El incremento de alimentos considerados chatarra, termino
utilizado para referirse el poco valor nutricional y el alto contenido
energético, procedente de productos con alta cantidad de grasa total y de
azúcares, generadores del trastorno alimentario de la obesidad, que esta convertido en un grave problema de
salud pública en nuestros países de desarrollo económico bajo y medio, se ha
iniciado a utilizar como símil en el análisis de otros problemas del
desarrollo humano, como en la obesidad mental, generado por el prevaleciente consumo chatarra de información,
derivado de los medios informativos, existentes en la televisión, la prensa,
las redes sociales y del internet que fundamentan las bases del conocimiento y
con ello el procesamiento de pensamientos, juicios y conductas que incrementan
la ignorancia, los mitos y prejuicios en la solución de los problemas del
desarrollo humano y social de nuestra sociedad, de las personas con este estado.
La noción de chatarra, que también hace referencia a un material
de desecho, algo que no sirve o que no tiene ningún valor, se asimila a los
materiales afectivos, cognitivos y existenciales de la personalidad que se
asume en este paradigma, al no tener ningún valor en las posturas asumidas
sobre los problemas de la vida cotidiana, donde las personas al opinar de todo,
prevalecen sobrentendidos, lejos del saber científico, con ideas limitadas, con
preconceptos que satisfacen más que nada tendencias emocionales, juzgando y
condenando, inmersos en estereotipos, con vivencias precarizadas en su ser
existencial, con carencias filosóficas, opinando de todo sin aceptar con humildad, el
no saber, sobre lo que se necesita conocer para opinar, llegando a usar
deshonestamente la mentira, que nutre el engaño y la simulación, que hoy son uno
de los comportamientos que prevalecen en nuestra sociedad mexicana, más en los
políticos funcionarios de los gobiernos de todos los niveles, alentando
ignominiosamente el cáncer sobre los valores humanos que significa la
corrupción que padecemos.
La alimentación de nuestro cerebro y nuestra mente requiere
de aportaciones cotidianas del saber sobre lo que nos informan, de lo que otros
juzgan o establecen como verdad, lo que nos transmiten como conocimiento de las
ciencias básicas o especializadas, para aprender, para actualizarnos, para
entender, para conocer realidades; también necesitamos integrar los nutrientes
afectivos, que nos satisfacen las necesidades básicas no sólo las fisiológicas,
sino las de seguridad, amor, afecto, pertenencia, autoestima y auto realización,
categorizadas desde el siglo pasado por Abraham Maslow, y que siguen vigentes
hasta en el marco de los estudios multidimensionales sobre la pobreza humana en
nuestras sociedades. Los científicos, académicos y filósofos al servicio del “statu
quo” del sistema, ejercen su rol reforzando visiones reduccionistas, aumentando
la información, que no sirve para conocer la verdad, sino para acumular más
banalidades y pragmatismos en la mente y el cerebro.
Como agentes modeladores de esa precarización de nuestra
salud mental y de las funciones cerebrales siguen destacando los escritores, editorialistas,
periodistas y reporteros que cumplen muy bien, con los usos del poder del
empresariado mediático, en su papel de seguir informando intrasendencias,
imponiendo percepciones de sus juicios, seduciendo, agrediendo, manipulando,
resaltando lo polémico, morboso y chocante de cuanto acontece, se trata de que
los ciudadanos no hagan uso de su inteligencia critica, buscando que se aborreguen
como rebaños dóciles a su pastoreo en la pasividad y el conformismo a
contentillo de los grupos del poder que dominan sus sociedades, como ya Noam Chomsky,
lo ha demostrado en sus obras.
Luego tenemos la paradoja de vivir en la mejor época del
desarrollo tecnológico de la informática y las telecomunicaciones y en vez de
que los usuarios utilicen los tiempos con eficiencia y eficacia, en nutrirse de
información dirigida a aumentar su conocimientos básicos sobre las ciencia, el
arte y la cultura, pero sobre todo para conocer la verdad de lo que esta
conociendo, se pierde en las redes de la comunicación chatarra donde prevalece
y florece la obscenidad, la pornografía,
el charlatanismo, la imitación, la insipidez, el egoísmo, la proliferación de
la envidia y la soledad de quienes son incapaces de socializar con la calidez
del contacto personal.
Quienes discursan sobre este tema no debieran de omitir lo que el politólogo Giovanni Sartori,
en su obra Homo Videns, afirmaba: “la televisión es un agente que limita el
pensamiento abstracto y con ello el razonamiento que permite juzgar y entender”
en el constante aprendizaje de las realidades que vivimos, por otra parte no
hay que olvidar la profética “generación de idiotas” que Albert Einstein
vislumbraba en el abuso de las tecnologías desde principios del siglo pasado.
La Obesidad mental es un concepto que emerge hoy en el marco
de la crisis existencial que vivimos, luchemos contra su prevalencia en el seno
de nuestra familia y comunidades.
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