A propósito de las luchas dignas, de los maestros y médicos
que siguen prevaleciendo en nuestro país, contra las reformas espurias del
régimen de los pripanistas, dirigido por Enrique Peña Nieto, que tienen por
objetivo, privatizar los servicios públicos educativos y de salud, que son
obligación del estado, y que transgreden los derechos laborales de los
trabajadores, es necesario insistir que
no se trata solo de la defensa de intereses laborales, sino de la dignificación
del ser profesional, de la salud o de la educación, en nuestras sociedades
inmersas en la deshumanización mercantilista de los gobiernos neoliberales que
padecemos.
Desde los tiempos del político Maquiavelo, prevalecía la
concepción de que el mundo estaba dividido entre las personas que saben y las
que no saben; las primeras son las que tienen el poder, las segundas son sus
esclavos, desde entonces, usando otros eufemismos siguen persistiendo. En el
desarrollo histórico de nuestras sociedades, las enseñanzas de los maestros y
los médicos, ha sido uno de los grandes factores, impulsores de los más altos
niveles de desarrollo humano y social de sus habitantes. Las acciones
dirigidas, en unos a la prevención, fomento y rehabilitación de la salud, otros
a la educación para la enseñanza y el aprendizaje de las habilidades sociales,
cognitivas, intelectuales, afectivas y psicomotoras, han sido necesarias para
el bienestar y la felicidad del ser humano, pero sobre todo a lograr que las
personas logren sabiduría y conciencia para que razonen de manera autónoma y
logren cultivar el saber transformador y creativo que los haga agentes activos
de los cambios necesarios en nuestras sociedades.
Es por eso que ser Médico o Maestro, más que un trabajo, es
una vocación de servicio al pueblo, es esta mística, que nos mantiene en el
ejercicio de nuestras profesiones, luchamos frontalmente contra la ignorancia,
que mantiene proclives a la manipulación y explotación de los ciudadanos por
quienes estén el poder. Es por eso que quienes están en el poder, lo que menos
les interesa es generar los más altos niveles de educación y salud de sus
habitantes, no desean que las personas razonen de manera autónoma, pues una
sociedad de gente saludable, consciente e informada aumenta la posibilidad de
criticar al poder, de exigir un cambio.
La gran corrupción de nuestros tiempos es hacer creer a las
nuevas generaciones que la dignidad del hombre es la cantidad de dinero y cosas
patrimoniales que tengan en sus familias. Eso no es cierto, lo que dignifica a
un hombre son los grandes valores que podamos abrazar y su orientación que como
dijo Albert Einstein “sólo una vida vivida por los demás merece la pena ser
vivida”; eso es lo más importante que podemos aprender, que estamos ligados a
la humanidad. Los pequeños intereses personales no son nada. No somos hombres
si pensamos de manera individual. Sólo soy un hombre si mi vida puede ser útil
a otros.
Así cuando decidimos ser Médicos o Maestros sólo nos impulso
el ser útil a los otros, vivir para los otros, estando al servicio permanente
de los demás, luchando contra toda forma de deshumanización de nuestra
sociedad, evitando todo proceso de mercantilización de nuestros ejercicios
profesionales, que atentan contra nuestra esencial vocación, algunos no lo
lograron, son grandes en sus riquezas financieras y patrimoniales, que hoy
ostentan, fueron y son víctimas del neoliberalismo atroz que les aniquilo el
amor fraternal y solidario hacia sus semejantes
Hoy necesitamos enseñar, promover y fomentar la esencial
solidaridad humana, en todos los ámbitos culturales, artísticos, escuelas,
unidades de salud, clínicas y hospitales, hacer sentir que somos una pequeña parte
del todo, que es lo más bello que se puede comprender como lo refiere el
filosofo de Nuccio Ordine, en su ensayo, manifiesto: "La utilidad de lo inútil”,
que dirige contra el hiperconsumo de nuestras sociedades atrapadas por el
mercantilismo neoliberal.
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