El pasado 23 de octubre, se festejo otro día del Médico en
México, que para algunos de nosotros transcurrió más en la protesta, por las pésimas políticas públicas que sobre
la salud, persisten los gobernantes y funcionarios en realizar, obstaculizando
el derecho constitucional a la salud de los ciudadanos y ciudadanas mexicanas,
así lo manifestamos en las principales ciudades de nuestro país, alertando
sobre el peligro latente de la privatización de los servicios de las
instituciones públicas de salud, la precarización de de los recursos e insumos
para nuestro ejercicio médico en los
hospitales, clínicas y centros de salud, así como sus tendencias a criminalizar
nuestro ejercicio, por responsabilidades de sus mediocres directivos, que dañan
la calidad de los procesos de atención que brindamos a los usuarios de los
servicios.
Es una lucha que tenemos desde hace más de 40 años, cuando estudiábamos
para ser médicos y que luego en el ejercicio de nuestra profesión, seguimos
enarbolando contra toda expresión de deshumanización de la medicina y que en
esos tiempos se manifestaba en sus formas de barbarie más primitivas, de
quienes se endiosaban con el mercantilismo medico, que en esos años imperaba.
Desde la década de los noventa, del siglo pasado, cuando se imponían
los programas de calidad en la salud, por los organismos financieros
internacionales, sobre todo el Banco Mundial, nuestro escepticismo para lograr
ese objetivo, se fortaleció al observar que los paradigmas de aplicación en el
sector salud eran similares a los que imperaban en los sistemas de comercialización
mercantilista, entonces se imponían los lenguajes de clientes, gerentes, certificaciones
y sus premios a en sus conceptos de productividad inmersos en las acciones
curativas, más que en las preventivas; mas se fortaleció cuando el arte de la simulación
y el engaño se integro en los funcionarios y el personal para lograr
acreditaciones y certificaciones sobre calidad, en sus unidades que como epidemia
infectaba a todos, algunos compañeros lo ejemplificaban como esconder “debajo
de la alfombra la basura” y sacarlas una vez que los equipos expertos cumplían sus
funciones para que se lograra la certificación de calidad, así proliferaron y
proliferan las direcciones de calidad en todas las dependencias públicas. Es
una Calidad que simple y llanamente no se alcanzara, en tanto no se logre
invertir financieramente para solucionar el estado precario que crónicamente padecen
nuestras unidades de salud y menos si no se logra abatir la ineficiencia y corrupción
que prevalece en las administraciones impunemente desde hace décadas.
Como coincidencia, esta semana en el Foro Latinoamericano de
Calidad y Seguridad en Salud "Mejores Prácticas Globales para alcanzar
Resultados de Valor", que se celebro en la Ciudad de México, José Meljem
Moctezuma, Subsecretario de Integración y Desarrollo del Sector Salud expresó “lograr
la calidad en los servicios de salud es un meta inalcanzable”. http://www.excelsior.com.mx/nacional/2016/10/26/1124567
. Así la mala atención en las clínicas, hospitales y centros de salud, seguirá siendo
obstaculizada por las deficientes situaciones que van desde la falta de acceso
al servicio, los largos tiempos de espera para la atención medica especializada,
quirúrgica, los exámenes de gabinete, laboratorio, el desabasto de
medicamentos, hasta los tratos dignos al no proporcionar los ambientes humanistas
clínicos y los insumos personales para la higiene y el vestuario de los
pacientes.
Lo peor es pretender criminalizarnos como responsables de
esta mala atención, reformando leyes para colocarnos como el principal
responsable, fortaleciendo la impunidad del personal directivo institucional,
que generalmente es nombrado sin la meritocracia, que exige no sólo el perfil profesional,
técnico, sino la experiencia laboral para el desempeño del cargo, son personas
que asumen sus cargos en el contexto de la corrupción imperante de los políticos
con sus lacras de amiguismo, influyentismo y hasta el nepotismo, integrándose a
las redes del poder delincuencial, subordinando así sus intereses personales
sobre los fines de las instituciones.
Así los médicos en México, tenemos que reorganizarnos para
unificar nuestras fuerzas que nos permita seguir bregando en la lucha por el
derecho a la salud, contra las políticas privatizadoras y depredadoras de los
gobiernos neoliberales. Tenemos que seguir la resistencia contra el modelo mercantilista
imperante en el ejercicio de la medicina, que los grupos médicos en el poder
imponen, definiendo los políticas públicas de salud en nuestra sociedad,
hegemonizan los intereses empresariales sobre la inversión en la medicina
curativa, desdeñando la medicina preventiva, con sus inversiones científicas y tecnológicas
que imponen el consumismo, rebajando la salud a una mercancía, para sus
empresas, la prevención de enfermedades simplemente no es un negocio redituable,
salvo en el caso de sus productos inmunológicos que producen para la vacunación
que se impone a todos los gobiernos del mundo, que con ironía, alguna vez
escuche en un congreso internacional, deberían de cambiar su nombre los
ministerios o secretarias de salud para ser secretarias de vacunación, dado el
peso político que le dan a esta acción de salud.
La salud no es una mercancía, enriquecerse a costa de la
enfermedad, el abuso y la explotación de los pacientes, es el acto más
abominable de todo trabajador de la salud, que asesina el humanismo inmerso en
nuestra vocación médica.