Las denuncias de abuso sexual, que han estado prevaleciendo
involucrando a personalidades del mundo del espectáculo, la política,
religiosos y deportistas, está generando que los conservadores puritanos, sobre
su percepción de la moral sexual, estén imponiéndose en sus estrategias
históricas sobre la represión y coerción de la libertad sexual en nuestras
sociedades.
Están tratando de imponer la percepción de que cualquier
conducta de un hombre o mujer que tenga un contenido sentimental amoroso, como
el coqueteo o seducción, aun las galanterías o comunicaciones de intimidades,
deseos o pensamientos relacionados con la sexualidad, están inmersas en el
abuso sexual, lo que ha desatado numerosas denuncias, hasta de hechos
suscitados décadas atrás, donde se argumenta la integración, hasta hora, de la
conciencia y convicción de haber sido abusados sexualmente, algunas con el
interés de obtener los beneficios económicos inmersos en los acuerdos
extralegales que permiten solucionar sus intereses.
Por eso estoy de acuerdo con el movimiento que cientos de
artistas franceses, han iniciado, destacando, la actriz Catherine Deneuve, la
escritora Catherine Millet, la editora Joëlle Losfeld o la actriz Ingrid Caven,
donde según informan, en el periódico Horizonte, (http://impreso.elhorizonte.mx/edicion_impresa/2018-01-10_EH/pdf/2018-01-10_EH.pdf), que en un texto publicado en el diario Le Monde, critican el ‘‘puritanismo’’ de
la campaña contra el acoso desatada a raíz del caso Weinstein, y defienden la
‘‘libertad de importunar’’ de los hombres, que consideran ‘‘indispensable para
la libertad sexual’’, consignan que ‘‘La violación es un crimen. Pero el
coqueteo insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad una agresión
machista’’ Aclaran que ‘‘no se sienten representadas por ese feminismo que, más
allá de la denuncia de los abusos de poder, adquiere el rostro de un odio a los
hombres y su sexualidad’’, en alusión al movimiento "#metoo’’ (yo
también), que surgió para denunciar en las redes sociales casos de abusos
machistas.
Qué bueno que esta trascendiendo la toma de conciencia sobre
el abuso sexual, sobre todo en el medio laboral y de actividades desarrolladas
en contextos profesionales, como es el artístico, como el escándalo de abusos
del productor hollywoodense, Harvey Weinstein, destapado el pasado octubre, por
el periódico estadounidense The New York Times, que desató una ola de denuncias
por parte de muchas actrices que acusaron a actores como Kevin Spacey o Dustin
Hoffman, lo inadecuado es que se estén favoreciendo los intereses de los ‘‘enemigos de la libertad
sexual’’ o de los ‘‘extremistas religiosos’’, como lo señalan los manifestantes
de este movimiento que promueven la ‘‘justicia sumaria’’, que juzga a hombres
‘‘cuyo único error fue haber tocado una rodilla, tratado de robar un beso’’ o
‘‘hablar de cosas ‘íntimas’ en una cena profesional’’.
Odiar a la sexualidad de los hombres es contrario al
movimiento feminista que desde sus orígenes, enarbola la lucha por la igualdad
y erradicar el machismo, cuyo opuesto es la androfobia, cuya esencia es el
temor o aversión por un miedo anormal y
persistente a los varones y eso constituye el fundamentalismo de los
conservadores que desde la crianza imponen la convicción a las niñas de
cuidarse de los hombres, sobre todo de sus conductas relacionadas con el amor y
la sexualidad.
Siempre he apoyado la
lucha feminista y el empoderamiento femenino, el abuso sexual contra las
mujeres sigue siendo una de las más ignominiosas lacras de la violencia de género,
que puede dañar permanentemente la salud sexual y mental de las víctimas, pero más
nos debe dañar como sociedad, porque su presencia nos proyecta la más grave deshumanización
de nuestras relaciones que vivimos y en la que todos y todas somos
responsables.
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