Inicie el
contacto profesional con la psiquiatría a finales de la decada de los setentas,
del siglo pasado, mis maestros de las asignaturas de psicologia médica,
psicopatologia, neurologia y psiquiatría en los cursos basicos de mi formacion
médica, que desarrollé en la Escuela de Medicina del Instituto de Ciencias de la
Salud de nuestro estado, habían despertado mi interes y motivacion por esta
area de las ciencias de la salud, a grado tal que, por mis capacidades, me
aceptaron desempeñarme como maestro auxiliar en sus cursos, que luego
desarrollaron en las generaciones anteriores a la mía. Luego despues de que
finalicé mi internado de pregardo hopsitalario, en el marco de mi servicio
social, en 1978, fui adscrito al entonces manicomio del estado, denominado
pomposamente Casa de Salud Mental, donde su denominacion era una gran
contradiccion, ni era ambientalmente un hogar, ni prevalecia su intitulada
salud mental, prevalecia el insano ambiente manicomial, carcelario, indiganante
y represor sobre los enfermos mentales que estaban internados, algunos de ellos
internados, para abusar por sus influyentes familiares en los juicios de
interdiccion, para despojarlos de sus patrimonios y derechos; aun mas con una direccion médica y adminstrativa de lo
mas corrupta e impune, que he vivienciado en las instituciones en que he
servido como médico. Eso sí, este nosocomio, como casa pertenecia al Desarrollo
Integral de la Familia (DIF), luego transitó como Hospital Psiquiatrico Estatal
y hoy es denominado Unidad de Rehabilitación Psicosocial (UNIREPSI).
Resulta
que en el Instituto de Ciencias de la Salud,
ante la ausencia de alternativas de atención humanizada para las
enfermedades mentales, organizamos un centro de atencion a la salud mental,
donde un grupo de colegas dirigidos por un especialista en neurologia,
psiquiatria y psicoanalisis, fuimos capacitados para la atención psiquiatrica y
psicoterapeutica, eran años muy dificiles para nuestra institucion, por
enarbolar la la lucha por la reforma academica de la educacion médica, con un
plan de estudios que llevabamos, muy diferente a los existentes en todas las
escuelas y facultades de medicina de nuestro país, que pretendia la formacion
de un médico mas integral, humanista, solidario, preventivo y social, pero
sobre todo contra las lacras del ejercicio de la medicina mercantilista, que
prevalecia en la medicina privada y que ya asomaba en las instituciones del
sector salud y la seguridad social. Los grupos médicos en el poder usaron toda
su capacidad represora, no sólo nos expulsaron del seno de la Universidad Autonoma de Nuevo León, que
nos había creado com el apoyo financiero, legal, adminstrativo y academico
correspondiente, sino ademas obstaculizando luego, como escuela libre, nuestro
reconocimiento a la validez oficial de nuestros estudios por el estado, el cual
tardamos en lograr hasta dos años despues de que egresamos la primera
generacion, aunque su ira de la barabrie siguio negandonos el derecho a
realizar los examenes para seleccion de ingreso a los postgrados en la misma
UANL y quienes lograbamos ingresar,
eramos detectados y expulsados fascistoidemente.
Eran los
años, donde el modelo de atención psiquiatrica que prevalecia en el mundo
enfrentaba una gran crisis, surgiendo las grandes propuestas innovadoras de
reformas a la salud mental, que incluían terminar con esas aberrantes
institucionales manicomiales y revisar profundamante las bases cientificas de
la psiquiatria, con un movimiento denominado antipsiquiatria, que luego
influyeron en la integracion de paradigamas de atención integral y humanista de
los enfermos mentales, dignificando mediante el respeto incondicional de los
derechos humanos y sociales fundamentales de los pacientes. Propuestas que
lamentablemente sólo han sido integradas parcialmente, en nuestro país haciendo
prevalecer un sistema de atencion a las enfermedades mentales, donde no sólo
existe la falta de acceso a la atención especializada psiquiatrica y
psicologica, calculada por la OMS en mas del 75% de las personas que lo necesitan, sino
ademas en la casi ausente de la prevencion y fomento de la salud mental, con la
existencia de intervenciones reduccionistas, farmacologicas y hospitalarias,
que absorben mas del 85% del presupuesto total de la raquitica inversion que
los gobiernos destinan a este rubro de salud.
La
psiquiatria en México sigue prevaleciendo en su ejercicio con pocos
psiquiatras, que ademas de mal distribuidos en el territorio nacional estas
concentrados en las mayores zonas urbana metropolitanas, como en la
ciudad de México, Guadalajara y Nuevo
León, casí inexestientes en zonas rurales y con mayor ocupacion laboral en la
seguridad social, IMSS, ISSSTE y la SSA, donde cronicamente escazean las plazas
para aspirantes de esta especialidad, con un ejercicio limitado a las
actividades de consultorio en las clinicas y hospitales, congestionados en las
necesidades de los pacientes, donde los tiempos limitados impiden ejercer una
adecuada relacion médico-paciente, generalmente 15 minutos a los pacientes
subsecuentes y si acaso 30 minutos a los pacientes de primera vez,
imposibilitados de ejercer técnicas de psicoterapia y hasta de seguir
adecuadamente la vigilancia clinica farmacologica en sus pacientes, dandose el
caso oridnario de tener que realizar prescripciones de medicamentos, hasta por
periodos de seis meses a un año, que obliga al médico familiar en su funcion de
vigilancia y provedor de los farmacos prescritos, sólo recurriendo a la
referencia con el psiquiatra, si existe alguna complicacion en el curso de evolucion
de los pacientes. Lejos estamos de brindar la atencion con un modelo integral
que involucre las acciones de intervenciones psicoterapeuticas y psicosociales
fundamentales para lograr la rehabiliatcion de los pacientes. Luego las
intervenciones hospitalarias, en las unidades de atencion de urgencias,
escacean los psiquiatras, son mayormente requeridos en el caso de intentos
suicidas y crisis psicoticas agudas, con deficientes mecanismos de referencia
para el seguimiento de estos casos, dandose aberraciones como el de los
pacientes suicidas que no son adecuadamente atendidios y logran su proposito al
ser dados de alta despues de un intento.
En tanto
los pacientes psiquiátricos que son
internados en unidades hospitalarias, siguen padeciendo las transgresiones a
sus derechos fundamentales, con las deficientes informaciones y consentimientos
que a derecho le corresponden, algunos sometidos violentamente, aislados,
marginados y excluidos de su vida familiar
y comunitaria, muy lejos de las propuestas de los modelos de
intervencion de las modernas comunidades terapeuticas, que emergieron para
sustituir los nefastos modelos manicomiales y carcelarios que prevalecian el
siglo pasado. Ni que decir de los pacientes psiquiatricos internados en los
denominados centros pemintenciarios, sujetos a procesos de asilamientos y sometimientos
a terapias mayormente farmacologicas, sin ninguna posibilidad de integracion de
otras terapias de rehabiliatcion psicosocial; mas critico es el estado que
guardan los centros de internados para niños y adolescentes infractores que
cursando con necesidades de atención a su salud mental no se les otorga el
derecho a la atención psiquiatrica que requieren en su proceso de
reahbilitación psicosocial.
Muy lejos
estamos de lograr la integracion de una red nacional de centros de atención a
la salud mental donde equipos interdisciplinarios constituidos minimamente por
un psiquiatra, psicologo, trabajador social y enfermera, desarrollen el modelo
de atencion primaria que ademas de lograr los procesos de atencion a las
enfermedades mentales, haga las fundamentales acciones de prevencion y fomento
de la salud necesarias para disminuir la alta prevalencia de los trastornos que
siguen incrementandose en nuestro pais de forma alarmante.
Además de incrementar los psiquiatras, necesitamos lograr modelos academicos de formacion actualizados que superen la prevaleciente inmersion hospitalaria e integren la psiquiatria comunitaria acorde a nuestras realidades nacionales y regionales de México.
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