Sin integrar la crítica, menos la autocrítica en nuestras
conductas profesionales para el desempeño de todas nuestras funciones, más de
quienes tenemos tareas directivas en instituciones del sector público,
seguiremos sin contribuir al desarrollo organizacional e institucional que
requerimos para fortalecer las políticas públicas dirigidas al desarrollo
humano y social de nuestras sociedades.
Sigo observando, como
el ethos, considerado como el conjunto de actitudes, valores y hábitos
arraigados en una persona o grupo, en este caso
de funcionarios de alto nivel, del gobierno mexicano, están inmersos en
posturas que reflejan la cerrazón a las virtudes de la crítica y la autocrítica.
La semana pasada, el máximo funcionario de México, Enrique Peña Nieto, en
funciones de presidente, ha seguido sin reconocer su peor error, de invitar y
recibir a Donald Trump, candidato del partido republicano, a la presidencia de
los Estados Unidos de América, quien nos ha denostado, calumniado y amenazado a
los mexicanos con sus políticas y económicas contra México; no sólo lo recibió
y dialogo con él sino además le dio trato indignante, como si fuera estadista,
en la residencia oficial de los Pinos. A pesar de que la indignación de la gran
mayoría del pueblo, sigue sin reconocer su craso error, aún más nos dice que
con el tiempo, entenderemos estas y sus otras posturas políticas, como sus
reformas políticas, que sin duda pasaran a la historia como las peores de un presidente mexicano.
Luego, en esa misma semana, informa Mikel Arriola, director
del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pionera y ejemplo en el mundo
en este tipo de organizaciones para la atención médica de los asegurados,
siendo el prestador de servicios más grande de Latinoamérica que tiene 71
millones de derechohabientes, declara
que “Urge un nuevo modelo de prevención de enfermedades", según registra el periódico
la Jornada, http://www.jornada.unam.mx/2016/09/08/sociedad/037n1soc., luego, hizo referencia a la instalación de unidades médicas familiares de
prevención, quienes darán un seguimiento sistemático a los derechohabientes,
sobre todo a los que tienen situaciones en riesgo, diabéticos, obesos, quienes
tienen o hayan tenido un infarto o derrame cerebral, rematando que “si no
cambiamos de lo curativo a lo preventivo, no habrá dinero para que alcance para
los enfermos”.
Es claro que sus doctas
recomendaciones no constituyen un nuevo modelo, en el marco de los paradigmas
existentes para la atención de la salud de las poblaciones, que desde el siglo
pasado se han fortalecido por los avances de las ciencias de la salud pública,
sobre todo de la epidemiologia y la medicina preventiva, existiendo decenas de acuerdos
y resolutivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que nuestros países
den prioridad a la prevención en sus políticas sanitarias. Lo extraño es el
silencio de sus colaboradores expertos en seguridad social y salud pública, que
contando con toda esa información y experiencia, simple y llanamente no
influyen en evitar estas magnificencias declaraciones, más extraño es que tanto
tiempo de bregar con su trabajo profesional, este no haya trascendido, logrando
cabalmente imponer el modelo de prevención sobre el curativo, que ha sido uno
de los lastres en el ejercicio de la medicina institucional, dañando no sólo la
prevaleciente morbimortalidad por enfermedades fácilmente prevenibles sino las
finanzas destinadas al buen funcionamiento del sector salud.
El más grave error en México, ha
sido que los gobernantes, una y otra vez han impuesto a funcionarios públicos
en las instituciones de los diferentes sectores, sin la anhelada meritocracia,
que logre dar certeza al servicio profesional de carrera, así los políticos designados
llegan a desempeñar cargos, sin el perfil profesional, no importa que desconozcan
lo elemental de las ciencias y técnicas inmersas en sus funciones y
responsabilidades, para mantenerse privilegian su función de servir a sus
jefes, evitando o negando hasta el sentido común en sus decisiones políticas,
que llegan, como lo muestran estos dos ejemplos, a generar el rechazo público,
ofendiendo la dignidad de nuestras instituciones.
Solo la soberbia y la vanidad
alimentan la pedantería en los usos del poder que hacen que los funcionarios
proclives a la cerrazón, pervirtiendo y desviando sus conductas, fortaleciendo
decisiones que reproducen ese ethos, que sin duda genera uno de los más grandes
obstáculos al cambio, a la trasformación revolucionaria de nuestra sociedad que
nos lleve a solucionar los grandes problemas de pobreza, salud, educación y
desarrollo social y económico, para alcanzar los más altos niveles de
desarrollo humano que nos merecemos las y los mexicanos.
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