación de una estación a otra y sus científicos creen que “este modelo puede
ayudar a explicar el impacto del clima sobre las tasas de violencia de
distintas zonas del mundo”. El hecho es que están convencidos de que el clima
define la cultura de las sociedades, de manera muy importante, sobre todo en
las diferentes formas de violencia y agresión que prevalecen en sus ciudadanos,
inmersos en estrategias de vida rápida, centradas menos en el futuro,
orientadas hacia el presente, lo que les dificulta el autocontrol, reaccionando
de manera más rápida de manera agresiva o incluso con violencia. Otros estudios
han detectado, que no solo se incrementan las conductas violentas, con sus
expresiones del comportamiento criminal, la violencia familiar y escolar, sino además
algunos de los trastornos psiquiátricos como la ansiedad y los ataques de pánico,
las crisis maniacas del espectro del trastorno bipolar, brotes psicóticos y los
abusos de alcohol, tabaquismo y otras drogas.
A estos cambios de temperatura
estacionales se deben sumar otros factores de riesgo, como las condiciones ambientales de
hacinamiento en las viviendas, la escasez de aéreas verdes para el
esparcimiento y las actividades deportivas, la contaminación por el ruido, la polución
ambiental, pero sobre todo los estresores derivados de la pobreza, que
obstaculizan angustiosamente, que los integrantes
de las familias, logren satisfacer sus necesidades básicas, de alimentación,
vestuario adecuado, atención a sus necesidades educativas y de salud y de los
servicios públicos, sobre todo para el uso racional del agua y la disposición
de excretas.
La lucha por la sobrevivencia con
mejores grados de bienestar, en estas épocas nos lleva a desarrollar esfuerzos,
no sólo tratando de tener climas agradables contra el sofocante calor, sino
conductas que logren mejorar el autocontrol, con un incremento de la tolerancia
a la frustración, evitando integrarnos a las interacciones violentas, generados
por cualquier persona, en cualquiera de los ámbitos familiares, laborales, institucionales
y de la urbanidad, donde compartimos el espacio público, especialmente en los
sistemas de transporte de pasajeros y en eventos deportivos, artísticos y
recreativos.
El mejor alcaloide para nuestro hipotálamo,
atormentado por el inclemente calor y exacerbado en sus esfuerzos por regular
nuestra temperatura interna, que nos permita el funcionamiento adecuado de
todos nuestros órganos y el disfrute placentero de la vida, sigue siendo el
amor, que le depositemos generosamente.
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