Uno de los factores fundamentales en el deterioro de los valores humanos en nuestras sociedades, es la subordinación del comportamiento de las personas en sus relaciones
sociales, a la obtención de los beneficios económicos, inmerso en
el denominado valor de uso, que se les confiere a las cosas materiales y
servicios, que sirven al intercambio comercial, donde el dios mercado se
ha impuesto, privilegiando las ganancias económicas sobre el mantenimiento de
esos valores básicos como el no mentir, decir la verdad, el ser honesto
y actuar con responsabilidad, sin simulaciones ni engaños.
Es el
mercantilismo maldito que actualmente el neoliberalismo fortalece, en sus
estrategias mediáticas, políticas y militares para desensibilizar a las poblaciones
y con ello hacer que prevalezcan tolerancias extremas, de las y los ciudadanos,
con sus acciones, sobre todo en la comunicación personal, institucional y
mediáticas, con sus redes de internet, llegando a anestesiar los
valores fraternales esenciales, provocando hasta la indiferencia, ante el dolor
y sufrimiento humano, inmersas en las diversas tragedias que a diario vivimos
en el mundo, particularmente en países violentos como en el que estamos viviendo,
los mexicanos y mexicanas, donde a diario las escenas dantescas de asesinatos,
desaparecidos y de corrupción de los funcionarios públicos, son menospreciadas
de la conmoción emocional lógica, que deberíamos tener, dando paso a la
indiferencia de esa atención consciente necesaria con las aversiones correspondientes,
que magistralmente inhiben y suplen los medios de comunicación con sus
frivolidades informativas o de entretenimiento.
Quienes
luchamos por lograr los más altos niveles de desarrollo humano y social en
nuestras sociedades, observamos agobiados y en el hartazgo, como siguen
incrementándose las mentiras, simulaciones y los engaños impunes, con sus
lacras de manipulaciones de políticos, empresarios y gobernantes de todo el
mundo, mas en nuestro país, donde estos tiempos electorales parecen dar tributo
a la máxima impunidad permisible, para actuar con el más alto nivel de cinismo
y desvergüenza, donde no sólo los valores básicos son mandados al carajo, sino
hasta los principios que rigen en sus ideologías, inmersas en sus programas
políticos que proponen para que como sociedad logremos los más altos niveles de
bienestar y prosperidad.
Su arma
principal es la publicidad, donde los grandes gurús de la comunicación
publicitaria, con sus empresas, se han aprovechado del avance de las ciencias
del comportamiento humano, principalmente de las neurociencias, donde los
hallazgos genéticos, moleculares y de las complicadas redes de los circuitos
neuropsicológicos, que definen el comportamiento y los estados emocionales de
los humanos, principalmente los que definen nuestras percepciones placenteras,
determinantes de nuestros deseos y motivaciones, los han llevado a extremos,
como el abuso de nuestras emociones y la precarización de las funciones
cognitivas de nuestras cerebros, atrofiando la racionalidad y las fuentes de
sabiduría, que debería imperar en las decisiones humanas, logrando sus afanes
de sumergirnos en el hiperconsumismo, y la fácil manipulación de nuestra
conciencia y convicciones, grandes nutrientes del mercantilismo que hoy
impera y domina en nuestras sociedades.
El otro
determinante, han sido los usos de esta arma por el poder político de los
gobernantes, que como en nuestro país se distinguen por promover, fomentar y
desarrollar sus políticas públicas no sólo en sus grandes inversiones
económicas dispendiosas, comprando esta publicidad en los medios dominantes,
que a cambio generosamente les conceden los apoyos en sus medios informativos y
generadores de opinión desinformando, matizando y fortaleciendo sus mentiras,
sino además con la precarización de sus inversiones en sus programas
educativos, del desarrollo científico, de la salud, sociales y todo aquello
relacionado con el lograr altos niveles de desarrollo humano inmersos en la
sabiduría de las personas, cuyas conciencias, convicciones y capacidades del
conocer serian el blindaje que les impida ser objeto de manipulaciones, engaños
y estafas que cotidianamente padecen.
Detener el
mercantilismo maldito constituye un imperativo, del deber ser, de quienes
luchamos por lograr los más altos niveles de desarrollo humano en nuestras
sociedades, mas de quienes hemos tenido la oportunidad de lograr el desarrollo
educativo y profesional, en países con bajos niveles de escolaridad, como el
nuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario